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Surgimiento del ICDA

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Surgimiento del ICDA
Franklin Delano Roosevelt

En 1946, cuando se fraguaba el Instituto Cultural Dominico Americano (ICDA), el país vivió lo que Bernardo Vega designó en una de sus obras “un interludio de tolerancia” (Un Interludio de Tolerancia. El acuerdo de Trujillo con los comunistas en 1946). Tras el triunfo aliado encabezado por EE.UU., Gran Bretaña y la Unión Soviética, sobre las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón), el mundo experimentó y en particular el continente americano una ola democratizadora. Soplaban vientos de reformas que incluían el Caribe y Centroamérica. Trujillo, advertido de esta tendencia, maniobró para jugar el juego que las circunstancias imponían. Pero sin perder el control. Quizás recreando en el imaginario tropical y sólo momentáneamente, aquella célebre frase extraída de la novela El Gatopardo de Giuseppe di Lampedusa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Sólo que en apariencia o superficialmente. Lo que algunos suelen llamar, “un cambio cosmético”.

En 1941 el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, esbozó como doctrina global las llamadas “cuatro libertades de Roosevelt”. Las libertades de expresión del pensamiento y de culto. El derecho a una vida saludable y pacífica con necesidades satisfechas. La prerrogativa a vivir sin temor a ser agredido por otra nación. Estas ideas nodales, ampliadas, cuajaron en la Carta del Atlántico firmada el 14 de agosto del 41 en alta mar, a bordo del USS Augusta, por Winston Churchill y Roosevelt. La Carta de las Naciones Unidas, rubricada en San Francisco por representantes de 50 naciones el 25 de junio de 1945, reafirmó la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad de la persona humana, en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, favoreciendo el progreso social en un mundo pacífico.

Tras la II Guerra, en una aparente apertura democrática, el régimen de Trujillo ofreció garantías para la formación de partidos con miras a las elecciones pautadas para el 16 de mayo de 1947. Surgieron así el opositor Partido Socialista Popular (PSP) y la Juventud Democrática, integrada en gran medida por jóvenes universitarios. Y se promovió como contrapeso la aparición de partidos manipulados por el oficialismo: el Laborista, el Nacional Democrático y el Obrero Independiente. Se organizó un Congreso Obrero a cargo de sindicalistas oficiales, dirigentes socialistas y representantes de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), a fin de democratizar la Central de Trabajadores Dominicanos (CTD).

El desaparecido diario La Opinión reflejó este proceso como el que más, el cual culminó en mayo de 1947 con la reelección de Trujillo y la imposición del Partido Dominicano en las urnas. Antes, la represión cayó como una dura manopla sobre los opositores. En septiembre de ese año abortó en Cuba la expedición antitrujillista de Cayo Confites –el intento más formidable para derrocar la dictadura en cuanto a número de hombres entrenados y potencia de armamento. Otra expedición armada, en junio de 1949, aunque logró salir de Guatemala con el auspicio del presidente Juan José Arévalo, fracasó al arribar sólo un pequeño contingente a la bahía de Luperón encabezado por Horacio Julio Ornes, de tres grupos que desembarcarían en otros puntos de la geografía nacional. En ambos proyectos, se hizo sentir con vigor el dínamo organizador encarnado por el general Juancito Rodríguez. Un verdadero cruzado por la libertad.

El triunfo aliado que alentó un cambio democratizador en el mundo, tuvo un giro radical con el inicio de la denominada Guerra Fría en 1947, que enfrentó a Estados Unidos y a la Unión Soviética por más de cuatro décadas de tensiones mundiales. Un Trujillo zorruno supo aprovecharse de ese giro, aprovechando el cambio de prioridades geopolíticas, que pasaron del esfuerzo global democratizador a la contención del avance del comunismo.

En este contexto, el ambiente cultural en los días en que se integraba el Comité Organizador del ICDA en 1946 puede ser apreciado por algunos sueltos de prensa. Por entonces, llegaba al país el destacado odontólogo norteamericano Dr. James T. Case, profesor de cirugía dental de la Universidad Northwestern de Chicago, invitado por la Universidad de Santo Domingo, en la que dictaría una serie de conferencias. Fue recibido en el Aeropuerto General Andrews por el Dr. Luis F. Thomén, secretario de Estado de Sanidad y Asistencia Social. Case desempeñó por 16 años el cargo de vicecónsul de la República Dominicana en Chicago.

Igualmente arribaba en esos días el Dr. George Marion, reputado urólogo francés que intervino en 1935 a Trujillo, afectado por estrechez uretral, conforme relato del Dr. Abel González Massenet. Identificado como amigo personal del dictador, en 1938 dio apertura a la cátedra de urología de la Universidad de Santo Domingo, designándose con su nombre el hospital militar inaugurado en octubre de ese año. En esta nueva visita del 46, Marion fue recibido en el aeropuerto por el propio Trujillo, siendo objeto de varios homenajes y reconocimientos durante su estadía. Por entonces, se inauguró en el Ateneo Dominicano una muy comentada exposición de libros y periódicos franceses, con la presencia del canciller Manuel A. Peña Batlle y el embajador de Francia, Vizconde de Maricourt.

Algunos avisos de prensa, publicados en La Opinión el 28 de noviembre de 1946, ofrecen una idea de la creciente influencia de la cultura norteamericana en la capital dominicana. Mientras el Club de la Juventud convocaba a sus socios a participar en sus salones en el tradicional baile de San Andrés, o Baile Blanco, a celebrarse el sábado 30 de noviembre, la Sociedad de Conciertos INTARIN invitaba a la presentación en el teatro Olimpia del grupo vocal norteamericano Fisk Jubilee Singers, con un programa de piezas clásicas, modernas y de spirituals que tuvo un fuerte impacto de crítica.

A su vez, el embajador de Estados Unidos, George H. Butler, firmaba un aviso en el que se anunciaba que con motivo de la fiesta norteamericana de Acción de Gracias la embajada permanecería cerrada. Mientras el Santo Domingo Country Club convocaba a sus socios a celebrar la festividad de Thanksgiving con una cena y música a partir de las 10 p.m. Pero la principal actividad la haría el Hotel Jaragua, el centro de alojamiento y recreación más importante de Ciudad Trujillo desde su apertura en 1942, bajo administración norteamericana. En un arte publicitario de diseño esmerado, se invitaba para el jueves 28 al “Thanksgiving Dinner Dance”. Programa amenizado con la orquesta del maestro Luis Alberti y complementado con el servicio de una cena, a un costo de $5 el cubierto con vino.

Para ese entonces, se hallaba visitando el país una Misión Cultural de España, que fue recibida y agasajada por las autoridades de la Universidad de Santo Domingo, el Ateneo Dominicano, la Casa de España y la Cancillería. Asimismo, la prensa anunciaba el programa de un concierto en la Librería Dominicana ofrecido por una Masa Coral fundada por la señora Carol M. Morgan, esposa del Dr. Barney Morgan, una dinámica educadora norteamericana vinculada a la misión de la Iglesia Presbiteriana en el país. En tanto se destacaba en la primera plana de la prensa del 10 de diciembre de 1946 el sometimiento al congreso por el poder ejecutivo de un proyecto de ley que crearía el Seguro Social.

Justo en el encuadre de este fugaz “interludio de tolerancia” surgió el Domínico, para quedarse por 70 años productivos ofreciendo múltiples frutos benéficos a la sociedad en el campo de la educación y la cultura. Fraguando la amistad entre dos pueblos. Trazando puentes civilizatorios.

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