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«Dos pesos de agua» o la magia de doña Remigia

La historia de la vieja Remigia y Paso Hondo parece repetirse en cada rincón del país

La actual sequía en la República Dominicana parece no tener fin. El sol quema. El calor se torna insoportable. El agua escasea. Las lluvias se alejan cada día más. Las grietas en los terrenos ya comienzan a percibirse. Los embalses de agua se van secando de manera progresiva. El servicio de agua potable a la población disminuye y los productores agrícolas, como en el Paso Hondo de doña Remigia, comienzan a desesperarse.

La historia de la vieja Remigia y Paso Hondo parece repetirse en cada rincón del país.

Paso Hondo es el ambiente imaginario en donde se desarrolla el hecho (una sequía) que magistralmente relata Juan Bosch en uno de sus cuentos capitales: “Dos pesos de agua”, incluido en el volumen “Cuentos escritos antes del exilio” (1982)

En términos generales el cuento relata la historia de Remigia, la vieja campesina, y el extremo optimismo o fe inquebrantable de esta ante los peores desastres que en la vida puedan presentársele. Y el argumento es bastante sencillo:

Paso Hondo, lugar donde reside la vieja Remigia, es afectado por una gran sequía que genera la desesperación y la emigración en masa de los residentes de este lugar. La tragedia natural no solo afecta a la anciana campesina, sino también a sus vecinos, quienes forzados por las circunstancias deciden abandonar sus tierras y salir en busca de mejores condiciones de vida.

Al decir de los lugareños, la sequía, cual castigo divino, se presentó en el momento en que menos se esperaba. Así lo expresa el narrador:

« Todo iba bien. Pero sin saberse cuándo ni cómo se presentó aquella sequía. Pasó un mes sin llover, pasaron dos, pasaron tres. Los hombres que cruzaban por delante de su bohío la saludaban diciendo:

« - Tiempo bravo, Remigia. 

Ella aprobaba en silencio. Acaso comentaba: 

-Prendiendo velas a las Ánimas pasa esto» (1982: 19)

Fue así como poco a poco, la angustia fue aposentándose en el cerebro de todos los residentes en Paso Hondo:

«Comenzó la desesperación. La gente estaba ya transida y la propia tierra quemaba como si despidiera llamas. Todos los arroyos cercanos habían desaparecidos; toda la vegetación de la loma había sido quemada…» (p. 20)

Antes de abandonar el lugar, los vecinos de la vieja pasaban a despedirse de ella y a externar el último lamento:

«-Yo no aguanto, Remigia; a este lugar le han echado mal de ojo...» (p.21)

Todos se marchan, menos Remigia, la cual se queda, confiando en que las Ánimas del Purgatorio, a las cuales ella ha estado prendiendo velas, un día se compadecerán de Paso Hondo y mandarán la lluvia.

«La vieja Remigia se resistía a salir. Algún día caería el agua; alguna tarde se cargaría el cielo de nubes; alguna noche rompería el canto del aguacero sobre el ardido techo de yaguas…» (p.18)

Tiempos después que sus insistentes pedidos habían sido ignorados, las Ánimas descubren que Remigia ha gastado nada más y nada menos que dos pesos en velas. Es entonces cuando de inmediato comienzan a dar respuestas a sus oraciones, enviando la tan esperada lluvia, causando, inconscientemente, una segunda tragedia: la inundación que destruye a Paso Hondo y que se lleva consigo a doña Remigia.

Remigia, que fue capaz de soportar estoicamente los embates de la primera tragedia (sequía) sucumbió ante la furia de la segunda (inundación):

“Cuando sintió el bohío torcerse por la tormenta, Remigia desistió de esperar y levantó al nieto. Se lo pegó al pecho; lo apretó, febril; luchó con el agua que le impedía caminar; empujó, como pudo, la puerta y se echó afuera. A la cintura llevaba el agua; y caminaba, caminaba. No sabía adónde iba. El terrible viento le destrenzaba el cabello, los relámpagos verdeaban en la distancia. El agua crecía, crecía. Levantó más al nieto. Después tropezó y tornó a pararse. Seguía sujetando al nieto y gritando: - ¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!” (p. 18)

En tanto las Ánimas, allá en el cielo, gritaban enloquecidas:

«- ¡Ya va medio peso de agua! ¡Ya va medio peso de agua!» (p. 29)

«-¡Todavía falta; todavía falta! ¡Son dos pesos, dos pesos de agua! ¡Son dos pesos de agua! » (p. 30)

En esta oportunidad, y para que de repente se derrame la lluvia que tanto se desea, quizás surja alguien que como la anciana de nuestra historia empiece a prenderles velas a los santos o a las Ánimas del Purgatorio para que ¡por fin! llueva en la República Dominicana y termine de esa manera la que ha sido considerada como una de las más largas (cuatro meses) sequías que han afectado a esta nación en los últimos años.

TEMAS -
  • Historia
  • Agua
  • escacez
  • Calor

El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura dcaba5@hotmail.com