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Merengue
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Siempre Johnny

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Siempre Johnny
Johnny Ventura junto al autor.

En la obra Antología del Merengue, publicada en 1988 por el Banco Antillano que presidía el buen amigo Polibio Díaz, sus autores José del Castillo y Manuel García Arévalo, tras exponer en la sección que denominaron “La Era de las Grandes Orquestas” la impronta de las big bands -con sus arreglos maravillosos- en el desarrollo de nuestro género musical bailable, esbozaban el surgimiento de la que llamaron “La Fase del Combo”. La explicación ofrecida reza como sigue.

“Tras la muerte de Trujillo, las grandes orquestas -que habían recibido un patrocinio directo o indirecto de las instituciones del régimen y de los propios miembros de la familia gobernante- iniciaron un irreversible proceso de declinación. Agrupaciones que integraban una veintena de músicos, más un elenco de cantantes, con directores que habían alcanzado una elevada reputación en el mundo artístico, vendrían a resultar inviables en términos económicos, bajo el nuevo contexto.

“Al mismo tiempo, un nuevo modelo de organización musical -el combo- ganaba espacio, como lo revelaba el éxito alcanzado por Cortijo y su Combo en Puerto Rico. Un número más reducido de músicos, que oscilaba entre ocho y diez, lo hacía más funcional, facilitando su presencia en los salones de baile, en los shows de televisión y en otras presentaciones, a un costo más reducido.

“Las grandes pistas, que habían alcanzado su apogeo durante la Era de Trujillo (el Night Club de La Voz Dominicana, el Patio Español del Hotel Jaragua, el Salón Cinco Estrellas del Hotel Embajador), cedían progresivamente su lugar a centros más modestos, como las boites, que comenzaron a proliferar. Combo y boite se consustanciaron como expresiones de una nueva fase de sociabilidad musical y danzante.

“En los Estados Unidos, la avalancha del rock and roll y el twist, puso de moda conjuntos musicales más reducidos en el número de integrantes, potenciados por el empleo de la guitarra eléctrica, el piano eléctrico, el rol destacado de la batería y ensordecedores equipos de amplificación del sonido. Bill Haley y sus Cometas, Elvis Presley, Little Richard, Chubby Checker, con su ritmo contagioso y desparpajo escénico, se convirtieron en patrones a seguir por la juventud.

“Y la República Dominicana no sería una excepción. Así lo confiesa Johnny Ventura: “Lo que se me ocurrió hacer fue un poco de mezcla entre el merengue clásico y esa música del ‘rock’ y del ‘twist’ que ocupaba toda la atención de la juventud y de las radioemisoras que teníamos en aquel entonces”. En una entrevista reciente, el carismático artista reclamaba que su estilo coreográfico era una mezcla propia, cosechada de la influencia gravitante que ejercieron en él Joseíto Mateo –el primero en recrear el merengue en los escenarios con pasitos marcados por Gene Kelly-, el inmenso cubano Benny Moré y el ídolo frenético del rock Elvis Presley.

“Las consecuencias de esta iniciativa –apuntábamos con certeza- se traducirían en una aceleración rítmica del merengue y las consiguientes variaciones en la coreografía, estimuladas por los movimientos de los cantantes, situados al frente del conjunto, a los que más tarde se les añadiría un set de bailadores.”

Así introducíamos en la referida obra la que bautizáramos “Fase del Combo”, que no sólo incluiría de manera especial a Johnny Ventura, sino a otras agrupaciones musicales como la de Félix del Rosario y sus Magos del Ritmo –que compitiera con vigor con el Combo Show-, La Tribu de Cuco Valoy, Wilfrido Vargas y sus Beduinos, entre muchos otros conjuntos.

Más de tres décadas atrás, en la ponderación de su estampa singular en la historia de nuestro fenómeno musical por excelencia, indicábamos que “Johnny Ventura y su Combo encabezarían el movimiento de este nuevo tipo de merengue, en los inicios de la década del 60. En el ambiente de efervescencia política que vivía la sociedad dominicana, de mayor liberalidad y desenfado, de cuestionamiento a lo tradicional -al grado que Ventura llegó a afirmar que “el merengue tradicional estaba completamente comprometido con la tiranía”-, este género sufrió el impacto del proceso de cambios. Alcanzó el merengue una mayor plenitud en su función de hacer la crónica de la vida cotidiana del pueblo dominicano.

“Durante meses, la gente festejó en las calles la muerte trágica de Trujillo, bailando un merengue -interpretado por la Orquesta de Antonio Morel- irreverente para aquella figura que había sido colmada con las más rebuscadas lisonjas durante 30 años de dominio absolutista. “Mataron al chivo/en 1a carretera/Déjenmelo ver/déjenmelo ver/Mataron al chivo/ y no me lo dejaron ver”. Se trataba de un feliz fusilamiento de un merengue venezolano de Balbino García, adaptado a las circunstancias del magnicidio dominicano, que Aldemaro Romero grabara en 1956. Y en 1996 relanzara Gerardo Rosales.

“Recuperó el merengue su valor picaresco, a través del doble sentido de muchos de sus textos, tan caro a su origen y a su trayectoria. Como lo expresa Johnny Ventura en el merengue El Cuabero (“Vecina, llegó el cuabero/ A coger su estilla/Juiga...”), o en El difunto, del prolífico publicista Ramoncito Díaz (“Con mi comadre/ siempre ando junto/ Pero es velando/ por el difunto”).

