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Salud mental
Salud mental

A la sombra del COVID

Desde hace mucho tiempo, la salud mental se encuentra dentro de los más recónditos intereses de aquellos que velan por nuestro bienestar. Siempre al final de la cola, como un mito, una fantasía, algo utópico y mágico.

Con la llegada del COVID, salió a pasear la esperanza de poner el tema como una prioridad; sin embargo, luego de un año de aquel primer encierro, no se cuentan con respuestas efectivas relacionadas a los efectos psicológicos de la pandemia en la población dominicana.

¿A dónde acude el joven de 18 años, de cualquier barrio marginado de nuestro país, cuando muestra poco interés por hacer actividades que antes le apasionaban y se siente decaído, sin esperanza, sin un propósito?

Me gustaría afirmar que se dirige al centro de atención psicológica integral más cercano a su locación. Lamentablemente, le queda más cerca la embriagues en el colmadón, o el impertinente suicidio de un futuro formidable.

La salud mental es la gran olvidada, a pesar de ser prioritaria en el bienestar del individuo. Los datos son catastróficos. Según los resultados preliminares del estudio realizado por el laboratorio Emociones, Salud y Ciberpsicología de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, durante la pandemia, el 38.7% de los dominicanos experimentaron un ataque de pánico; el 20% experimentó síntomas típicos de depresión mayor; el 4% presenta ideas suicidas; entre otros números alarmantes.

Tras leer los datos expresados, no cabe duda de que la población dominicana ha sido afectada a nivel psicológico tras la pandemia. Estos datos también demuestran que este campo de la salud, no ha sido abordado de manera íntegra.

Un 0.73% es la inversión del Estado dominicano para la salud mental. Menos del 1% del presupuesto para una isla con diez millones de habitantes y cien millones de quebrantos.

Es inminente el aumento del presupuesto dirigido a la salud mental, pero más necesario aún es la creación de una comisión especial encargada de esta área de la salud.

La ansiedad que provoca el miedo al contagio y el encierro, las preocupaciones sociales y económicas, el distanciamiento físico y el estrés, son motivos suficientes para incorporar una comisión especializada en salud mental, en la cual se trabajen los temas relacionados a la psicoeducación, prevención y promoción de la misma tras la nueva normalidad y; más que nada, la integración de Centros de Atención Psicológica Integral en los barrios marginados de nuestro país, los cuales eduquen y provean asistencia de manera inmediata a aquellos que presentan un quiebre mental debido a la situación actual.

La psique de nuestro pueblo se debilita cada vez más. Los brujos, curanderos y chamanes de nuestros barrios, no son suficientes, nunca lo han sido... es momento de afrontar la situación desde la ciencia.

Escribiendo esto, vuelve a mí la esperanza de poner la salud mental de los dominicanos como prioridad. Para que el país cambie, primero se debe trabajar en el bienestar interno de los ciudadanos.

El bien colectivo inicia con el bien individual; lamentablemente no hay bienestar sin salud mental.

Tengo fe en que este tema dejará de ser un fantasma que asusta por la noche, y tendrá luz suficiente para salir de la sombra del COVID. Tengo fe en devolverle a aquel joven desesperanzado del barrio marginado, la vitalidad de un futuro formidable. Tengo fe...

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