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Un fenómeno literario llamado Carlos Ruiz Zafón

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Un fenómeno literario llamado Carlos Ruiz Zafón
El escritor barcelonés Carlos Ruiz Zafón. (EFE)

El escritor barcelonés Carlos Ruiz Zafón es un fenómeno extraño en la literatura de corte hispánico. Muy joven, se dedicó al laboreo publicitario, hasta que decidió irse de España y establecerse para siempre en Estados Unidos. Antes de emigrar, se inició en la escritura produciendo libros infantiles y juveniles, casi todos con escasa divulgación y, como él mismo informara alguna vez, de edición deficiente. Su aspiración, tomando en cuenta la cantidad de libros que dio a conocer dirigido a ese tipo de público, era convertirse en un escritor para jóvenes.

Menos de un año antes de partir a Los Ángeles, con el propósito de convertirse en guionista, salió del anonimato de sus primeros libros, editados en imprentas baratas y con editores de bajo monto, y dio a conocer su primer trabajo de gran aliento, la novela “El príncipe de la niebla”, una especie de thriller que logró ganar la primera edición del premio de la editorial Edebé de literatura juvenil. Tenía 29 años de edad. Con los 30 mil euros del lauro hizo maletas y salió a perseguir su sueño de ser guionista en Hollywood. No lo consiguió. Fundó dos empresas y algo hizo en Beverly Hills, pero al fin, ése no fue el campo de sus éxitos. Lo que sí sucedió en Los Ángeles es que logró afianzar su ejercicio literario. Aunque se dio con María Zambrano, Goytisolo y Juan Ramón Jiménez, entre otros casos, desde Puerto Rico, Cuba o Marruecos, el exilio –económico, sentimental o político- fue el escenario de escritores que, igualmente, en otras latitudes (Juan Bosch y Pedro Henríquez Ureña en el caso dominicano), escribieron sus libros de mayor rango fuera de su lugar de origen. Ruiz Zafón no avizoró, en lo inmediato, que debía salirse del género juvenil y siguió produciendo para los jóvenes, luego del triunfo de su primera novela dirigida a ese sector. Se escribe un capítulo dentro del fenómeno: las novelas juveniles del autor comienzan a ser consumidas por los adultos. Reedita sus libros primeros que no tuvieron gran alcance y reinicia su propuesta literaria con nuevo énfasis, fracasado el intento de ser guionista, tal vez soñando con uno que otro Óscar.

A tiempo quizás, se dio cuenta que podía conocer el éxito que ya se le mostraba ante sus ojos con “El príncipe de la niebla”, y comenzó a producir en escala: “El palacio de la medianoche”, “Las luces de septiembre”, “Marina”, prácticamente a razón de un título por año, salvo con “Marina”, una novelita sencilla, plácida, breve, que producirá cuatro años después de “Las luces de septiembre”. Pero, los primeros tres libros salen a uno por año, de 1993 a 1995. No ha abandonado al público juvenil. Sigue en sus trece, o mejor entre sus 7 a 15, que es la edad de su blanco de público. El publicista sabe por dónde se dirige.

Entonces, llegó el salto. Cinco años después de su última novela juvenil, en el 2000, queda finalista del premio Fernando de Lara con su primera novela “adulta”, La sombra del viento. La ganadora ha sido la periodista y escritora con cinco novelas a cuestas ya, Ángeles Caso con “Un largo silencio”, una novela como cientos en España donde todo sale de la guerra civil. La de Ruiz Zafón iba por otro lado: libros, desmemorias, viejos odios, más libros, lecturas, literatura, venganzas, y sí, la guerra de trasfondo, que el tema no puede ser abandonado jamás. La novela de Ángeles Caso está bien, se digiere sin regurgitar. Ha sido premiada y han dejado a Ruiz Zafón de finalista. Hay un dato: no lo conocen como novelista, uno de los jurados ha dicho incluso que suponen es la primera novela de un escritor joven. Zafón sí, es joven, tiene 36 años. Pero, ya carga en su alforja cuatro novelas, sólo que han sido para el consumo de los de 7 a 15. Resulta simpático escuchar decir que es “la primera novela de un escritor que presumimos joven”. Tal vez le ha salido algo de su escritura para adolescentes en esta obra de adultez. De hecho, este elemento saldrá en todas. Ignoran los jurados que, en poco tiempo, la novela arrasará con todos los parámetros, será leída a rabiar, y todas las novelas juveniles anteriores de Zafón tendrán que ser reeditadas –ahora muy bellamente, con tapa dura- y que terminarán siendo adquiridas por adultos, que aplaudirán en sus sillones de lectores a este nuevo –y desconocido- novelista. La demanda de la novela adulta obliga a leer lo que ha publicado antes, y lo que ha publicado antes es pura novela para jóvenes. No importa. Nadie logra zafarse de Zafón. Se constituye en un extraño fenómeno de lectura y, debe suponerse, de ventas.

