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La ese líquida, esa que va seguida de una consonante al principio de una palabra, no es natural para la lengua española, por eso acostumbramos a añadir una e delante cuando tenemos que pronunciarla. Ya desde antiguo se daba este fenómeno. Innumerables palabras del latín que pasaron a formar parte del español desde sus orígenes lo hicieron añadiendo esta e protética: escritura de scriptura, estado de status, estrella de stella, escalera de escalaria, espuma de spuma o estadio de stadium. Y así muchas más.

Cuando las palabras o expresiones latinas se han incorporado a nuestra lengua como cultismos y mantienen su grafía de origen, la ese líquida persiste como en la escritura latina original; en estos casos debemos considerar la expresión como un extranjerismo sin adaptar y señalar esta condición con el uso de las cursivas o las comillas: statu quo, lex stricta, sensu stricto.

Cuando los extranjerismos se adaptan a nuestra lengua en su pronunciación, añadimos una e inicial para ayudar a la articulación de la ese inicial original y esa vocal de apoyo se mantiene en la escritura. La integración en nuestra lengua llega al punto de hacernos olvidar que estas palabras tenían ese líquida en su lengua de origen; nos lo recuerdan sus etimologías en el Diccionario de la lengua española: estrés, del inglés stress; espagueti, del italiano spaghetti; escafandra, del francés scaphandre; o esquí, del noruego ski.

Se trata de un mecanismo de adaptación patrimonial en nuestra lengua que debemos seguir aplicando a los préstamos con eses líquidas, sin olvidar que los préstamos deben cumplir con la condición de ser necesarios. Si ya hay una palabra en nuestra lengua, no hay por qué salir a buscarla en otra.

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María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.