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Sociología e Historia

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Sociología e Historia

Al igual que ocurre con el periodista, tanto el historiador como el sociólogo se ocupan básicamente de una misma realidad: la sociedad, o, si se quiere decir con más precisión, las sociedades en su continuo devenir, mutación, cambio, desarrollo o evolución.

Sin embargo, aunque parezca que el objeto de estudio de cada uno es el mismo, la práctica nos dice que sus ocupaciones son diferentes.

Entonces, ¿a qué se debe que la Historia y la Sociología sean dos ciencias distintas? ¿A qué se debe que el historiador y el sociólogo sean dos profesionales diferentes?

Si pudiéramos responder a estas preguntas, estaríamos en capacidad de diferenciar metodológicamente ambas disciplinas.

Digamos, para empezar, que la Sociología puede definirse como la actividad intelectual que estudia lo que llamamos "realidad social" con el objeto de determinar las regularidades que operan dentro de la misma para de esa manera hacer más inteligible la conducta grupal y llegar eventualmente al establecimiento de leyes y postulados científicos elaborados, en la mayoría de los casos, inductivamente.

Esos casos y leyes sirven para explicar otras conductas humanas grupales -pasadas o presentes- y que sirven, asimismo, para predecir conductas humanas grupales de ocurrencia futura. Dicho de otra manera, la Sociología se ocupa de la determinación de las regularidades o leyes que rigen el comportamiento humano grupal dentro de un contexto social determinado.

He dicho que el sociólogo se ocupa del estudio de la conducta humana grupal -de la realidad social, mejor dicho- tanto pasada como presente. Esto quiere decir que tanto el devenir actual como el pasado son susceptibles de caer bajo la mirada del sociólogo, quien aplicando los métodos de su disciplina irá a buscar factores explicativos de la conducta humana grupal que, de repetirse dentro de contextos similares, podrían producir efectos igualmente similares. Por eso la Sociología tiende a ser una ciencia aplicada cuyas leyes y métodos se utilizan para manipular la realidad social.

El historiador, en cambio, observa y estudia el devenir humano que ha dejado de ser, que agotó de una sola manera una de las muchas posibilidades de realización posibles. El historiador tiene que vérselas con un pasado que fue real como este mismo presente que estamos viviendo, pero que ya no lo es.

Un pasado que con el paso del tiempo va siendo olvidado, va perdiendo relieve, va estableciéndose en formas distorsionadas del pensamiento y de la memoria individual y colectiva, no como fue realmente sino como los propósitos conscientes e inconscientes de los pueblos, naciones, clases o grupos de interés lo han determinado, creándose así tradiciones falsas, mitos, leyendas o, simplemente, interpretaciones inexactas, incompletas o amañadas.

Por ello, aunque la realidad social es, ontológicamente, la misma, cuando el historiador la aborda con intención de estudiarla inmediatamente se le presenta un requisito previo pues esa realidad ha dejado de ser directamente observable y su mayor o menor lejanía temporal condiciona, en mayor o menor grado, las posibilidades de observarla en su ocurrencia y causalidad.

De ahí que, antes de explicar la realidad social, o por lo menos mientras intenta hacerlo, el historiador está obligado a reconstruirla. Pero como esto no es posible realizarlo totalmente, por razones que explicaré más adelante, el historiador tiene que valerse de hipótesis cuyos métodos de validación difieren bastante de los métodos utilizados por el sociólogo. Aquí reside el aspecto diferencial entre la vía de acceso a la realidad social que utilizan el sociólogo y el historiador.

Al sociólogo la realidad social, cuando se ocupa del presente, le es algo dado, inmediato, concreto, directamente observable, hasta manipulable si se quiere. Al historiador, en cambio, la realidad social que desea estudiar le es algo remoto, distante, ausente, observable solamente en función de los restos que han podido conservarse de un pasado que fue mucho más completo que el que se percibe actualmente.

Esa realidad pretérita que intenta estudiar el historiador es observable solamente en función de una actitud mental que implica la capacidad de suspender momentáneamente la visión del ambiente circundante para imaginar metódicamente cómo ocurrieron las cosas.

Algunos lectores seguramente conocen el ya clásico libro de Wright Mills, "La imaginación sociológica". Así como él postulaba la necesidad de dicha imaginación para que el sociólogo pueda abordar y entender la realidad social, así también, creo yo, es necesario que el historiador adopte esa actitud mental que le permita "ver" las cosas del pasado de manera similar a como el sociólogo ver las del presente.

En otras palabras, el historiador deber poseer la capacidad de pensar históricamente porque no es lo mismo pensar históricamente que pensar sociológicamente y, precisamente, porque ambos modos de pensar son diferentes, también los modos de abordar la realidad social, en uno y otro caso, habrán de ser diferentes.

La imaginación metódica supone la capacidad de considerar el hecho histórico como algo ontológicamente igual a cualquier hecho presente puesto que ambos forman parte del mismo flujo continuo de la realidad social.

Con estas afirmaciones no estoy sosteniendo un subjetivismo metodológico, sino simplemente postulando que para que el sociólogo y el historiador puedan estudiar la realidad social, cada uno dentro de su propia temporalidad operativa, es necesario que cada uno adopte una óptica particular frente a esa realidad social pues debido al factor de su ocurrencia temporal, ella se presenta a uno y a otro como fenomenológicamente diversa, aunque ontológicamente sepamos que esa realidad es sólo una, un solo flujo de ocurrencia universal.

