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Pecados, virtudes y vicisitudes de Pedro Santana (1 de 3)

Llevo a cuenta que lo de Pedro Santana es siempre como llover sobre mojado. Hay muertos que van subiendo, mientras más su ataúd baja, dice el poeta. Otros, no. Terminan bajando y bajando y no hay fórmula para hacerlos subir. Y otros que de haber llegado al espacio más ruin de la más vil profundidad en vida, ni la muerte logra abrirle un resquicio de paz.

El Seibo es una ciudad heroica, aunque poco se dice al respecto. Figura entre los primeros pueblos que participan en el movimiento español contra Francia y se adhiere a la proclama de la separación de Haití antes de que suceda el acto de fundación de la nación dominicana la noche del 27 de febrero. El padre de Pedro Santana, que llevaba igual nombre, estaba entre los que participaron en ambos sucesos históricos, a más de que fue uno de los lugartenientes de Juan Sánchez Ramírez en el proceso de la Reconquista. Sus hijos mellizos, Ramón y Pedro, rayanos, nacidos en Hincha que luego pasó a ser parte de Haití, crecen en medio de un hato seibano (antes vivieron en Gurabo, Santiago, y en Sabana Perdida, en un largo viaje desde Hincha tratando de escapar de los desmanes haitianos), y en El Prado forman parte de una familia muy respetada en la región oriental, educados bajo valores patrióticos y de defensa de la emancipación frente al régimen haitiano.

Cuando Duarte viaja al Este ganando prosélitos para la causa independentista, a quien escoge para atraerlos a su proyecto es a los mellizos Santana. Pedro, que se había visto obligado a formar parte de las milicias haitianas cuando Boyer establece el servicio militar obligatorio, ya tiene rango de coronel debido a sus habilidades con las armas y a su destreza como soldado de caballería. Pedro nunca fue independentista. Fue separatista, pero siempre estuvo convencido de que el territorio dominicano necesitaba de la ayuda extranjera para sobrevivir frente a las continuas embestidas de los poderosos vecinos. Hay que tener en cuenta que para la época Haití tenía 800 mil habitantes y la parte este, o sea nuestro territorio, sólo poseía 125 mil. Juan Bosch lo afirmó de manera contundente: “Juan Pablo Duarte tuvo el coraje de creer que en un territorio pequeño, deshabitado e incomunicado interior y exteriormente podía establecerse una república. Para creer eso era necesario tener una fe inconmovible en la capacidad de lucha del pueblo dominicano, y Duarte la tuvo”. Quien no la tuvo desde siempre fue Pedro Santana, quien al final terminó adhiriéndose a la causa que enarbolaban Los Trinitarios cuando supo que en el grupo estaba Francisco del Rosario Sánchez, debido a la relación casi familiar que existía entre ambos, a causa de las estrecha amistad entre Narciso Sánchez, padre de Francisco, y el progenitor de Pedro. “Si un hijo de Narciso Sánchez está en ese complot, yo me enrolo en el mismo”, dijo Pedro, sin avizorar ni remotamente las desgracias que haría caer sobre la familia Sánchez tiempo más tarde.

