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Aborto
Aborto

Tres causales, una sola razón

Hasta hace poco tiempo, la mujer era el principal bien de capital. Generaba mano de obra, factor imprescindible para hacer rendir frutos a la tierra, imposible de reproducir. Así, la concepción, siempre accidental, era además de una bendición familiar, una inversión. De aquí deviene la posesión de la mujer.

Ahora que existen los métodos contraceptivos los embarazos no deseados tiene solución. Pero la raíz de los problemas milenarios sigue igual. Complicaciones naturales pueden generar situaciones que ponen en riesgo la vida de la madre o la viabilidad del feto. Nuestro respeto a la Constitución obliga a la madre a llevar a término un embarazo con final trágico y nos lleva a plantear como obligación sagrada que un médico utilice toda la tecnología moderna para sacrificar una vida productiva, e incluso con responsabilidades familiares, por salvar otra vida en potencia, ¡aún cuando la vida productiva clama por salvación!

La tercera condición, resultado de actos criminales por definición (y muy poco penalizados) lleva a la aberración de respetar una vida en potencia por sobre el desgarramiento y el desconocimiento de la voluntad de quienes han sido groseramente irrespetadas física, emocional y socialmente.

Que no quepa la menor duda, la vida comienza en la concepción, el aborto es una muerte impuesta por humanos a humanos, y cosa buena, no es. Pero en todos los crímenes se contemplan niveles de culpabilidad. Al igual que quien roba un pan por hambre, ¿no merecen estos casos especial consideración? Sobre todo en los casos de incesto y violación, porque afectan principalmente a niñas menores de edad, aquellas mas vulnerables y menos capaces de llevar a término un embarazo normal, y a jóvenes con débiles redes de protección social.

Seamos coherentes.

Si el Estado entiende defender la vida como un deber primordial, debe defender sobre todo a nuestras niñas y mujeres protegiéndolas de la cosificación omnipresente en carteles y canciones denigrantes, para no decir de las agresiones llevadas a cabo que deriven en embarazos producto de relaciones no consensuales entre adultos. Y debe promover su educación en sexualidad y moralidad consciente, para que puedan reconocer y denunciar los abusos como tal y recibir atención médica antes de terminar el primer trimestre de embarazo, evitando abortos cuya descripción marea.

Si el Estado entiende defender la vida, que defienda la vida en curso de la embarazada sin abrogarse el derecho de sustituirla por la de su hijo nonato. En cuanto a los niños deformes y retrasados, el Estado, quien entiende defender la vida a toda costa, debe costear sus necesidades especiales, de por vida. Y en el caso de mujeres violadas que dicen no desear el hijo luego de recibir debida consejería, el Estado debe asumir su cuidado, de por vida. En todas estas cosas las Iglesias pudieran colaborar activamente.

La única razón para las tres causales es el amor por la vida de mujeres en graves problemas. Creo que hasta Dios entendería.

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