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El efecto mariposa

Aunque el número alarmante de matrimonios infantiles, feminicidios y la violencia contra mujeres y niñas, no esté estrictamente vinculado a la crisis ecológica y climática, esta coloca a mujeres y niñas, en situación de vulnerabilidad y según la Corte Interamericana, afecta sus derechos humanos. La degradación ambiental y el cambio climático son injusticias de la mayor magnitud tanto para los sistemas humanos como naturales de nuestro planeta. Los riesgos están distribuidos inequitativamente y son mayores para mujeres y niñas. El legado de las hermanas Mirabal y el momento en que vivimos son de oportunidad y transformación, sí cada uno reconoce y asume responsabilidad en cuanto al cuidado del planeta, la justicia social y la equidad de género, íntimamente relacionados.

Recuerdo a la perfección una escena que presencié hace casi dos décadas en una visita a la frontera haitiana. Una mujer, acompañada de una niña, recorriendo un camino empedrado, con una lata de aceite crisol llena de agua sobre su cabeza. Hoy esa niña, tal vez deba recorrer el doble de la distancia que entonces recorrió su madre para tener acceso al agua limpia para consumo familiar y las tareas del hogar. Este trayecto aumenta su vulnerabilidad y exposición a la violencia de género.

Es evidente que las mujeres y las niñas sufren desproporcionalmente riesgos a su subsistencia, a la salud, así como otros riesgos asociados a la degradación ambiental, a la contaminación y a conflictos derivados de condiciones climáticas como los escases de agua, de recursos y los desplazamientos. La experiencia de la degradación ambiental, del cambio climático y la contaminación es distinta, por ejemplo, para un hombre que para una niña o una mujer, así como también será distinta para esta si está embarazada, o en edad de lactancia. El cambio climático y sus efectos al igual que la degradación ambiental exponen a mujeres y niñas a vulnerabilidad y mayor violencia. Las personas tienen diferentes necesidades de adaptación a los riesgos climáticos y ambientales, dependiendo de dónde vivan, de sus medios de subsistencia y del papel que desempeñan en sus familias y comunidades. También hay diferencias socialmente dictaminadas —en las oportunidades, las responsabilidades y el poder de decisión— y todas estas influyen cuan vulnerables somos.

No se trata de vulnerabilidad intrínseca, sino de falta de equidad y de justicia. La falta de un sitio en la mesa para tomar decisiones sobre el manejo y la asignación de recursos naturales, el acceso a la tierra, al agua limpia para nuestros hijos o sobre las políticas climáticas, son exponente de la desigualdad estructural que enfrentamos las mujeres aun a tantos años de la liberación femenina. De ahí la importancia de lograr la equidad genero conducente a la igualdad que logre resultados justos y equitativos.

Las tormentas y eventos extremos, que han azotado recientemente Centroamérica y al país, así como la degradación ambiental crean, caos y condiciones propicias para el abuso contra mujeres y niñas, así como para la trata de personas. Estas florecen en situaciones migración y desplazamiento, de desesperación, como ha ocurrido en la pandemia del COVID-19.

Mas aún, cabe destacar que la falta de equidad, de resultados equitativos y justos, iguales tanto para hombres, mujeres y niñas se agrava ante la decadencia de nuestras especies, de nuestra biodiversidad, ante la falta de justicia hídrica y ambiental que vemos en los rostros de los migrantes del clima y en los aterradores crímenes contra las mujeres defensoras de los derechos ambientales en nuestra región. Además de enfrentarse a grandes intereses en sus luchas, al igual que las adolescentes víctimas del matrimonio infantil en nuestro país, estas, enfrentan formas de violencia diferenciada, sexual y de genero al desafiar patrones culturales y actitudes patriarcales en sus comunidades, organizaciones y familias.

El 25 aniversario de la Plataforma de Acción de Beijing que estableció formas de eliminar barreras a la mujer se conmemora en 2020. Noviembre, en nuestro país, también marca un hito histórico, aunque a la vez trágico. El asesinato de las inmortales hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa. También conocidas como las Mariposas, por el seudónimo elegido por Minerva Mirabal en su lucha contra la férrea dictadura de Trujillo. El efecto de la mariposa y su lucha, dio lugar a la declaración por la ONU del 25 de noviembre como día internacional de la no violencia contra la mujer.

Es posible que la elección del seudónimo mariposa, fuese coincidencia. Sin embargo, es aún más probable que no lo fue. La mariposa es una especie emblemática por varias razones, es indicador de los cambios ecosistémicos que afectan el tejido de vida en el planeta. Representa, además, la esperanza de un renacer al salir del capullo. La Dra. Elizabeth Kübler Ross en uno de sus trabajos más impactantes, narra cómo en sus visitas después de la segunda guerra mundial a las barracas en los campos de concentración pudo observar, como los niños destinados a morir dejaron un mensaje de esperanza en las paredes. Cientos de mariposas talladas con las uñas y con piedras, representando una nueva oportunidad de luz y de vida.

A pesar de los obstáculos, las mujeres cada vez asumen más el liderazgo en la protección ambiental buscando esa nueva oportunidad de vida. No es secreto, la decepción que sienten las niñas ante el descuido del planeta y la inacción de los tomadores decisiones. El mundo entero lo ha evidenciado en el activismo de Greta Thurnberg.

En el día internacional de la no violencia contra la mujer, el efecto de la mariposa nos brinda la oportunidad de hacer que las voces de las niñas cuenten y que las responsabilidades y el conocimiento de la mujer sean parte central del debate sobre respuestas y cooperación en la agenda ambiental, climática y de sostenibilidad con enfoque de derechos. La oportunidad de entender mejor la vinculación entre las injusticias ambientales que llevan a mayor violencia contra mujeres y niñas. La oportunidad de profundizar en la integración de las dimensiones ambientales y climáticas de género tanto a nivel nacional, como en los estándares interamericanos sobre la igualdad y la no discriminación y en las acciones de la plataforma de Beijing.

Con liderazgo y perspectiva diferenciada de genero a todos los niveles, es posible un futuro igualitario. Las alas en movimiento en una misma dirección honran las que se han levantado y continúan levantando su voz para cuidar del planeta, a todas aquellas que marchan, a todas las que como las mariposas luchan. No más violencia contra mujeres y niñas y no más niñas esposas. Sí a Greta, a la generación igualdad y al derecho de nuestras futuras generaciones a recibir un planeta en igual o mejor condición a la que lo recibimos.

La autora es abogada internaciona.. Directora Ejecutiva del Instituto Interamericano de Justicia y Sostenibilidad (IIJS: www.ii-js.org).

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