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Bad Bunny y la recomposición de la identidad puertorriqueña

Como fenómeno cultural, Bad Bunny cumple con lo señalado en Katz, E. y Lazarsfeld, P. (1970), donde se sostiene que un líder de opinión es una persona que posee conocimientos específicos y superiores al promedio.

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Bad Bunny y la recomposición de la identidad puertorriqueña
Bad Bunny ha revolucionado con su propuesta musical el ámbito cultural en Puerto Rico. (EFE)

Benito Antonio Martínez Ocasio, mejor conocido como Bad Bunny, se ha posicionado en los últimos años solo como el mayor exponente del género urbano en español, pero también ha alcanzado una amplia exposición como ícono cultural, sobre todo en su Puerto Rico natal, donde se ha convertido en un líder de opinión, con un discurso de identidad propia.

Como fenómeno cultural, Bad Bunny cumple con lo señalado en Katz, E. y Lazarsfeld, P. (1970), donde se sostiene que un líder de opinión es una persona que posee conocimientos específicos y superiores al promedio, y que, a través de un proceso de reconocimiento e identificación con la audiencia, se le reconoce credibilidad e influye y genera un sentimiento de identidad por su público (González-Domínguez, 2017).

Un claro ejemplo de que Bad Bunny produce y emite discursos culturales propulsores de opinión fue el video introductorio que presentó en sus más recientes conciertos en Puerto Rico, celebrados el 10 y 11 de diciembre de 2021, titulado P FKNR, (Pi-Foking-Ar), el cual hace referencia a una de sus canciones. El vídeo -de alrededor de siete minutos, escrito por el periodista Hermes Ayala y narrado por el actor puertorriqueño ganador del premio Oscar, Benicio del Toro, y cuyo amplio material audiovisual, fue recogido por Amanda Nemcik, está compuesto por más de 200 fotografías y tomas-, causó furor en la isla y no pocos consideran que la pieza reconstruyó una parte de la historia puertorriqueña que por siglos ha intentado de ser borrada.

Puerto Rico ha sido una colonia desde hace 529 años. Primero bajo el dominio español, tras la llegada de Cristóbal Colón, en 1493, y luego de la firma del Tratado de París de 1898, que la convirtió en botín de guerra a raíz del triunfo de Estados Unidos sobre España en la Guerra Hispanoamericana. En el contexto de ambas ocupaciones militares y políticas, una de las grandes trincheras de resistencia ante la asimilación de los imperios ha sido la cultura, que se ha convertido en un espacio de enfrentamientos, incluyendo importantes victorias, como la defensa del idioma español frente a la imposición del inglés.

Tras medio siglo de ocupación estadounidense, el discurso cultural prevaleciente en Puerto Rico se desarrolló después de la creación del régimen político en 1952, tras la fundación del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), órgano gubernamental a cargo de la producción y difusión de la cultura, que alimentó la filosofía de lo que se conoce como la mezcla de las tres razas: españoles, taínos y africanos. Esta mezcla racial, predica el acercamiento cultural, recogió en ella nuestro ADN y de alguna manera solapó las invasiones, el racismo y la distinción de clases sociales.

Esa cultura o, digamos, su concepción en nuestro imaginario colectivo no ha evolucionado, o, al menos, no significativamente desde su planteamiento a mediados de años 50 del pasado siglo, hasta que Bad Bunny replanteó toda su sustancia en su vídeo introductorio al concierto. Intentó restablecer nuestro orgullo y autoestima que han sido, durante siglos, lacerados.

En el vídeo, el cantante presentó una cara distinta de lo que es ser un puertorriqueño. Distante de un ser colonizado, que sufre del síndrome de Estocolmo, y de la imagen trillada de seres alegres, pacíficos, vagos, corruptos, incapaces de gobernarnos y de tomar las riendas sobre nuestro destino.

Al reconocerse en el discurso planteado por el vídeo, titulado “Crónica del Archipiélago Leyenda”, los puertorriqueños se entregaron a las lágrimas, la euforia y el orgullo, pero también a viejos resentimientos y discursos políticos, como el que establece que fuimos salvados por los imperios y que sin ellos nunca habría llegado la civilización a la isla.

El audiovisual despertó el respeto por aquellos que han luchado por la identidad nacional, desde el cacique Agueybaná, pasando por Pedro Albizu Campos, pasando por el verano que derrocó al gobernador Ricardo Rosselló, además de iconos culturales, políticos, raciales, sociales y deportivos que han formado esa resistencia nacional a la asimilación.

El video, dirigido por Arí Maniel Cruz Suárez, demostró lo que sostenía Johnson Laird (1990) sobre los modelos mentales: que las relaciones entre discursos y la sociedad son mediatizadas por la cultura. También, que, en los procesos hegemónicos es donde se legitima, redefine y disputa el poder. Para una sociedad como la puertorriqueña, desvalorizada continuamente, poder presenciar nuestra historia desde una perspectiva anclada en el amor y no en el miedo, significó que nos sintiéramos orgullos de nuestras raíces.

En tiempos en que existe un monopolio sobre la cultura y a su vez prevalece un discurso globalizado proveniente del país que nos domina (Eagleton, 2016), que un intro de siete minutos pudiera alcanzar la difusión, apropiamiento e integración en nuestro imaginario colectivo, solo se puede explicar como una manifestación de lo que se conoce como resistencia cultural.

Más importante aún, creó un referente moderno, audaz y actualizado de la cultura y lo que somos como país. En nuestro imaginario colectivo queda, como bien escribió Hermes Ayala, que somos reyes, reinas, campeones y leyendas. Somos boricuas.

TEMAS -

Periodista puertorriqueña, Juris Doctor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y máster en Medios, Comunicación y Cultura en la Universidad Autónoma de Barcelona. Publica con regularidad columnas de opinión y reseñas literarias en varios medios periodísticos y es autora del poemario Salada, su primer libro.