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Se han ido, Dios sabrá donde

Amigos y amigas que se nos han ido por vía de la muerte no se sabe adónde han llegado. Los católicos dicen que ha llegado al cielo, y ojalá aquello sea verdad. Pues al morir personas tan amadas, el corazón se nos llena de tristeza. Cada día damos la despedida dolorosa y llena de lágrimas a ese amigo o amiga con quienes compartidos las clases de la escuela, la universidad, que éramos vecinos, la vida y las cosas posibles e imposibles y otras tantas cosas buenas.

De Moca se nos fue, hace unos días, Rubén Lulo Gitte, que nos dejó la vida con un dolor muy fuerte. Era un hombre que había que seguir con su buena conducta, con su trabajo excelente, con la formación de una provincia exquisita, con una familia como una corona de flores y verduras que cubrían a la esposa y a los hijos, con unas canciones que nos alegraban cada día. Rubén Lulo se ha ido pero se nos ha quedado en el corazón y en el alma.

Uno sabe que la vida, aún a nacer, nos lleva en pocos días o muchos años después, a cruzar las fronteras de estar vivo. Pero aunque uno lo sabe, nos pone el corazón temblando y los ojos llenos de lágrimas. No importa si una enfermedad y con muchos años, nos da el aviso. La muerte de amigos no tiene nada que nos hace sentir dichos.

No tienen nada que borrar las misas, las oraciones, el cementerio, las muchas personas que asisten al despido, prender velas, etc., ni los años borran a los amigos y las amigas, lo que si puede aliviar es saber que uno está en fila, a unos pocos pasos del que dejó la vida.

Si uno se va al cielo, amén. Pero si no sabe adónde llega y porqué llega a un lugar desconocido, amén, también.

El 2 de noviembre es el día dedicado a los que ya se fueron, difuntos como se les llama, y mucha gente va ese solo día al cementerio a visitar a sus parientes.