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Armas y mente

El problema de los tiroteos en escuelas de EEUU está directamente vinculado a la flexibilidad en la venta de armas y el pobre cuidado de la salud mental.

No me puedo imaginar lo que se siente cuando uno se entera que en la escuela a la que asiste un hijo ha habido un tiroteo masivo. Ese momento de terror y de incertidumbre súbita debe ser indescriptible. ¿Estará vivo mi hijo?, será la pregunta inmediata, seguida de un inevitable sentimiento de querer salir corriendo a saber qué pasa y a intentar salvarlo.

El horror debe ser mayor cuando se confirma que ese hijo está entre los muertos y la frustración que invade a un padre por no haber podido hacer nada para evitarlo debe ser de proporciones inimaginables. Porque es que uno no manda a un hijo a la escuela a morir, eso no debería ocurrir nunca, pero en Estados Unidos pasa y lo peor es que sucede muy a menudo.

¿Por qué ocurren estos tiroteos masivos de forma tan seguida en Estados Unidos? La causa no es tan compleja y se limita a una combinación de facilidad para comprar armas y un sistema incapaz de manejar los ciudadanos con problemas de salud mental. Si usted tiene un esquema en el cual una persona con serios problemas mentales puede comprar un arma de corte militar con sus municiones con solo presentar una identificación de mayor de 18 años, pues se conforma la receta para el desastre.

El problema de los tiroteos masivos está en que pasa por poderosos intereses económicos. Primero tenemos al sector de las armas, comandado por la Asociación Nacional del Rifle, que tiene comprado a medio mundo en la política, sobre todo en el Congreso, y se opone a cualquier control sobre la compra de armamento. En segundo lugar está el sector salud, que hace todo lo posible para impedir tener que asumir los altos costos que conlleva identificar, tratar y sostener a un enfermo mental.

Un tercer ingrediente es cultural, basado en la educación, en una sociedad de consumo voraz, en la cual el enfermo mental es tratado como el “perdedor” y es marginado por el colectivo, cocinando en secreto una maldad incalculable que de repente revienta y acaba matando. Como lo hizo Salvador Ramos en Uvalde, Texas.

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Periodista puertorriqueño y Subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue Director Asociado.