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Centro de Visitantes Cortés: Lo cortés no quita lo riguroso con el diseño

Además de contar la historia de una empresa, el Centro de Visitantes Cortés presenta un recorrido por casi un siglo del diseño de empaques en Dominicana

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Centro de Visitantes Cortés: Lo cortés no quita lo riguroso con el diseño
La experiencia museográfica en el Centro de Visitantes Cortés es como pocas a nivel local. (CORTESÍA CENTRO DE VISITANTES CORTÉS)

Entre 2003 y 2004, 604 soldados dominicanos brindaron apoyo militar a Estados Unidos en su contienda en Irak. Cuando el gobierno quisqueyano consultó con ellos cuáles alimentos les recordaban a casa, para así incluirlos en sus paquetes de cuidado personal, la mayoría de los enviados al país árabe nombraron con nostalgia el mismo ítem en su lista: una caja blanca, mostaza y marrón, de letras negras cursivas, que es reconocible por cualquier dominicano, sin importar su edad ni clase social. Después de todo, el Chocolate Embajador ya es casi inseparable de nuestra cotidianidad —y su empaque es igual de reconocible que su sabor, su textura y su olor—. Por anécdotas como esta, para Cortés Hermanos, la empresa matriz que lo produce, era importante desarrollar un espacio donde pudieran contar su historia, tan ligada a la de la dominicanidad moderna.

Por eso, en teoría, el nuevo Centro de Visitantes Cortés es un lugar donde los niños —y, con frecuencia, sus padres— pueden aprender sobre el proceso de manufactura del chocolate de la empresa, en su camino de la planta a la barra. En la práctica, sin embargo, este espacio probablemente contenga uno de los mejores compendios de la historia del diseño gráfico en el país. Ahí, entre el video introductorio y la mini-fábrica donde se procesa el cacao, hay pruebas de imprenta, reproducciones de empaques y objetos promocionales que hablan sobre más de 90 años de la producción de etiquetas en Dominicana.

Ahora, ¿por qué está este elemento presente aquí, si otros centros similares se limitan a presentar información sobre el origen de la materia prima, el proceso de elaboración del producto y un espacio de degustación? Porque Cortés Hermanos es de las pocas empresas locales con un interés marcado en el valor del diseño y el arte para mejorar la cotidianidad del consumidor.

“Ya como empresa habíamos hecho sorteos y promociones, pero sentíamos que una compañía tan emblemática como esta debía hacer algo para dejar un legado en la sociedad”, explicó Isabel Guerra, la directora de mercadeo de Cortés. Ese legado ya se encontraba bien documentado: el recorrido de la familia en el Caribe, que inició con el traslado del patriarca desde Cataluña, estaba minuciosamente recopilado en los archivos de la Fundación Cortés de San Juan, en Puerto Rico. Allí estuvo durante casi una semana investigando Keith Thomas, director de la agencia de diseño República, para levantar la información que posteriormente se convertiría en la propuesta del Centro. Aparte de los datos que muestran la línea directa entre la historia dominicana y la historia de la empresa —solo hay que ver cómo la fábrica cercana a la avenida Máximo Gómez fue bombardeada durante la Revolución de 1965, al haberse confundido la chimenea chocolatera con fuego rebelde—, la familia tiene en el establecimiento dos salones dedicados a una de las colecciones de arte contemporáneo caribeño más frondosas de la región. La razón es parte del ADN cortesiano: Pedro, el fundador, era un empresario aficionado de las artes visuales, que en efecto diseñaba las primeras etiquetas de los chocolates; el actual presidente, Ignacio, es un ávido coleccionista y un creyente en el rol de las artes visuales para educar y transformar socioeconómicamente, brindando posibilidades dignas de expresión y auto-suficiencia a miles de talentos que ignoran su potencial. Por eso, en Puerto Rico la Fundación cuenta con programas de becas para talleres de arte destinados al público infantil; en Dominicana, esa vocación explica por qué el Centro de Visitantes tiene un componente gráfico tan alto —y por lo tanto, debería ser una parada en la formación de los profesionales de la comunicación visual en el país—.

Fuera del valor del contenido en dos dimensiones, la experiencia museográfica es como pocas a nivel local: el equipo se esforzó en hacer narrativamente accesible la experiencia del recorrido. Desde la selección de los textos descriptivos —producidos con simplicidad y gracia por el publicista Freddy Ortíz— hasta la creación de dos personajes anfitriones —con un entretenido guión escrito por la actriz Karina Ubiñez— , pasando por el prolijo diseño de exhibición a cargo de la arquitecta Liza Ortega y hasta una escultura de Luis Rivas con un enorme elefante hecho con empaques de Cocoa Sobrino, el Centro se ha convertido en la nueva vara contra la cual deben medirse los demás espacios expositivos de Santo Domingo y alrededores. Desde su apertura en 2021, los cientos de visitantes que han estado entre sus paredes han demostrado que, contrario a la posición que subestima el interés del público dominicano por las exhibiciones culturales, hay una gran curiosidad por conocer esas historias —siempre y cuando estén bien contadas—. “Yo no dejo de emocionarme al ver que los niños hacen hasta más preguntas que los adultos, y es increíble ver cuán interesados están”, dijo Guerra. “Este proyecto es una muestra de que se pueden hacer las cosas bien y que es importante que nuestros niños, sin importar su estrato social, puedan asistir a un centro como el que se merecen, para que no estén analfabetos en su educación visual y en su experiencia de poder interactuar con un museo”.

Precisamente ahí está el futuro del Centro. Una vez las limitantes pandémicas le permitan al equipo recibir una mayor cantidad de visitantes, el espacio entrará en su segunda fase: la bienvenida a grupos escolares, en su mayoría estudiantes de instituciones públicas, con viajes totalmente subvencionados por la compañía. En el futuro próximo, el Centro también servirá como espacio de exhibición para artistas plásticos, artesanos y microteatristas dominicanos. En un país en el cual muchas de las grandes empresas familiares no han establecido esquemas de retribución cultural para la población, la visión de esta compañía en particular es alentadora para el futuro de las industrias creativas quisqueyanas. “Para nosotros, esto no tiene que ver solo con el cacao, sino con el bien social y la cultura”, afirmó Guerra. “Es una forma en la cual Cortés Hermanos le devuelve al pueblo dominicano algo de lo mucho que nos han dado a nosotros”.

Contenido original de Design Week RD.

Fotos: Vía el Centro de Visitantes Cortés

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Editora y curadora enfocada en las industrias creativas, con más de 10 años de experiencia en publicaciones especializadas en Estados Unidos, Países Bajos, Bélgica y Dominicana