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Salvemos la vida de las mujeres en América Latina: Un cambio de mentalidad

Un paso sería que los gobiernos formulen leyes que puedan regular más estrechamente las armas y las municiones, haciendo más difícil la adquisición de estas para los abusadores.

La igualdad entre hombres y mujeres es y continúa siendo un asunto pendiente. El movimiento #MeToo ha centrado la atención internacional en la prevalencia generalizada de la agresión sexual y el acoso. La verdad es que la violencia en contra de las mujeres y niñas es una de las violaciones de derechos humanos más comunes, arraigadas y devastadoras del mundo.

En muchos lugares esta violencia es parte de la vida cotidiana, es una amenaza constante que apoya nociones destructivas de masculinidad y da forma a las interacciones humanas. El “machismo”, está presente en la vida cotidiana de América Latina, aunque no es exclusivo de esta región. Esta noción arcaica de hombría, en conjunto con la amplia disponibilidad de armas de fuego, es una receta para aquellos que se sienten con derecho a ejercer poder sobre otros.

En los hogares y entre las parejas, el poder de las armas para amenazar y aterrorizar hace que actos como el acoso y la violación sean fáciles de cometer para los abusadores. Los perpetradores atacan cotidianamente a individuos por meses y años, y sus crímenes sólo terminan con la muerte de sus víctimas.

América Latina es el hogar de 14 de los 25 países donde el “feminicidio” es más común. Doce de estos asesinatos ocurren en la región día a día, la mayoría con un arma, y las leyes nunca imparten justicia a 49 de cada 50 víctimas.

Al conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer el 25 de noviembre, comenzamos con 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género en donde las personas de la región comparten la responsabilidad de presionar para poner fin a estos actos y las actitudes culturales que los hacen posible. Como dice mi colega, Amina Mohammed, Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas, “ninguna mujer debe morir por ser mujer.”

En los últimos años se han acordado una serie de compromisos internacionales para combatir la violencia de género. Mencionaré tres.

En el 2014, el Tratado sobre el Comercio de Armas se convirtió en el primer acuerdo legalmente vinculante para reducir las transferencias de armas entre Estados, si es que existe el riesgo de que estas armas se usen para facilitar la violencia de género.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, firmados por todos los países del mundo en 2015, apoyan los esfuerzos para poner fin a todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas y para reducir significativamente la disponibilidad de armas ilícitas. Y, este año, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, reconoció en su Agenda para el Desarme que, para eliminar la violencia sistemática contra las mujeres, las mujeres deben ser parte de la toma de decisiones en cada paso del camino.

Ahora, necesitamos traducir estas visiones y compromisos en un cambio real en el terreno. Un paso sería que los gobiernos formulen leyes que puedan regular más estrechamente las armas y las municiones, haciendo más difícil la adquisición de estas para los abusadores. Adicionalmente, la Oficina para Asuntos de Desarme de la ONU en Lima está ayudando a los oficiales de la policía de la región a adquirir habilidades para manejar con más cuidado la evidencia física de la violencia de armas de fuego relacionada con temas de género. Esto hace que sea mucho menos probable que los tribunales desechen los casos basados en escasa evidencia.

La ONU también está cooperando con los gobiernos de la región para destruir las armas confiscadas, en exceso y obsoletas, eliminándolas permanentemente de la circulación. Hasta la fecha, hemos ayudado a los países de la región a destruir más de 100,000 armas y 125 toneladas de municiones.

Si bien los gobiernos son los principales responsables de controlar las armas, abordar los factores sociales y culturales detrás de la violencia armada requerirá mejorar la cooperación y el diálogo entre organizaciones internacionales, regionales y subregionales, institutos de investigación, empresas privadas y la sociedad civil.

El reconocimiento sobre la violencia con armas de fuego contra mujeres y niñas va en aumento, al igual que el movimiento para erradicarla.

Al unir nuestra experiencia, fortaleza y esfuerzos podremos abordar directamente este problema, cambiar la mentalidad, los comportamientos y las ideas profundamente arraigadas de la virilidad y salvar la vida de las mujeres.

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