Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

El paquete impositivo que acompaña el Presupuesto

En esta coyuntura, aun los más ortodoxos organismos internacionales admiten como un mal necesario que los gobiernos se endeuden. No es que eso sea bueno, sino fundamental para evitar una depresión o prolongada recesión económica. Nadie cuestiona el déficit. Lo que en condiciones normales es malo, ahora deviene en necesario. Después llegará el momento de ocuparse de la deuda.

Expandir imagen
El paquete impositivo que acompaña el Presupuesto

Pospongo mi segundo artículo sobre el puerto de Manzanillo para aprovechar la coyuntura y emitir mi opinión sobre los impuestos que propone el Gobierno junto al Presupuesto. En cuanto a la concepción y formulación de los mismos, no tengo quejas; creo son justos y tratan de eludir hacerlos recaer sobre los pobres.

En cuanto a su impacto social, mi experiencia me dice que lo más difícil es gravar a los ricos. Tienen demasiada capacidad de presión, como lo prueba el escándalo actual, en que todo el que protesta dice hacerlo en nombre de los pobres. Ciertamente, también es muy difícil concebir y formular impuestos que en nada afecten a algún pobre. Nadie creerá que el dinero para ejecutar FASE, Pa’Ti y Solidaridad cayó del cielo y que nadie lo va a pagar. No hay desayuno gratis.

Ahora bien, hay varias cosas que sí están mal. La primera es que el Presidente se pusiera a decir en campaña que no se iban a subir impuestos, sino lo contrario, que para recaudar más había que bajarlos. Si lo dijo por demagogia está muy mal, porque sería mentir a los ciudadanos; y si lo dijo porque creía en ello, entonces responde a una ideología ultraconservadora de la sociedad, de la cual discrepo.

La segunda es que, ya estando en el poder, todavía algunos funcionarios siguieran repitiendo lo mismo, sabiendo que no se podía. O peor, que todavía seguían creyendo que se podía, pues indicaría poca comprensión del real problema dominicano.

Siempre fue mi concepción, y así lo manifesté pública y privadamente, que el mejor momento para reformas tributarias es al inicio de un gobierno, pues las cosas se complican cuando los intereses comienzan a maniobrar. Ahora bien, una vez que la economía entró en crisis por el COVID-19 pensé que ahora sí estamos fritos, porque en esas condiciones no se podían subir los impuestos.

Es más, lo que estaban haciendo los gobiernos del mundo era perdonando, posponiendo o reduciendo obligaciones tributarias, por circunstancias de la pandemia. Esto no tiene relación con ideología sino con la necesidad de supervivencia, tanto de las personas como de las empresas. Y que al momento de reactivar la economía está contraindicado subir impuestos, y mucho menos bajar gastos. Por eso me sorprendió que se sometiera ese proyecto ahora incluyendo la brutal reducción del gasto público y del déficit.

En esta coyuntura, aun los más ortodoxos organismos internacionales admiten como un mal necesario que los gobiernos se endeuden. No es que eso sea bueno, sino fundamental para evitar una depresión o prolongada recesión económica. Nadie cuestiona el déficit. Lo que en condiciones normales es malo, ahora deviene en necesario. Después llegará el momento de ocuparse de la deuda.

Me sorprendió también que no se comenzara por aplicar un impuesto muy progresivo que ya está aprobado, con la reforma del 2012, y que nunca se aplicó por presiones de los grupos altos y por populismo: el que dispone cobrar la placa como un porcentaje del 1% del valor del vehículo. En nada perjudica a los pobres, sino todo lo contrario.

Lo que a mi juicio está muy mal es el atropello a la institucionalidad que supone la intención de colar subrepticiamente una reforma tributaria en la aprobación del presupuesto. Esas son dos discusiones separadas y así deben ser conocidas por la ciudadanía y aprobadas por el Congreso. Y supongo que ahora no estará detrás Andy Dauhajre o Jaime Aristy para inventar esa figura, como ocurrió a inicios del Gobierno de Leonel Fernández, cuando intentó hacer la reforma fiscal más neoliberal (que ni siquiera Pinochet, ni Reagan ni la Thatcher llegaron a tanto), y pasarlo de contrabando como parte del presupuesto del 1997.

Finalmente, otro error que todavía se puede enmendar es decir que los impuestos solo se aprobarán por medio del consenso. Pretender hacerlo así es para que nunca se aprueben, o comprender poco de impuestos. Nunca habrá consenso para esto.

Finalmente, pienso que el Gobierno cometió un grave error político al plantearse dos reformas tributarias durante su período, pues estos impuestos son apenas un pellizquito para lo que tendrá que venir después, si es que de verdad se pretende una sociedad más justa y equilibrada, proveer servicios públicos eficientes (salud, educación, agua, policía, justicia, etc.), afrontar el déficit fiscal e impedir que siga subiendo tanto la deuda pública.

TEMAS -