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Redes Sociales

Depredadores y otras especies en la batahola del Me Too

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Depredadores y otras especies en la batahola del Me Too

Si bien sorprenda a algunos la abundancia de noticias que dan cuenta de los casos de las mujeres víctimas de depredadores sexuales y acosadores hasta en el espacio virtual, hay que entender que la eclosión a nivel mundial del movimiento Me Too continuará destapando traumas causados por la tendencia a abusar de ciertos seres humanos.

Aunque se sabe que siempre ha existido ese tipo de hombres que ejercen un poder devastador sobre personas vulnerables, muchos medios y sobre todo las redes sociales han colocado en el centro de la atención las denuncias y acusaciones de mujeres que han puesto contra las cuerdas a personas de gran relevancia como el mismísimo Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, y al caído Harvey Weinstein, quien fuera uno de los hombres más poderosos de la industria del cine norteamericano.

La virulencia de la ola de denuncias y las circunstancias políticas coyunturales han colocado en riesgo las aspiraciones del juez Brett Kavanaugh, nominado por Trump al Tribunal Supremo de Estados Unidos, pues como una fantasma del pasado ha surgido la acusación según la cual el nominado habría participado en 1998 en un intento de violación que le causó profundos traumas a Christine Blasey Ford.Blasey Ford, psicóloga y profesora de la Universidad de Palo Alto (California), ha descrito ante el Comité de Justicia del Senado de los Estados Unidos el incidente ocurrido cuando ella y Kavanaugh estudiaban en el instituto de educación secundaria en la década de 1980 en Maryland, y el ahora juez presuntamente trató de abusar de ella.

Otras mujeres han aparecido con un discurso parecido al de Blasey Ford, que cuestiona el poder republicano en Washington, acerca de conducta abusiva de Kavanaugh. El caso es que el Senado ha dispuesto que el FBI investigue las imputaciones antes de decidir sobre la suerte del candidato en medio de un escándalo que ha arrojado mayores cuestionamientos sobre el propio Trump, que también enfrenta acusaciones por conducta impropia en el terreno sexual.

Los casos arrastrados por la batahola del Me Too, movimiento surgido a partir de que varias actrices famosas airearan denuncias contra Weinstein, han sumergido en el descrédito global a personas otrora intocables y ubicadas en las cúspides del poder y de la fama.

A pesar de que, como ocurre en todas partes, en la República Dominicana también existen situaciones muy conocidas y hasta documentadas de agresiones sexuales y acosos protagonizados por “poderosos” criollos, lo más cerca que hemos estado del Me Too fue cuando acusaron al dominico-estadounidense Junot Díaz de haber tenido una conducta misógina y de acosar al menos a tres de sus colegas. Pese a que el asunto de Díaz no llegó a los tribunales afectó mucho su reputación de escritor consagrado y ganador de Pulitzer.

En los últimos días hemos visto en República Dominicana el descalabro público de una figura mediática conocida, imputada por un grave caso de estupro e incesto, por lo cual ha sido recluida en la cárcel. Me refiero al comunicador y mercadólogo Pablo Ross, cuya culpabilidad e inocencia deberá ser establecida en los tribunales, pero cuya imagen pública ha sido muy lacerada.

Con todas esas acusaciones, que brotan como la verdolaga, ha quedado claro que ni la relevancia social ni la popularidad ni las influencias ya pueden impedir que una conducta sexual inadecuada termine aireándose patéticamente y lanzando al despeñadero carreras exitosas, por lo que habría que tener sumo cuidado con la forma en que hombres y mujeres se relacionan en los espacios privados, ya que el día menos imaginado pueden convertirse en pasto del canibalismo público, mucho antes de que se confronten las evidencias y decida la justicia.

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  • Acoso