La verdad histórica no puede acomodarse. Lo cierto es que el país pequeño, pobre y sin ideales de entonces, no entendía eso de independencia. Los pudientes y cultos se burlaban de los filorios, el pequeño grupo duartiano que propugnaba por la liberación y la soberanía total. Y la gran masa llena de miseria, entendía menos. No olvidemos que los dos acontecimientos que movilizan la separación buscaron el protectorado extranjero: Sánchez Ramírez humilló a Ferrand venciendo a sus tropas, y el general francés terminó suicidándose de la vergüenza, pero el héroe de Palo Hincado aunque terminó gobernando con sentido de independencia, busco apoyo británico y su objetivo fue devolver a España el país que los franceses querían para sí; y Núñez de Cáceres levantó el ideal de la independencia, pero buscó acogerse en los brazos de la Gran Colombia. Seamos francos. La mayoría de la gente de la parte este no creía en proyecto alguno de independencia y sus líderes, si eran tales entonces, no tenían como propósito fundamental el librar una lucha para ese objetivo. La grandeza de Duarte, que no pocos niegan en tertulias bohemias, radicó precisamente en creer que la independencia era posible y que no era simplemente la separación de Haití por la que debía trabajar. Duarte tenía visión de futuro. Vuelvo a Juan Bosch y a su clarividencia conceptual: “Una cosa es tener una creencia y poner en ella toda la fe de que es capaz el alma humana y otra cosa es dedicarse a convertir esa creencia en realidad, y Duarte fue capaz de hacer esto último”. Frente a su lucha estaban los afrancesados, los hispanófilos y los que buscaban negociar con un Estados Unidos interesado en la venta de la bahía de Samaná. Duarte tiene que hacer extensas reuniones con personas a quienes desea integrar a la conjura para separarnos de Haití y forjar una nación nueva. De hecho, su interlocutor principal en El Seibo es Ramón y no Pedro. Junto a Joaquín Lluberes que está asociado al ideal trinitario, conversa largamente con Ramón Santana para convencerlo, y lo convence. Pero, cuando Duarte sugiere nombrarlo coronel de las fuerzas independentistas en El Seibo, Ramón le solicita que nombre a Pedro que es el experto en las armas, y así es como Pedro –dubitativo por lo que busca Duarte- termina incorporándose a la lucha trinitaria. Pronto, sufrirán las consecuencias. El general haitiano Charles Herard se entera de lo que viene tramándose en la parte este –recordemos que aún no éramos “dominicanos”- y mientras Duarte, Pina, Juan Isidro Pérez y Sánchez logran ocultarse, los hermanos Santana son apresados en el hato de El Prado, y luego trasladados a Santo Domingo con el fin de encarcelarlos en Puerto Príncipe. Son las primeras víctimas del ideal independentista en movimiento. Pero, los mellizos Santana son hombres arrojados y cuando las tropas de Herard le llevan presos hacia Haití, mientras pernoctan en Baní, específicamente en Matanzas, ambos logran escaparse y no hubo forma de que persiguiéndolos tenazmente por los montes las tropas haitianas dieran con ellos. Venciendo dificultades, lograron llegar de nuevo a su casa, en El Seibo.

Duarte por su lado, con un grupo pequeño pero que va acogiendo adeptos, y los Santana por el suyo, con el poder que les da su nombradía familiar y su hacienda, luchan para librar nuestro territorio del gobierno haitiano. Entretanto, Buenaventura Báez, que es diputado ante el congreso haitiano –no olvidemos que la isla entera estaba bajo el dominio de nuestros tenaces vecinos- impulsa el grupo de los afrancesados que conspira para que sea Francia la que guíe y dirija la nueva nación que se intenta fundar. Es una línea del momento. La historia hay que estudiarla situándonos en la época en que se desarrollan los acontecimientos. No hay otra manera. Los líderes –todavía Duarte no lo es del todo, es un joven revolucionario que batalla para crear conciencia de nación libre e independiente “de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera”- viven creando fórmulas para eliminar la presencia haitiana en nuestro territorio, pero con ayuda del exterior. Báez cree que Francia es la solución. Santana, en lo profundo, cree que es España. Pero, no ha llegado su tiempo. Los trinitarios observando que el plan de los afrancesados avanza, se apresuran a adelantar el golpe. El plan Levasseur puede aguar la fiesta. Sánchez, auxiliado por Tomás Bobadilla, cuya cultura sobresalía en aquella sociedad, prepara el “Manifiesto de la parte Este sobre las causas de separación de la República Haitiana” que firman con su sangre todos los integrantes del movimiento independentista duartiano, incluyendo los mellizos seibanos. Y en el silencio de las diez de la noche del Santo Domingo de entonces, la Puerta de la Misericordia sirve de escenario para reunir a los conjurados y en el baluarte de El Conde se produce el hecho fundacional de la República Dominicana, cita a la que no acuden todos los que firmaron con sangre el manifiesto aludido –tal la duda existente sobre el éxito de esta tarea- pero sí los Santana que en El Seibo son los primeros –después de los habitantes de la villa de San Carlos- que respaldan la proclama y reafirman su apoyo a la causa. En pocos días, se unirán Moca, La Vega, San Cristóbal, San Francisco de Macorís. Los demás pueblos van incorporándose a lo que sus propios habitantes desconocen formalmente que es el nacimiento de la nación dominicana. El nuevo país prepara sus milicias que van llegando de Haina, de San Cristóbal. Y por supuesto de El Seibo, donde los mellizos Santana logran que todos los ganaderos del este aporten carne de vaca abundante y ofrezcan en donación sus equinos para conformar el nuevo ejército, al tiempo que la Junta Gubernativa con Bobadilla a la cabeza (Sánchez, Mella, Manuel Jiménez, Joaquín Puello y Remigio del Castillo son los demás componentes. No olvidemos que Duarte está exiliado) comienza a tomar control de la situación y a exigir la “pura y simple” capitulación haitiana. Hasta aquí todo va bien.

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