Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Lecturas

Somos un país de grandes contrastes

Con lo pequeños que somos, tenemos de todo: valles y montañas, ríos y mares, bosques y desiertos, edificios elegantes y casas pobrísimas, somos blancos, negros, mulatos, jabaos, muchos abogados y poca justicia, enfermos que no tienen ni en qué caerse muertos, modernas computadoras, y todos, absolutamente todos, modernos celulares. Algo que me llama mucho la atención es el contraste de una carreta tirada por un mulo con dos mozalbetes que venden naranjas, tierra negra, plátanos verdes y maduros, yuca y esperando que cambie la luz roja del semáforo están al lado de una carísima yipeta, y no es lo que manejen algunos de esos vehículos lujosos sobresalgan con inteligencia y buen comportamiento a los infelices que dirigen la carreta, ni a los mulos que van soportando todo el peso sean los prestigiados del camino. Lo que pasa es que son cosas de la vida que nadie intenta detener,

Llama la atención que con tanto despliegue de avance que hay en nuestro país, conviva a su lado el más absurdo atraso y la carencia. Es cierto que esta situación hace a unos mejores reconocidos que a otros que no tienen oportunidades: a viejos trabajadores que no son pensionados, a investigaciones policiales que se convierten en torturas, a niños y mujeres que son maltratados y violados. Cosas que solo se dejan ver en los periódicos y la televisión, porque aunque sean denunciados, quedan debajo de otras tantas cosas. El contraste es que algunos que no tienen valores meritorios en sus vidas, son aplaudidos porque compran su importancia.

Sin embargo, en nuestro país existen personas que han logrado llegar a las alturas y recibir reconocimientos porque lo han hecho caminando miles de kilómetros de un lado a otro, soportando lluvias y cenizas para ir a la universidad, haciendo los esfuerzos que no hacen los “aplaudidos”. Es que consiguen su desarrollo con plena fuerza por encima de sus pobrezas y sus dificultades. Usted me dirá que esto sucede en todos los países y, es cierto, estoy de acuerdo ¿pero no sería mejor que cada quien tuviera a su alcance lo que está necesitando para desarrollar sus conocimientos, su salud, su dinerito para la vejez? Y no es que todos debemos ser ricos, importantes, aplaudidos y venerados, lo imprescindible sería que en nuestro país se ejecute lo que dicen las leyes sobre trabajadores en camino a la jubilación, ancianos viviendo en las calles, niños, mujeres, hombres maltratados, que la policía no mate a ningún ciudadano y nadie mate a un policía.

Ya no digo más aunque me falte mucho por decir, es que desde esta lejanía, añoro mi país. Cuando vivía allá caminaba en las noches por las calles, disfrutando el malecón, visitando amigas, mirando los campos llenos de plantas arropadas con frutas y flores, sin que nadie se ocupara de asaltarme. Tenemos contrastes y las leyes solo están escritas en los códigos y en pocos momentos de utilizan. Esto también sucede aquí en USA y en el resto del mundo. Es cierto. Pero mi voz solo la utilizo por lo que pasa en mi país.