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Por el Cibao con Tulio Cestero

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Por el Cibao con Tulio Cestero
Darío Suro. “Caballos bajo la lluvia”.

Buscando material para los lectores de Conversando con el Tiempo –como bautizara Adriano esta columna sorprendiendo gratamente a su amigo “Giuseppe” una década atrás- me tropecé con “Por el Cibao en 1900”, una crónica de viaje de Tulio M. Cestero. A 120 años de distancia, vale acompañar a este maestro de la prosa vivaz en su recorrido colorido por los caminos enlodados de la Patria.

“Tres caminos conducen al viajero que sale de Santo Domingo a La Vega: el de San Pedro, La Gallina y Bonao. Mi compañero de viaje, el Gral. Francisco A. Gómez y Moya, ministro de Guerra y Marina, prefiere siempre el último que ofrece más comodidades al viajero y porque hacen para él la ruta gratísima las simpatías y afecto que inspira a los vecinos.

“En los primeros días del mes de agosto, época de mi viaje, las lluvias siempre fieles a estas comarcas, caían copiosamente. Desde Santo Domingo hasta La Vega el camino era un solo pantano; no caminaban veinte pasos las bestias sin atravesar charcos, verdaderos arroyos de lodo, en los cuales el animal se sumerge hasta la barriga y sale gracias a la voluntad de las bestias criollas, a la espuela y los gritos del jinete cuando el lodo asoleado se ha endurecido un tanto, la pata de la bestia al salir produce el ruido de un fuerte disparo y a las veces el animal vacila y arrastra en su caída al jinete, cuya angustia y asco deben ser imponderables.

“El camino es malo, pero fácil de arreglar, de hacerlo transitable. A mí se me antoja bueno, cuando recuerdo el de Cumaná a Maturín en Venezuela: una pica abierta en el corazón de una serranía, de subidas y bajadas pendientísimas, verdaderas montañas rusas, propio para caballos y jinetes bárbaros. El camino necesita que lo limpien, a fin de que las aguas corran rápidamente, desmontarlo para darle mayor anchura, colocar pequeños puentes de tablas en algunas partes y romper una que otra cuesta.

“Sus pasajes difíciles, fatigosos y aun peligrosos son los cuellos Blanco y Los Guananitos, las lomas del Aguacate y Laguneta, entre Santo Domingo y Bonao y entre Bonao y La Vega, las lomas de Algarrobo y Miranda, por una de cuyas bajadas de piedra blanca, de una pendiente violentísima, resbaladiza como la superficie de un jabón, en algunas partes una verdadera escalera, la bestia se desliza más que anda y el jinete prudente que no esté seguro de los cascos de su montura, hará bien en desmontar y echar el animal por delante para evitar un desnucamiento.

“Hacer caminos, he ahí una gran obra de empresa inmediata. Mientras los caminos sean estos pantanos interminables, estas veredas estrechas, estas agrias cuestas, el Progreso no pasará por ellos. Hay un gran número de frutos menores en el Cibao que podrían traerse a la Capital y hay en Santo Domingo productos industriales que podrían ser llevados allí; operaciones ventajosas para ambos mercados. Pero sin caminos, que hagan rápido y barato el transporte, ¿cómo ha de verificarse este cambio útil y necesario? El Gobierno debiera pensar menos en los palacios de las ciudades y más en los caminos.

“Desde que se entra en campos de la Provincia de La Vega, el camino antes flanqueado por malezas y guayabales, varía de aspecto, comienza a verse bohíos, tierras cultivadas y gentes en quienes se nota cierto bienestar. A unas siete horas de La Vega, está el Bonao. Para el viajero que como yo ha hecho una jornada de diez y siete horas por el lodo y bajo el agua torrencial, el Bonao es un oasis, una sonrisa. El pueblo, cuyo caserío es de palma y yagua, algunas casas cubiertas de zinc, es grato, simpático. Entramos a él a las cinco de la tarde, después de haber descansado todo un día de las fatigas del día anterior, en las estancias de Don Marcelino de Vargas, y de sus hijos Ramón y David, cuya amable hospitalidad no es posible olvidar y de haber pedido a las claras y frescas linfas del Yuna remedio para nuestros huesos anquilosados.

“El sol poniente baña los bohíos de púrpura y oro. A las ventanas y puertas se asoman las muchachas, de fino tipo y aire gentil, todas lucen en la cabeza o en el corpiño un ramo de flores, lo que produce en el espíritu del viajero una agradable impresión artística. En cada casa hay un cubierto o una taza de café ofrecidos con placer al transeúnte; la hospitalidad es insinuante, franca.

“Los campos del Bonao, están bien cultivados. Los ricos, los acomodados viven en sus estancias, cuyas casas superiores a las del pueblo, son hermosas, construidas de madera y techadas de zinc, confortables, bien amuebladas; algunas cuya sala luce muebles de Viena. Los beneficios del trabajo se palpan, estas gentes viven cómodas, alegres, felices. Cuando tengan buenos caminos se acrecerá su bienestar y su riqueza. Hay que hacer caminos para fomentar la Industria y la Agricultura; para acercar los pueblos y que los hombres del Norte, del Sur y del Este se conozcan y se abracen estrechamente; para unificar los intereses, los ideales y las energías patrias.