En otras palabras, los modos de pensar propios del historiador y del sociólogo implican modos diversos de tratar con la realidad social, ya que no es lo mismo pensar históricamente que sociológicamente.

Cuando el sociólogo inquiere dentro de la realidad social en busca de regularidades de la conducta de los grupos humanos, su pensamiento tiende a suspender conceptualmente el flujo de la realidad y a registrar aquellos aspectos cualitativos y cuantitativos cuya mayor o menor acumulación serán los elementos más significativos de la explicación de causalidades que el sociólogo utilizará para comprender y manipular la realidad.

Dicho de otra manera: el pensamiento sociológico es básicamente de naturaleza estadística puesto que supone que la explicación de la realidad social depende de la distribución, frecuencia e interrelación de eventos y casos, y de la mayor o menor información disponible en relación con la incidencia de rasgos sociales o patrones de conducta humana grupal dentro de contextos sociales determinados, y también supone que esa información es significativa en la medida en que establezca casuísticamente el modo de ocurrencia de los hechos bajo estudio.

Algo diferente ocurre con el pensar histórico. Pensar históricamente significa poner atención al modo en que los hechos sociales fueron transcurriendo y produciéndose, siempre, desde luego, dentro de un contexto dado, pero nunca sin perder de vista la dinamicidad de su ocurrencia.

Pensar históricamente es un "pensar en gerundio". Para el historiador la realidad social es explicable sólo en función de la sucesión de ocurrencias, no en función de la incidencia o frecuencia o distribución estadística de esas ocurrencias como es el caso del sociólogo. En otras palabras, la naturaleza de la explicación histórica procede de la misma naturaleza del pensar histórico que busca más la causalidad de los hechos sociales en la ocurrencia de hechos anteriores que n la simple incidencia estadística.

Además de esas diferencias, hay otra zona en que ambos especialistas tratan en forma diferente la realidad social, y esta es la zona de los instrumentos de análisis que ambos deben utilizar para estudiar los hechos sociales.

Decía anteriormente que tanto el historiador como el sociólogo se ocupan del estudio de la realidad social, pero que ambos tienen que observarlo desde ángulos diferentes debido a que el historiador tiene que encarar un problema previo a cualquier manejo de la realidad social como tal, y este problema es el de la reconstrucción de la misma, debido a que tal como ella se presenta resulta poco menos que imposible comprenderla en vista de las mutilaciones que ha recibido a medida que su ocurrencia se ha ido alejando con el paso del tiempo. Decíamos también que aquí reside el aspecto diferencial, desde el punto de vista metodológico, entre la Sociología y la Historia como disciplinas afines.

Pues bien, con el problema de la reconstrucción del hecho social pasado, esto es, el hecho histórico, surge un aspecto que hasta ahora no hemos discutido, y este aspecto es del de la validez objetiva de esa reconstrucción. Este punto es crucial en la discusión de este problema porque si lo que el historiador busca es explicar por qué ocurrieron los hechos pasados, primero debe determinar cómo ocurrieron.

Ahora bien, y esto no es un simple juego de palabras, resulta que en la explicación histórica el cómo de los hechos es también su por qué, puesto que el historiador, en la medida en que busca hacer aparecer el hecho tal cual fue (tarea imposible) debe tratar de explicar el por qué de su ocurrencia ya que para él la realidad social es explicable solamente en la medida en que su dinamicidad quede claramente puesta de manifiesto, debido a que sin el supuesto previo de esta dinamicidad no es posible explicar cómo o por qué de determinados hechos anteriores surgieron u ocurrieron los hechos que le interesa estudiar.

Entonces, las diferencias entre la Historia y la Sociología residen en algo más que en sus técnicas de investigación. Esas diferencias residen en la necesidad de abordar en forma diferente un mismo objeto en razón de las distintas temporalidades en que ese objeto se presenta.

Por ello, aún cuando el historiador utiliza la Estadística, la Demografía, la Geografía, la Economía, la Antropología y la misma Sociología como ciencias auxiliares en la reconstrucción del pasado, su labor será siempre diferente a la de los especialistas de esas ciencias particulares en razón de que el historiador, al mismo tiempo que reconstruye, explica la realidad social en términos de una causalidad específica a cada hecho dado, y esa causalidad tiene conexiones espaciales, temporales y culturales que no pueden ser medidas ni expresadas estadísticamente.

No es que el historiador deseche la búsqueda de las regularidades explicativas en la ocurrencia de los hechos sociales, no. Es que cuando el historiador tiene que ocuparse de la determinación de esas regularidades, debe hacerlo a través de una previa reconstrucción del pasado. Y lo que es más interesante, es que esa regularidades han de ser establecidas siguiendo métodos específicos de las distintas disciplinas auxiliares.

En otra palabras, el historiador tiene que analizar lo que las demás ciencias sociales, incluyendo la Sociología, pueden darle para explicar la realidad social que él, al mismo tiempo, reconstruye de acuerdo con las técnicas particulares de la metodología histórica, técnicas que ha ido depurándose a media que la Historia ha ido convirtiéndose en una disciplina que ofrece resultados cada vez más precisos.