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El embriagante reino de los generales

“Mi abuela decía que habría que acabar con los uniformes que le dan autoridad a cualquiera. ¿Por qué Diablo es un general desnudo?” Facundo Cabral

¿Hay exceso de generales en las filas de nuestras Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, como siempre se ha criticado? ¿Por qué todo oficial subalterno sueña en nuestro país con calzarse las botas de general? ¿Quién es, realmente, un general en la República Dominicana?

Un general, en esta tierra de azúcar, playas, alcohol y peloteros, es mucho más que el ser a quien en un recinto de riguroso entrenamiento le endurecieron el rostro y apagaron su sonrisa.

Sí señor. Aquí, un general es mucho más que eso. En nuestro país, un general lo es todo, lo puede todo, lo consigue todo, lo ejecuta todo y lo transforma todo. Tales son sus atributos, “suerte” y “facilidades” que aun devengando bajos salarios, además de vehículos de lujo y nutridas cuentas bancarias, puede tener una finca allí, una mansión acá, una casa de verano allá , un vehículo para cada miembro de la familia, hijos estudiando en Europa y una amante en cada una de nuestras provincias .

En este caluroso, singular y acogedor suelo tropical, un general es lo máximo, lo excelso, lo sublime, una especie de semidiós o la más genuina representación del poder. Por eso todos quieren “estar bien” con el general. Por eso todos desean ser amigos, parientes, o relacionados del general. Por eso el rico lo premia y el pobre lo adula. Por eso es bueno portar una tarjeta de identificación personal con el nombre del general. Por eso es bueno que nos vean conversando familiarmente con el general. Por eso las solteras salivan cuando lo ven, y las exnovias se lamentan de haber perdido la oportunidad de compartir el honroso apellido del general.

- ¿Quién tú eres?
-Yo soy vecino del general.
-¿Y tú?
-Yo soy primo del general.

-¿Y usted, mi amigo?

- Yo soy excompañero de estudios y amigo de infancia del general.
-¿Y ustedes tres?
- Nosotros somos el padre, la madre y el hijo mayor del general.
-¿Y usted señor?
- Yo soy el suegro del general
- ¿Y usted señorita?
- Yo soy la hija menor del general.

-¿Y usted señora?

- Yo fui novia del general
- ¿Y usted joven?
- Yo soy el novio de una de las hijas del general
- ¿Y usted caballero?
-Yo soy el esposo de la sirvienta que trabaja en la casa del general
- ¿Y usted dama?
-Yo soy prima octava de una de las amantes del general.

No importa la distancia sanguínea y lo lejano de la relación interpersonal que con el alto oficial se mantenga. Para cada quien, lo que importa es proyectar la idea de que directa o indirectamente mantiene un vínculo cercano con el glorioso general. Eso suma, distingue, prestigia o eleva. Por eso no conviene identificar al general por su nombre bautismal, sino por el rango militar o policial. Porque no es lo mismo Pancho que el general Pancho.

Don Yeyo vio estacionada en una calle de su pueblo la yipeta que dos meses antes le habían sustraído de la marquesina de su casa. Apenas habían trascurrido dos minutos cuando vio que una dama “encopetada”, impecablemente vestida, encendió el moderno vehículo y se marchó a toda velocidad. Don Yeyo nada pudo hacer. La dama que acababa de partir era una de las amantes del general. Y a los parientes o relacionados del general hay que respetarlos. Es mejor no provocarlos, más si el general pertenece a «la guardia»; pues como ya ha sido enfáticamente advertido: « Con los guardias, es mejor que no se metan...»

En fin, no importa lo manchadas de sangre que estén las manos del general, ni las acciones dolosas que en su carrera pudo haber ejecutado para alcanzar el alto rango y los bienes que orgullosamente exhibe. Pase lo que pase, siempre es importante proyectar la idea de que se está íntimamente vinculado al glorioso general.

El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura

dcaba5@hotmail.com

El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura dcaba5@hotmail.com