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Christine Espinal
Christine Espinal

Christine Espinal: Diseño de mobiliario con el sello de la diáspora dominicana

Con la difusión de sus objetos funcionales, la domínico-estadounidense Christine Espinal busca que ser diseñador no sea una profesión ajena para los quisqueyanos

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Christine Espinal: Diseño de mobiliario con el sello de la diáspora dominicana
Christine Espinal, diseñadora de interiores especializada en muebles. (FUENTE EXTERNA)

Como inmigrante preocupado por la cosecha de su sacrificio geográfico, el padre de Christine Espinal no estuvo de acuerdo con su inclinación de dedicarse a la creatividad como profesión. Oriundo de Dominicana y residente en el Bronx, él veía para ella una carrera que aprovechara las bondades comerciales del enorme mercado estadounidense. Pero Espinal insistió, y tras un recorrido que la llevó por las aulas del Art Institute of Philadelphia y del Fashion Institute of Technology, terminó con una licenciatura en diseño de interiores. Hoy, mitad en chiste pero muy en serio, compartió el comentario de un amigo que le llamó “la Charlotte Perriand dominicana”. Tiene todo el sentido del mundo: los dominicanos nos vemos reflejados en las posibilidades imposibles de llegar al home de la MLB, a la corona de Miss Universo o hasta al podio de los Grammys, pero todavía no hemos asimilado el que también está a nuestro alcance ser estrellas del Salone del Mobile. Con su trabajo está intentando cambiar esa percepción.

Si bien ha producido objetos pequeños —como un set de dominós apropiadamente bautizado Feels Like Home—, uno de sus proyectos más celebrados es la Mesa Tres —que lleva el número en español como parte del nombre original en inglés, haciendo honor a su ascendencia—. Esta pieza está compuesta de planos seriales repetidos en tres bloques de curvas cóncavas y convexas. Su proceso de investigación para su concepción no fue del todo esperado: en enero de 2013 salió el álbum Anything in Return del cantautor Toro y Moi —el nombre artístico de Chaz Bear, otro estadounidense con la inmigración directa en su árbol genealógico—. Espinal escuchó esas 13 canciones, muchas de ellas inevitablemente bailables, casi en bucle. De esas notas y ese ritmo salió la representación física que, con piezas de madera unidas con clavijas, terminó convirtiéndose en la Tres: parada es una mesa auxiliar; acostada es una repisa que puede servir como revistero o para mostrar una colección de discos de vinilo; si se le coloca un tope de vidrio encima, puede ser una mesa ratona. Es, como todo elemento de buen diseño, sumamente adaptable a los deseos de su usuario final; como todo producto de la inmigración, también sabe adaptarse a vivir constantemente entre varios mundos.

Esta mesa quizás se hubiese quedado como el proyecto experimental de una diseñadora emergente de no haber sido por Lichen, una tienda-galería híbrida con locales en Brooklyn y Queens. Aunque comenzó como un showroom de piezas de terceros, poco a poco fueron apoyando la producción de una sombrilla propia de diseñadores; entre esos estuvo Christine. Hoy, ella misma se encarga de la (“tediosa y delicada y repetitiva”) manufactura de cada pieza. “Y la comunidad ha explotado: no se trata exclusivamente de personas de ascendencia latinoamericana”.

Ella tiene una teoría de por qué hay cada vez más personas interesadas en el trabajo de diseñadores jóvenes como ella. “La pandemia nos obligó a enfocarnos en nuestras casas, y ahí muchos nos dimos cuenta de que había una brecha en el mercado del mobiliario de autor, desde el punto de vista del precio”, explicó Espinal. “Lichen está enfocada en proveer piezas de diseño asequibles para la comunidad, y por eso usamos plywood para su confección, para que el precio sea razonable”. Por ejemplo su espejo C1, cuya forma está inspirada en los parches  utilizados para reparar los nudos en la madera, está disponible por US$299.

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Pero también hay otra brecha: la diversidad de propuestas, para escuchar voces fuera de la estructura tradicional de una industria tradicionalmente blanca y masculina. Espinal también tiene una teoría sobre esto. “Yo soy diseñadora de interiores, pero me estoy dedicando al mobiliario porque cuando me imagino los espacios que quisiera traer a la vida, las cosas que se supone que deben llenarlos todavía no existen”, dedujo. “Yo creo que los mejores muebles del mundo están todavía escondidos en las mentes de muchas personas. Y muchas de esas personas vienen de trasfondos distintos”.

Ese trasfondo distinto podría ser, claro, la dominicanidad. “Nada te hace sentir más dominicana que vivir en Nueva York y enfrentarte a los prejuicios de muchas personas”, dijo. Por eso, una de sus metas próximas es realizar un viaje de investigación al país, para explorar desde un punto de vista de experimentación material las texturas, los colores y las luces que veía cada verano en Constanza, Samaná y Santo Domingo, los lugares donde residen sus familiares aquí. De ahí podrían salir los objetos funcionales que con su éxito comercial harían que, en un futuro no muy lejano, muchos padres dominicanos vean como viables las decisiones de sus hijos de convertirse en diseñadores.

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Mientras tanto, ya ese proceso comenzó: hace unas semanas, Nike la escogió para una campaña de Air Max que alaba el talento creativo de la comunidad de color, con el lema “El futuro está en el aire”. Entre figuras con profesiones más tradicionales, en ámbitos como las artes plásticas y la música, está ella. De repente, ese futuro no muy lejano no parece estar tan lejos.

Contenido original de Design Week RD.

Fotos: Bianca Jenkins, Jared Blake, Alexa Polanco, Eric Lauchie, Lea Cohen y Christine Espinal

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Editora y curadora enfocada en las industrias creativas, con más de 10 años de experiencia en publicaciones especializadas en Estados Unidos, Países Bajos, Bélgica y Dominicana