O más abiertamente en la lírica de este prodigioso Cachimbo: “El cachimbo que yo tengo nadie lo puede igualar/ yo lo enciendo por la noche dura hasta la madrugá/ porque está hecho de barro con tierra de mi país/ y hasta el humo que se exhala es del tabaco de aquí/ Mi cachimbo es peligroso porque siempre está prendío/ que nadie juegue con este cachimbo mío/ Hay muchos envidiosos que lo quieren apagar/ Yo los reto a que lo intenten que no lo van a lograr”.

“La vida de los barrios populares de nuestras ciudades se coló con fuerza en las letras de los temas interpretados por Johnny Ventura, como El Carbonero, texto de Freddy Beras Goico, pieza que alude con nostalgia a la desaparición de este personaje del colorido urbano: “Como cansado buey de carretero/haciendo yunta con su propia vida/va tiznado de negro y cuesta arriba/ voceando su carbón el carbonero”.

El merengue La Agarradera –de la autoría del músico sanjuanero Luis Pérez, director del Combo Caribe que actuaba en El Moderno en los inicios de los 60, con quien se produjo la primera grabación en un sencillo de 1962-, fue uno de los primeros éxitos que pegó Johnny Ventura a la edad de 21 años, dándole título a un primer LP, fabricado por Salón Estudios Mozart de Atala Blandino (“La agarradera no la bailo yo/La bailó una vieja/y del tiro se murió”). Aceleradísima, a velocidad maratónica, para dejar exhaustos a los bailadores en la pista, no sólo a la pobre vieja de la lírica.

En 1964 Ventura, siendo aún cantante de la Súper Orquesta San José que conducía Papa Molina –una de las excelentes agrupaciones de La Voz Dominicana, en cuya Escuela de Música y Canto estudió Johnny becado, así como en la Escuela de Locución Héctor J. Díaz-, organizó su propio Combo. Bajo el sello Remo Records salió ese año el LP Johnny Ventura El Llorón subtitulado El Florón. Este tema -alusivo a un juego tradicional infantil y a sus versiones cantadas, del cual toma su título- es recreado por el ingenio merenguero en el escenario del velatorio de Ramón.

Aprovecha el cantante para presentar en la ronda lúdica del Florón a los integrantes de la banda, proyectando así lo que sería sello distintivo del Combo Show en el montaje de sus números más emblemáticos, ricos en innovaciones coreográficas y actuaciones hilarantes de factura compartida. Contando en su trayectoria con la presencia del genial Luisito Martí –músico, cantante, libretista y humorista eximio-, la gracia de Roberto del Castillo, Luis Sánchez –merenguero veterano de varias orquestas, incluida Morel-, Pablito Barriga, el versátil Anthony Ríos, Fausto Rey, entre otros.

En Llegaron los Caballos (“El que venga atrás que arree/que llegaron los Caballos/No hay que cantar como un gallo/pero hay que saberlo hacer”), alude Ventura a su propia organización musical en el terreno competitivo de esta industria del entretenimiento. Que reivindicaría más tarde en rol absolutamente protagónico con la composición Yo soy el merengue. En El Popular (1974) refiere Johnny, en visión autobiográfica, su atractiva personalidad como auténtico ídolo de masas, que se proyectaría al campo de la política de la mano de Peña Gómez. Ocupando una curul en la Cámara de Diputados y la sindicatura del DN (1998-2002).

El Tabaco “es fuerte, pero hay que fumárselo” –del querido economista de la FCES/UASD William Napoleón Liriano-, un exitazo de 1973, alcanzaría ribetes inesperados en la épica de la política, al coronar su estribillo alocuciones radiales encendidas de Peña Gómez, ante la amenaza de su deportación durante los fieros 12 años.

En su fecundo recorrido coronado por más de 100 álbumes con 28 discos de oro y múltiples Grammy, el combo lanzó en 1967 La Muerte de Martín de la autoría de Héctor J. Díaz, dramatizada magistralmente por Luisito Martí. El Pingüino –del cubano Ernesto Duarte- que interpretara en el 50 Cab Calloway en La Habana, también pegó fuerte. Capullo y Sorullo del inolvidable Bobby Capó y Patacón Pisao del colombiano Ramón Chaverra, hitearon junto a Pitaste de Ventura, René Solís y Huchi Lora. Y claro, el picaresco Te digo ahorita. Para Chaverra, entre más de 20 versiones de Patacón Pisao, “la de Ventura fue la que internacionalizó” su composición.

En 1984 Johnny acudió a Viña del Mar. El “monstruo”, como se le llama al público del festival, a las 3 de la mañana, reclamó la presencia del “Negro que bota miel por los poros”. Eufóricos los chilenos recibieron a este ídolo popular, para bailar en una verdadera maratón al ritmo cadencioso del merengue acelerado de Ventura.

El actor Denzel Washington, como tantos en el mundo, al conocer de la muerte súbita de Johnny, expresó su pesar y admiración por este caballero cuya música le puso a mover el cuerpo y le ganó alas al alma. Un joven de 81 años, fogueado entre San Carlos y Villa Juana, hechura del corazón popular de su ciudad.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.