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COVID-19: Aprendizaje, transparencia y anticipación

Cuando escribo estas líneas, República Dominicana ha reconocido 112 contagios por el COVD-19 (coronavirus) y, lamentablemente, tres personas han perdido la vida por su efecto. Es el resultado tras 20 días desde que la pandemia se hizo visible en el país a través de un italiano que había venido a pasar unas vacaciones.

Desde ese primer caso, registrado el 1 de marzo, la expansión en el país parecía seguir patrones diferentes a los observados en otros lugares del planeta. Después de que la realización de las pruebas para confirmarlo se abriera a otros laboratorios que no fueran los del gobierno, vamos viendo un comportamiento más parejo, aunque tener la experiencia de Asia, primero, y Europa, después, pudiera haber permitido al gobierno intervenir de forma tal que se ralentizara el crecimiento de casos.

Enfrentamos situaciones que exigirán iniciativas sin precedentes. Extraer rápidamente los aprendizajes de lo vivido antes por otros está siendo la primera de las claves para minimizar el impacto de la pandemia en nuestra salud, nuestra economía y nuestra sociedad.

Hablando en términos del ejercicio de la comunicación, esta situación nos ha llevado a ver la instalación de narrativas que se han alejado de lo que se suele recomendar, en un primer momento, en términos de controlar la información en aras de reducir las posibilidades de provocar el miedo, o hasta el pánico, que pudiera generar situaciones de peor consecuencia que la propia enfermedad. Se da por hecho que, en el mundo hiperconectado de hoy, los niveles de miedo ya están presentes en la conversación.

De esta forma, ha habido que recurrir a la transparencia como núcleo de la estrategia, tanto a nivel institucional como empresarial. Se trata de tener ciudadanos muy bien informados, conscientes, en alerta. Y debemos evitar que la información sobre la realidad que vivimos llegue por canales alternativos a los oficiales. Ello daría lugar a desconfianza en un momento donde lo que se necesitan son altísimas dosis de lo contrario. Porque el objetivo de la comunicación en esta pandemia es la movilización. Necesitamos que todos pongan de su parte si queremos salir de ella, y salir con el menor daño posible.

La experiencia de Asia y Europa nos señala, con una claridad deslumbrante, que sólo a través de voceros autorizados y de un relato transparente, fiable, bien explicado, al margen de su dureza, es posible trasladar la información pertinente que se requiere en cada momento para gestionar la ansiedad social. Y lo que es más importante: los ciudadanos, en el fondo, lo agradecen y, en la generalidad de los casos, demuestran estar a la altura y responden a los pedidos que se les hacen para contribuir con la solución del problema. En su mayoría, mueven como necesitamos que lo hagan.

En otro orden, el corporativo, la ansiedad crece a través de la cantidad de noticias de alcance empresarial que se generan de manera constante: desplomes consecutivos en los mercados financieros, desabastecimiento de las líneas de producción, necesidad de cierres temporales y adopción forzada de teletrabajo, posibilidad de cancelaciones, repercusiones legales, cancelación de actos y eventos y el impacto que sector a sector va teniendo cada nuevo caso.

La repercusión real de este desastre, el coste económico que va a suponer en el ámbito empresarial e industrial de cada país es todavía incalculable, pero lo que es seguro es que los que fueron un poco más previsores podrán salir mejor parados y tendrán mejor capacidad de volver, de forma más rápida, a la normalidad y competir mejor. De ahí otra clave, ahora en términos de gestión: la anticipación.

En República Dominicana ya hemos avanzado etapas de la evolución del coronavirus, pero aún debemos transitar por otras que, ojalá no, se están manifestando de modo cruel en otros países donde nos llevan la delantera. Por eso, anticiparse puede hacer la diferencia. Los que se han anticipado a los demás y se han preparado, no solo tendrán muchas más posibilidades de competir, sino que incluso estarán en capacidad de contribuir de una forma más decisiva a reducir las consecuencias de la crisis que se cierne sobre nosotros.

Debemos tomar la iniciativa con sentido de urgencia, anticiparnos, especialmente desde el mundo corporativo, y también comunicar con transparencia y de manera eficaz. Tan importante es lo primero como lo segundo. Las decisiones laborales, logísticas, financieras, productivas y comerciales demandan que las personas de las que dependen se comprometan en su ejecución.

En nuestro trabajo diario con centenas de organizaciones alrededor del planeta, hemos visto que los líderes que adoptan esta fórmula consiguen esa corresponsabilidad y benefician a las sociedades en las que operan y a sus propias compañías. Anticipar y preparar cada uno de los escenarios de riesgo a los que se enfrenta cada negocio en relación con cada uno de sus stakeholders para decidir y comunicar se vuelve imprescindible en un escenario donde está en juego, además de la supervivencia de la empresa, la vida de nuestros conciudadanos.

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Iban Campo es director General de LLYC (Llorente & Cuenca)

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