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Rafael Solano
Rafael Solano

Viejos escritos

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Viejos escritos
Rafael Solano (ARCHIVO DL)

Solano en el arte nacional

Nunca el arte ha de considerarse como un movimiento de “imposición de fuerzas”, porque de ser así el arte pierde su contenido original, se devalúa la riqueza del motivo que forjó la inspiración y, en consecuencia, la composición artística ha de brotar irremediablemente falseada, y hasta maloliente. Un arte “impuesto”, o simplemente “sugerido”, es un arte de antemano deshecho, perdido; un arte que se desvanece.

El artista crea su obra dentro de las características de su personalidad individual, y si el artista por cualquier circunstancia varía su posición por “imposición”, la proyección de su arte llega mutilada al pueblo que recibe la obra. Un arte que se tuerce circunstancialmente, es un arte que se rompe y se extravía; es un arte que quedará solamente como recuerdo de un momento pasado, expuesto en el museo de las remembranzas. La inspiración de un artista, y la proyección de su arte, no se imponen en una mesa redonda o en un panel de intelectuales. Si así ocurriese, el arte simplemente no existe.

Los que desarrollan su genio artístico organizan sus ideas, sus inspiraciones, escuchando la voz interior de su vocación, sin hacer caso a las voces humanas que puedan desviar el contenido original del sueño que alberga el artista, músico, poeta, escritor. Rafael Solano es un artista como pocos en este país, que deja caminar su arte con la personalidad de un marqués. Su música y las letras de su música, transportan a las muchedumbres que se hacen “uno” con sus canciones. El arte de Rafael Solano llega al pueblo. Su música penetra con profundidad en las almas y la gente va diciendo la letra de su canto por todas partes, allende los mares inclusive. Hoy por hoy, el arte de Rafael Solano es un arte del pueblo. Y un arte así no puede falsearse, ni detractar su contenido.

La obra artística de Rafael Solano no ha terminado. Puede ser que aún sea más larga y mayor su proyección como compositor y la faena de la creación engendre nuevos méritos. El maestro nacional seguirá cantando al amor y a la esperanza, y seguirá recogiendo experiencias vitales que se convertirán luego en canto permanente que dirá la gente por las calles de pueblos, campos y villorrios. Su canto no debe ser lo que desean algunos que califican la obra de Solano de “alienante” y “conformista”. Son los que desean y sueñan que las canciones sean escritas en un pentagrama de protesta, con notas marcadas a tiro de fusil, con solo de bazooka. Es el pueblo el que consume la obra musical de Solano, el que vibra con los sentimientos que traduce, sus experiencias y desvelos. Y el arte del artista, del creador, del músico, no podrá variar su contenido, su fondo, sin el concurso de la gente del pueblo que no ha de permitir que se varíe la “alienación” que llevan en sus letras esas canciones. La obra del maestro Rafael Solano perdurará. Tengo el presentimiento que la otra canción que desea imponerse, no sobrevivirá. Mientras tanto, pensamos que la mesa redonda celebrada recientemente en la UASD para “analizar” la obra de Solano, no fue más que una fracasada forma de detractar el arte del maestro, permitiendo que se dejara ver ese arte con los ojos de la estéril enajenación política de algunos pocos estudiantes y no pocos presumidos intelectuales, en vez de evaluar esa obra con una mentalidad más abierta, menos “alienada”, acorde con la visión de las mayorías.

(1972)

Integración domínico-haitiana

Lenta y ordenadamente se va produciendo en el país la invasión progresiva de cientos de miles de habitantes de la vecina isla de Haití. La teoría del espacio vital que desarrolló en 1822 Henri Christophe.

El planteamiento de la situación en la actualidad es el mismo. La emigración a la parte oriental de la isla ante la problemática del hambre y de la expansión poblacional.

La realidad de la penetración haitiana en nuestro suelo se hace cada vez más alarmante. Miles se quedan aquí anualmente, después de las labores de corte en los ingenios de “azúcar y de alcohol”. O penetran a diario, ilegalmente. Y se quedan en las esquinas friendo “bofe” o “yaniqueques”, vendiendo quinielas o buscandovida en patios y zaguanes. Estadísticas recientes indican que de cada diez mujeres que dan a luz en las policlínicas de centrales azucareros, ocho son haitianas.

En realidad, este no es un problema de ahora. La geografía nos ha unido como dos siameses trágicos, como nos ha enseñado en las aulas universitarias el profesor Jorge Tena Reyes. Ciertamente, el problema es trágico. En Haití, el promedio de parturientas es de 12 años, de donde se deduce el enorme estado de promiscuidad reinante. Además, más del 80 por ciento de la población vive en un estado paupérrimo increíble. Mientras tanto, el índice poblacional va en aumento considerable, y los haitianos siguen ahí, estáticos, en los 22 mil kilómetros cuadrados que conforman su territorio.

Los dominicanos, por nuestra parte, estamos aquí, como si dijéramos, a la expectativa. Pero, la miopía de nuestra indiferencia o de nuestro desconocimiento de la realidad domínico-haitiana nos impide ver con claridad la situación. Estamos a la vera de aquel cuadro trágico. Aún más, unidos geográficamente. Ellos van, poco a poco, minando nuestro territorio, y poco a poco van estableciéndose entre nosotros. La teoría del espacio vital en práctica. O nos echan ellos al mar a nosotros, o nosotros los echamos al mar a ellos. La pujanza viene de su parte. El haitiano es educado en el concepto de la “isla una e indivisible”. La historiografía del vecino país está llena de consideraciones de este tipo. El haitiano tiene una formación socio-histórica en esa proyección. Léase a sus historiadores: Thomas Maddey, Jean Price-Mars, Dorsainvil.

Mientras tanto... qué se está haciendo en el país dominicano para buscar una solución al problema? ¿Qué debe hacerse? ¿Por qué en vez de promover entidades para la integración con otros países más alejados de nuestra realidad socio-histórica no se promueve la integración domínico-haitiana? La integración entre estos dos pueblos –“unidos geográficamente como dos siameses trágicos”- es un imperativo histórico. La solución debe buscarse sin caer en los convencionalismos de los historiadores clásicos (Emiliano Tejera, José Gabriel García) y sin llegar al sectarismo ideológico de historiadores actuales. Una solución práctica, juiciosa y conjunta. Es la única forma de cerrarle el paso a una confrontación que parece irreversible entre nuestro país y la nación vecina “donde cada mañana seca una lágrima el sol”.

(1974)

Estos artículos proceden de la columna “Conclusiones” que publicábamos cada semana en el desaparecido diario El Sol. Tienen 46 y 44 años de edad. l

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