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Un domingo para mí

Ese día es muy especial para mí. Ha pasado la semana y el domingo me permite levantarte más tarde, leer el periódico despacio incluyendo los comerciales, tomarte el cafecito en el jardín, en el balcón y en esa mecedora que tiene muchos años y perteneció a mi madre. Y tú, quieres salir, sales, vas a casa de una amiga que tenía mucho tiempo sin ver, disfrutas de los nietos y puedes querer el silencio. El sol va despojando las brumas de la noche y lo ves entrar por tu ventana cuando tu cuerpo comienza a desperezarse en esa cómoda cama y tu reloj interno no responde a otra llamada que no sea tu silencio. Pones música, esos boleros que están en tus recuerdos, te metes en una bañera rebosante de espumas y aceites aromados, puedes poner pétalos de rosas (como ponía mi abuela al bañarme cuando era niña en esa batea de oloroso cedro que aún guardo en mi memoria), y sentirás que llegas a las cumbres infinitas del placer.

Lo que te cuento es un lujo, cosas muy sencillas que si te arropas con ellas verás que la felicidad tiene poco que ver con el dinero. Ya sabrás que un domingo no tiene prisas al igual que otros días. Con él viene la armonía, un tiempo engalanado con una ciudad arbolada de almendros, robles, pinos, acacias, flamboyanes, almendros y laureles. Y con ellos, una simple conversación personal o por teléfono que abre las puertas donde solo lo divino tiene amparo. Un domingo a tu medida, porque el sábado, aunque no trabajes, tiene sus quehaceres. Y usted me dirá, es que tengo que hacer esto y aquello, los supermercados están abiertos hasta altas horas del domingo, igual las tiendas, los Mall, y debo ir a comprar esto y aquello y le prometía a una persona que la llevaría a tal lado. Bueeeeno, lo entiendo. Pero cada quien hace lo que puede y lo que le dé la gana. No se comprometa, deje ese domingo sabroso para usted, haga lo que le salga del ombligo. Sé que hay infelices que no saben que su vida es única, que hay personas incapaces de vivir en armonía consigo mismo y hacen la vida imposible a cualquiera que les cruce por un lado.

La felicidad no es un estado de gracia, está en pequeños detalles que uno mismo fabrica, en lo que llevamos dentro, en lo que tenemos y en lo que no nos falta. Es natural que cualquier domingo, aunque uno lo quiera poner de su lado, se lo arrebate un acontecimiento infeliz y tener que hacer lo que le dé pena, rabia e incomodidades, pero siempre que pueda haga lo que le dé su gana. En el domingo de Semana Santa, aunque aquí en USA no se hacen procesiones, me introduje en alma de Dios, y hablamos, miles de cosas buenas, cómo arreglar otras, nos reímos de lo que están pasando y dijimos que son buenas, mencionamos al Papa Francisco y Dios lo bendijo, nos alegramos con sus comentarios y tanto Dios, como yo, tuvimos un domingo tranquilo y feliz.

Es que la felicidad hay que buscarla. No importa si eres pobre. Disfrutar de lo que tienes, aunque sea poco, es saber que la vida la hizo Dios. Amén, amén, amén.

Denver, Colorado