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alfombras a medida
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Sosomo, un proyecto que nos mueve el tapete

La diseñadora Soranyi Soliver ofrece un servicio poco común en Dominicana: la creación de alfombras con patrones a la medida (y a veces diseñados por Karim Rashid)

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Sosomo, un proyecto que nos mueve el tapete
Sosomo es un proyecto de manufactura de alfombras a la medida, creado por Soranyi Oliver. (ALEXANDER GONZÁLEZ)

En su niñez y adolescencia, el mundo de estaba dividido en dos extremos: la familiaridad pequeña de su natal El Seibo contra el mundo grande fuera de ella. Por ese pensamiento binario, para ella Santo Domingo era tan lejana y tan distinta a su realidad como Londres o París. Quizás por eso, al haber emigrado de su pueblo de origen hacia la capital dominicana le da lo mismo trabajar una comisión para un cliente sandominguense que con un diseñador de renombre mundial como, digamos, Karim Rashid. Porque… bueno, literalmente está trabajando con Karim Rashid. El apodado Príncipe del Plástico ha creado dos patrones para su proyecto de manufactura de alfombras a la medida, Sosomo. ¿Cómo lo logró? A base de pura insistencia —no fueron pocas las veces que llamó al teléfono de su estudio en Nueva York—, de confianza en la calidad de sus creaciones y de nunca creerse menos por “apenas” ser una joven diseñadora dominicana. “Yo vengo de una familia dedicada a la agricultura en una zona rural de la isla, y la verdad todo está en el poder de la constancia y el trabajo diario: es querer hacer algo y encontrar los medios para lograr tu objetivo”, explicó Soliver.

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Infografía
La diseñadora Soranyi Soliver. (ALEXANDER GONZÁLEZ)

Antes de hacer lo que hace, había puesto en pausa su carrera de artista tras obtener una licenciatura en Bellas Artes, debido a las limitadas oportunidades de desarrollo en Dominicana. Por eso, durante años estuvo trabajando en ventas para start-ups extranjeras que querían expandir sus operaciones en el país. Sin embargo, nunca dejó de pensar en lo que podría estar haciendo de haber tenido la posibilidad de dedicarse a la creatividad a tiempo completo. Tuvo muchos momentos para meditarlo: sabía que podía esculpir, sabía que podía pintar, pero no quería hacer arte a secas por miedo a limitarse, sino que quería producir arte funcional. Ahí se dio cuenta de que lo suyo iba a ser diseñar objetos. Entonces recordó su infancia, con la fábrica de bordados de su mamá, siempre rodeada de los cojines que hacía una tía para poner su sala bonita y de los hilos que convertían yardas de tela en cortinas. Lo textil estaba en su ADN. Durante dos años experimentó con distintas técnicas de crochet y macramé, pero su objeto no le llegaba. Entonces pensó en hacerse un telar y un marco propios, buscando en las ferreterías locales los materiales que se lo permitieran. Aquí no tenía las herramientas necesarias para que sus manos pensaran en lo que su cabeza no podía; por eso, las hizo ella misma. Hizo su telar, hizo su lienzo para coser con aguja, hizo su estante. Y ahí, con un libro de cosidos heredado de su abuela, con horas largas de prueba y error, salieron las primeras alfombras con la calidad que necesitaba lo que al tiempo se convirtió en Sosomo.

A pesar de las limitantes para encontrar la materia prima para sus piezas, se las ingenia. De distribuidores locales obtiene varios tipos de fibra; otras veces importa lana directamente de suplidores del norte de Europa. Dada la falta de personal capacitado en la producción de alfombras en telar, ella misma diseña los patrones y produce cada pieza —una alfombra de cuatro por seis pies le toma unos siete días de confección—. Las empenacha a mano, pulgada a pulgada, y luego las cepilla y las trasquila. La mayoría de los patrones salen de lo que le rodea: de sus monográficos de Dalí, de las dos pinturas de José Félix que tiene en casa, de la copia de Novelas cálidas y poesías que guarda en su librero, de los episodios de animé y manga que consume vorazmente. Y sin embargo, aun con estas referencias de origen, las alfombras de Sosomo terminan pareciendo versiones ácidas, amorfas y amalgamadas de los accidentes topográficos tan comunes en una media islita tan biodiversa como la nuestra.

Y ahora a esos patrones se les unen los de Rashid, unos círculos y figuras geométricas interconectados por redes amorfas que parecen formar personas, huevos o hasta molinos, según el imaginario de quien los observe. Con sus colores neón de un lado y sus bordes indefinidos de otro, las alfombras Likuid e Ikona representan la posibilidad de exportación y colaboración internacional del diseño de mobiliario y objetos decorativos de Dominicana.

Pero hoy, desde su estudio en Santo Domingo y aun trabajando en proyectos internacionales como este, Soliver sigue poniendo los ojos en su El Seibo natal. “En mi pueblo hay mucha gente que crea objetos a través de la artesanía y la ebanistería, usando los materiales de su entorno, pero todo eso se queda ahí porque no tienen la facilidad o la educación o el manejo para contactar a las personas indicadas que vayan a ver sus creaciones”, dijo. “Pero en el Este hay todo un mundo más allá de la agropecuaria, de la agricultura… hay mucha gente que todavía no sabe todo lo que podemos hacer juntos para impulsar el diseño y el consumo de lo local”. Si lo exploramos, de una colaboración como esa podría salir la próxima propuesta que, al proyectarnos internacionalmente, le siga moviendo el tapete al diseño dominicano.

Contenido original de Design Week RD.

Fotos: Alexander González

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Editora y curadora enfocada en las industrias creativas, con más de 10 años de experiencia en publicaciones especializadas en Estados Unidos, Países Bajos, Bélgica y Dominicana