Un error tan grande como tu fama
En este mundo, el tamaño de tu error y del dedo acusador dependen del tamaño de tu fama o de los celulares que hayan podido grabar y difundir ese momento de fallo

Por más de veinticinco años la noche de la entrega del Oscar para premiar lo mejor del cine, es la única vez en todo el año que me siento por varias horas frente al televisor a ver algo que no sea una serie. Es una noche muy especial para cualquier amante del séptimo arte como yo.
En la más reciente transmisión, como sabrás, al menos que vivas debajo de una roca, el actor Will Smith le propinó una bofetada al comediante Chris Rock, luego de que este último hiciera un chiste desagradable sobre la calvicie de su esposa. Luego del incidente, estuve varios minutos en choque, repitiendo: “Esto no puede estar pasando”. Deseaba que se tratara de un montaje. Al constatar mientras pasaban los minutos, de que era real, empecé a sentirme decepcionada. Solo quien ama el cine y sigue viendo los premios de la Academia, aunque tengan pésimas críticas y un rating en decadencia, puede entender mi estado de animo de ese momento. Pero además de esto, me gusta mucho el trabajo que como actor ha hecho Will Smith y el desarrollo de su carrera. Hacía solo unos pocos días que entusiasmada, había encargado su primer libro.
Siguiendo mi entrenamiento de mindfulness, empecé a sentir con todo la emoción que había identificado, esto es, la decepción; la ubiqué en mi cuerpo para darle espacio, la dejé estar y luego, mientras la sentía disminuir en intensidad, la dejé ir sin quedarme enganchada a ella. Es un ejercicio básico y sencillo pero poderoso, de atención a las emociones, que me ha sido sumamente útil en los últimos años.
Luego de este proceso interno, que ha resultado en más de una ocasión ser tan liberador y asertivo, me dediqué a reflexionar sobre el incidente mientras era testigo de los cientos de comentarios a favor y en contra por un par de días en todas las redes y en todas las páginas de Internet y en todos los programas de radio y televisión. A pesar de esto, y a punto de sentirme nublada por el bombardeo de juicios, mi misión personal e interior era encontrar un aprendizaje en todo el suceso.
Cito a Robin Sharma cuando dice: “No hay errores en la vida, solo lecciones. No existe tal cosa como una experiencia negativa, solo oportunidades para crecer, aprender y avanzar en el camino del autodominio. De la lucha viene la fuerza. Incluso el dolor puede ser un maestro maravilloso”.
En esos días pensé en mis errores. En los muchos que había cometido, sobre todo en períodos de mi vida donde había sido cegada por la rabia, el miedo o el dolor. Como una pesada mochila que se ha aligerado con el tiempo, sentí en mis espaldas todos esos momentos en los que he reaccionado desfavorablemente y no he respondido con amabilidad o delicadeza. Podría llenar toda una hoja con ellos. Sin embargo, los errores son parte de la vida, pedimos perdón si es necesario, tomamos acción para no repetirlos y los dejamos en el pasado.
Reflexioné sobre mi estilo de comunicación durante un conflicto. ¿Soy agresiva, pasivo- agresiva, evasiva o, por el contrario, soy asertiva?
También llegué a la conclusión de que, en este mundo, el tamaño de tu error y del dedo acusador dependen del tamaño de tu fama o de los celulares que hayan podido grabar y difundir ese momento de fallo. ¿Cuántas bofetadas por defender el honor de una mujer han quedado en el anonimato sin provocar tal revuelo? Seguro que muchas.
Pero volvamos a los errores y la manera en que estos son percibidos por la humanidad.
Maria Hill, meditadora, maestra de Reiki y propietaria de la página Evolución Sensitiva para personas altamente sensibles, expresa en su artículo “40 Lecciones Invaluables que Puedes Aprender de tus Errores”, que: “Mucha gente opera bajo la noción de que cometer errores es una aberración, un error si se quiere. Puedes llamarlo perfeccionismo, pero es un problema más sustancial. Es realmente una demanda de orden y continuidad.”
Refiriéndose a que queremos un mundo sin cambios, un mundo perfecto y esto es totalmente insostenible. Incluso la naturaleza comete errores y aprende de ellos. A nadie le gusta fallar, pero no nos queda de otra que aceptar las equivocaciones y empezar a verlas como enseñanzas que no podemos repetir.
Nos ayuda a ver qué importa y qué no.
Nos enseña sobre los demás.
Nos recuerda que somos humanos.
Nos enseña a valorar el perdón. Nos hace más humildes.
Expone nuestros verdaderos sentimientos.
Acelera el cambio.
Revela dónde está nuestra pasión y dónde no.
Saca a relucir problemas en una relación.
Muestra dónde crear más equilibrio en nuestras vidas.
Cuando nos hacemos consciente de que los errores son inevitables, cuando estamos más presentes, cuando confiamos y nos relajamos, es probable que cometamos menos errores o por lo menos que aprendamos más de ellos.
Les abrazo en atención plena.

Ericarol Carlo