“La Vega es la villa del Porvenir. Maravillosamente situada en el centro del valle de la Vega Real, a la riba del Camú, hacia ella se orienta la fuerza productora del Cibao: en días próximos, cuando los ferrocarriles de Santiago y Moca se enlacen al Ferrocarril de Samaná y Santiago, cuando la energía y el entusiasmo realicen esas obras necesarias y fáciles, Santiago, que ya envía a lomos de bestias una gran cantidad, le enviará todo su tabaco; Moca, su cacao y su café; en días más lejanos, las lomas de Jarabacoa sus ricas maderas, y luego, más tarde aún, las lomas de Constanza, su trigo. Se dijera de La Vega que es la encrucijada del Progreso; por ahí entrará la corriente bienhechora, para tomar los caminos de Santiago, Moca y las lomas de Jarabacoa y Constanza.

“Desde el amanecer comienza el febricitante movimiento de la villa, por las calles desfilan las recuas cargadas de frutos que a la tarde regresarán con mercancías y provisiones; los establecimientos colmados de compradores y vendedores. A las seis de la mañana el tren parte silbando a llevar su carga a Sánchez o a las doce llega a traer lo que el puerto envía. El tren es el abrazo amoroso del puerto y la villa.

“La ciudad tiene un alegre aspecto de día, trabaja, largamente; de noche se acuesta temprano y por sus calles obscuras solo transitan los serenos, el grupo de mozos que concurren al Club Camú y algunos ciudadanos que toman el fresco y charlan en los bancos del parque.

“En su mayoría las casas son de madera; pero las de reciente construcción, cómodas y elegantes, dan a la villa un matiz de modernismo. Se nota el anhelo de embellecerla, de hacer su Vega gentil y confortable, que anima al laborioso vegano. La casa en construcción del Sr. Zoilo García, es casi un palacio, una mansión señorial; la casa de Gobierno, en la cual están instaladas todas las oficinas públicas, es un buen edificio de mampostería, de dos pisos; es deplorable que no sea propiedad del Estado.

“La iglesia, levantada en los últimos tiempos casi desde sus cimientos, en cuya fábrica se gastaron ocho años, es un hermoso edificio de piedra cubierto de hierro, solado de mármol, y más que nada, es un precioso documento para juzgar de la voluntad y constancia de La Vega. Cada una de sus piedras representa el concurso de cada habitante, largo y noble esfuerzo sin desmayos del cual puede sentirse orgullosa.

“Las calles de La Vega son rectas, aunque no bastante anchas y sin aceras. Su arreglo sería empresa fácil, así como debiera el Municipio resolver que los dueños de casas pongan aceras uniformes de ladrillos o cemento. El perímetro de la ciudad cubre una superficie de 900,000 metros cuadrados, dividida en 21 calles paralelas. En el censo levantado en 1898 por el Ayuntamiento y la Sociedad Progresista, tiene 798 casas habitadas por 3,406 almas, de las cuales 1,510 hombres y 1,896 mujeres.

“El número de habitantes y de casas se acrece cada día; la inmigración extranjera y de las demás provincias acude solícita a ocuparse con provecho en las artes del Comercio, la Agricultura y la Industria; el cacao, afirman quienes saben, sostendrá por más de 25 años su alto precio en los mercados extranjeros; La Vega ofrece campo amplísimo a las energías juveniles, sus tierras acendran un inagotable yacimiento de oro: el cacao.

“El parque es lindo y grato, tal vez el más bello del Cibao; con una glorieta moderna en el centro, dividido en arriates, en los cuales las muchachas cultivan flores, que en las noches embalsaman el aire y se armoniza el perfume del parque florecido con el perfume de las damas y las notas de la banda que toca la retreta y se forma un ambiente delicioso.

“El paisaje de La Vega es inolvidable. Al atardecer, cuando los establecimientos se cierran y se alejan rápidamente las recuas retardadas, un velo de luz melancólica envuelve la villa laxa; se escuchan los mugidos de las vacadas en los potreros vecinos, relincha y caracolea un caballo que pasa cargado con la vanidad de su jinete. En la sabana el sol tiende sobre el césped un manto de púrpura y oro. En las lomas las arboledas, los jarales de la falda, de un verde sombrío, casi negro, y hacia la cima las líneas suaves, de un azul de esmalte chino, y en el centro de la loma, un espacio blanco, un plantío o una rosa, que semeja la cicatriz de una herida profunda en la piedra.

“Centros de cultura y recreo existen. La Sociedad Progresista fue fundada en 1878, tiene 24 socios, un buen local de mampostería, posee una biblioteca con más de 500 volúmenes. En consonancia con su nombre ha trabajado y trabaja por el progreso, son obras suyas: el reloj público, Escuela nocturna, la primera banda de música, la medalla del Padre Billini, contribuyó a la obra del parque y de acuerdo con el Ayuntamiento levantó el Censo de 1898. El Club Camú está instalado en una casa de dos pisos frente al parque, tiene más de 100 socios y fue fundado hace 3 años. En sus salones, en las noches de bailes o reuniones, el viajero admira los encantos de las damas y la corrección de los caballeros.”

Seguiremos conversando con Adriano.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.