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Residencia de playa
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Casa Noria, una pequeña casa contra la gran burbuja de Las Terrenas

El creador de la Casa Noria, el arquitecto Juan Pablo Aparicio, está luchando contra la burbuja inmobiliaria del poblado samanés con una propuesta juiciosa de residencia de playa

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Casa Noria, una pequeña casa contra la gran burbuja de Las Terrenas
Casa Noria es una propuesta juiciosa de residencia de playa. (FORMAMORFA)

Cuando Juan Pablo Aparicio estaba buscando un apartamento para alquilar en Las Terrenas, la vendedora de una propiedad compartió una noticia agridulce con él. “Arriba vive un italiano y debajo un francés… y en la primera un dominicano, pero ya estamos pujando para sacarlo”, recordó escuchar decir a la señora italiana. Ella estaba poniéndole palabras a lo que el arquitecto había estado sintiendo desde que emigró a Samaná desde Santo Domingo por causa del pico pandémico. “Comencé pagando 700 dólares por una villa frente al mar en Ballenas… y cuando comenzó el boom subió a mil dólares por semana. En cuestión de un año a mí me sacaron del pueblo, porque hay una gentrificación muy fuerte. Me di cuenta de que hay pocas opciones para familias de dominicanos, como la mía”.

Con la llegada de una nueva ola de expatriados —a los franceses e italianos retirados se han unido trabajadores remotos canadienses huyendo del despiadado mercado de bienes raíces de Ontario y la Columbia Británica—, los precios de Las Terrenas se han disparado con la correspondiente voracidad. Para el arquitecto, líder del estudio FormAmorfa, el futuro próximo es alarmante. “Va a llegar un punto en el que los dominicanos no podremos acceder a lo que los agentes inmobiliarios de Las Terrenas están pidiendo”.

Pero, ¿cómo llamar la atención sobre lo que parece ser la evolución de la oferta y la demanda de vivienda? La respuesta vino con un proyecto de diseño: ante la venta difícil de un terreno de casi tres mil metros cuadrados en Cosón, un cliente se acercó a Aparicio para solicitar su ayuda. La contraoferta fue poco ortodoxa: subdividir el solar y vender casas de playa de un metraje modesto pero concienzudo, ideal para las necesidades de las nuevas configuraciones familiares de los capitaleños. “¿Por qué una familia de dos adultos, un niño y un perro necesita una villa en Romana de dos mil metros cuadrados?”, se preguntó retóricamente Aparicio, pensando en su propio caso. “Es hora de que el mercado brinde opciones para los capitaleños que necesitan escapar durante el fin de semana de la realidad asfixiante de Santo Domingo”.

La opción que propone Aparicio es Casa Noria, una residencia de playa de apenas 115 metros cuadrados… pero que contiene tres habitaciones, tres baños y tres puestos de estacionamiento. Yo soy fiel creyente de que a mayor tamaño no necesariamente mayor lujo”, explicó el arquitecto. “Siento que esas villas de dos mil metros cuadrados no tienen sentido ni en su esencia ni en su recorrido ni en su forma de vivirla”. Por eso, los interiores de la Noria, divididos en tres bloques, están pensados para la forma en la que usamos nuestros espacios actualmente: de manera polivalente, idónea para personas que pueden necesitar temporalmente una oficina en la cocina o un salón de juegos en el comedor.

Los materiales de construcción reflejan una consideración del clima travieso de Cosón: el microcemento pulido de los pisos adquirirá una patina agradable tras los inevitables seis meses anuales de lluvias, mientras que los paneles de acacia calada permitirán una buena ventilación interior. Contrario a los parámetros actuales (y mentales) de la casa de playa dominicana, donde se estila irse por la ostentación en el metraje y la terminación, Aparicio está apostando a satisfacer las necesidades de un nicho mucho más aterrizado en sus aspiraciones de exclusividad: que lo lujoso sea poder contribuir con el ejemplo a un cambio de mentalidad, en vez de afianzar una tipología que no es accesible para una parte cada vez más grande de la población.

Aunque la tonada rioplatense ya se le fue tras más de 20 años en el país, Aparicio llegó a Dominicana desde Uruguay. Su Montevideo natal es una capital diseñada para mirar al mar, algo que extrañó en Santo Domingo —una ciudad que, según explica, le da la espalda tanto a su costa como a su río—. Para él, el acceso al agua lúdica no debería ser un privilegio, sino un derecho. Por eso sabe cuán importante es Casa Noria para trazar una línea en el panorama de la burbuja de bienes raíces en Las Terrenas. “Los agentes inmobiliarios me han dicho que este proyecto se puede vender hasta en el doble del precio que está, pero me paré en dos patas y les dije que no me interesa”, dijo el arquitecto. “Yo no voy a salir a la calle con pancartas a protestar, sino que estoy dando una respuesta social y económica a través del diseño. Así que esta no es solo una casita de 115 metros cuadrados: esta es una forma de hacer que Las Terrenas pueda crecer de manera honesta, que no sea solo para millonarios canadienses”.

La respuesta del público no se ha hecho esperar: la publicación de los renders de Casa Noria en la popular cuenta de arquitectura Perfil Urbano fue un éxito de interacciones, y el proyecto de la primera residencia ya tiene compradores interesados. Con la venta de esta, las demás subdivisiones del solar se verán paulatinamente ocupadas por otras residencias similares, diseñadas por FormAmorfa. Mientras tanto, siguiendo su costumbre de tomarle el pulso a lo que le rodea, Aparicio se ha dado cuenta de que los solares de más de dos mil metros cuadrados no consiguen compradores de forma fácil; poco a poco, muchos propietarios han optado por deslindar y subdividirlos en parcelas de 500 metros cuadrados. Las aguas, parece ser, están volviendo a su cauce.

Contenido original de Design Week RD.

Fotos: Cortesía de FormAmorfa

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Editora y curadora enfocada en las industrias creativas, con más de 10 años de experiencia en publicaciones especializadas en Estados Unidos, Países Bajos, Bélgica y Dominicana