Cervantes tuvo a los libros de caballerías como influencia para su Quijote: el Amadís de Gaula, el Amadís de Grecia, el Lisuarte de Grecia, Sergas de Esplandián... bueno, eran tantos y era el mismo Amadís en diferentes situaciones, que por eso decía Alonso Quijano que eran “una mesma cosa”. Alguno cree incluso que, en lo que respecta a las “Novelas ejemplares”, Cervantes tuvo en Bocaccio un referente. García Márquez ya sabemos que sus influencias fueron Faulkner y Hemingway, más el último que el primero como el mismo Gabo confirmara. Ruiz Zafón diría luego –cuando llegan las horas de los flashes y el ruido de la fama- que sus influencers habían sido Tolstoi, Dickens y Dostoievski. Y todo esto para decir lo siguiente: a poco tiempo de salir “La sombra del viento”, los críticos de diarios comenzaron a darse cuenta que la novela era un portento. Y, seguramente, después de una buena venta en la feria de Fráncfort, la obra comenzó a ser publicada en diversos idiomas, no sin antes haber logrado reediciones constantes en España. En tiempos recientes, un grupo de críticos la incluyó entre los cien libros más importantes de los últimos veinticinco años. Pero, otros llegaron más lejos, se le comparó –en ventas y trascendencia- al Quijote y a “Cien años de soledad”. Entre estos dos gigantes, Zafón llegaba tercero. Otro gigante. Y la razón, a más de la calidad de la obra, era el millón de copias vendidas a los pocos años de salida de la novela sólo en España, y la traducción en más de 30 lenguas en 40 países. Europa, con Alemania y Francia a la cabeza, y Estados Unidos, estaban arrobados con el escritor barcelonés emigrado a California.

Ruiz Zafón siguió escribiendo desde Los Ángeles y enviando a España sus originales para edición. A “La sombra del viento” le seguirían otras tres novelas (las cuatro conforman su saga de “El cementerio de los libros olvidados”). La primera de las tres últimas, “El juego del ángel”, tuvo una tirada inicial de un millón de ejemplares, algo que nunca había sucedido en el mundo editorial español. En un día, con la gente haciendo cola, se vendieron 250 mil ejemplares. Resulta casi imposible de asimilar. Autores de la estatura de Antonio Muñoz Molina (“El jinete polaco” fue una sensación internacional cuando salió en 1991), Luis Mateo Díez, Juan Manuel de Prada, Juan José Millás, Arturo Pérez Reverte y mis dos favoritos Julián Marías y Javier Cercas, no han alcanzado nunca la lectoría y las ventas de Ruiz Zafón. Cuando publicó su último libro, de los doce que dio a conocer, en 2016, ya no escribió más. A pesar de su amor por el cine, nunca permitió que sus historias fueran llevadas a la pantalla. El autor infantil había quedado atrás. Se quedó en el laberinto de los adultos que terminaron contagiados por su prosa y sus historias, y almacenaron sus cuitas de mayores para bajar al pedestal de los infantes y saciarse por igual de sus tramas. El finalista debió ser el primero, pero los jurados –que acometen con frecuencia barbaridades- escogieron a una novela que –vaya, no hace ascos, jamás- se sepultó temprano en el olvido. Con el agregado de que por los más de 15 millones vendidos de “La sombra del viento” se le puede equiparar a las obras de Cervantes y a la del colombiano de Macondo. Mucho decir.

TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.