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Orlando Martínez vive en el corazón de su pueblo

A 48 años del asesinato del periodista Orlando Martínez

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Orlando Martínez vive en el corazón de su pueblo

En un reciente encuentro en Casa de España con honorables personas de San José de Ocoa, me impactó un comentario que expresó Juan Carlos Pimentel, un señor de fino verbo y muy popular en Santo Domingo y su natal Ocoa, con respecto a mi hermano Orlando, en el sentido de que él considera que no se ha hecho justicia con el mérito que merece su recuerdo; haciendo alusión al papel esencial de Orlando en la defensa de la Patria y en esa etapa oscura de los llamados doce años de gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, donde la columna “Microscopio” era esperada por todos como un radar que permitía iluminar el acontecer político del momento; y además que la sangre derramada de ese mártir privó al país de la dignidad que lo representaba.

Por su parte, Indhira Vásquez y José Vega, consideraron que gran culpa de esto se debe a la horda de ignominiosos que controlan los medios noticiosos y de opinión. Sintiéndome sorprendido y halagado por esos nuevos amigos no podía hacer menos que incluirme en el diálogo y aprobar sus comentarios, pero haciendo justicia mencioné algunos amigos de Orlando que siempre lo han tenido presente, que pertenecen a toda la geografía del país, y que por ser tantos omito sus nombres en este escrito. 

Pero debo distinguir al Dr. Leonel Fernández Reyna, quien en el albor de su primer mandato y habiendo ridiculizado Orlando al profesor Juan Bosch en una respuesta que tuvo que darle, sacó su grandeza y en un acto de justica y por encima de politiqueros de pensamientos enanos que se le oponían, nombró el Salón de Prensa del palacio presidencial con el nombre de Orlando Martínez Howley; además de llevar a la justicia a sus asesinos, como también poner su nombre a calles y otros espacios. Igual mención importante le corresponde a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que cada año abre sus espacios y realiza actos en honor a la memoria de Orlando.    

Otras muestras de admiración continúan manifestándose. En San Juan de la Maguana, la alcaldesa Hanoi Sánchez Paniagua le hizo honor con una plaza y un museo; y recientemente en Las Matas de Farfán, la Primera Dama, Raquel Arbaje (que a pesar de todo la llevo en mi corazón), se inmortalizó con una hermosa y emblemática obra que embellece la entrada del pueblo que lo vio nacer. 

Al final llegamos a la conclusión que una persona solo muere cuando la han olvidado y todavía ese no es el caso de Orlando. En cambio, mencionaron los nombres de algunos comunicadores que se creyeron importantes, pero que nadie los recuerda porque vendieron su pluma y su conciencia al mejor postor; lo mismo que aquellos que lo hacen a cambio de buscar riqueza con un nombramiento en una embajada o consulado. 

Concluimos que algunas huestes que existen son defensoras de lo peor, porque reciben grandes fortunas por su papel ilusorio y aunque han perdido el respeto de la población, ellos se consideran honorables, e ignoran el hartazgo que producen en la ciudadanía consiente y el daño que hacen en la ignorancia.

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