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Carlos Varela, la emoción de la fuerza poética en Casa de Teatro

Dos conciertos por sus 30 años de vida artística, fueron ofrecidos

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Carlos Varela, la emoción de la fuerza poética en Casa de Teatro
Carlos Varela y Pavel Núñez, el viernes en Casa de Teatro.

SANTO DOMINGO. "Yo te veía escribir en el concierto y me decía, qué carajo estará escribiendo este tipo", dijo Carlos Varela a DL al final del primero de dos conciertos que ofreció en Casa de Teatro este fin de semana, celebrando sus 30 años de vida artística.

Antes había dicho adiós dedicando "Grafiti de amor" a Freddy Ginebra y un "Que Dios bendiga al pueblo dominicano".

Con un formato escueto (piano, bajo y su guitarra), pero profundo como un haikú, y después de un tema con sonido desbalanceado, todo cogió forma.

Aldo López-Gavilán, un extraordinario pianista de las nuevas generaciones de cubanos, y Julio César González Ochoa, en el bajo, acompañaron a Varela en las dos presentaciones producidas eficientemente por Tony González Puig, con el respaldo de HLB, Sgnes Factory, PVSA y el apoyo del hotel V Centenario.

"Colgando", abrió la brecha, con un in crescendo ("Pero Dios sigue siendo tu anzuelo, colgando del cielo") que reventó en aplausos.

"Para mí esta es una tierra que significa mucho y que me trae muy buenos recuerdos. La primera vez que vine fue gracias a José Antonio. Gracias por venir, estoy muy emocionado; podemos estar aquí hasta la hora que quieran", dijo de bienvenida, y cantó "Muros y puertas" ("La libertad solo existe cuando no es de nadie").

A los cubanos presentes dedicó "Como los peces". Camilo Venegas, Marianela Boán y Alejandro Aguilar no administraban la euforia. "Estamos celebrando los treinta años de estar en los escenarios. No ha sido nada fácil; ha sido como caminar sobre vidrios rotos", expresó Varela, quizás el poeta más transgresor de las nuevas generaciones de la Cuba de hoy.

Dijo anécdotas relacionadas con Joaquín Sabina, Charly García y de la gente de su barrio, el Vedado, adonde llegó a vivir el ex boxeador Douglas Rodríguez, quien se convirtió en su protector. A él y a Teófilo Stevenson dedicó "Blues del box", con un solo de piano maravilloso.

Con Carlos Luis ("Solo Carlos Luis se sabe las canciones que uno ya no se sabe") recordó "India", de los 80. Luego "Siete", de las más coreadas y aplaudidas. Su gran clásico, "Una palabra"; dedicó "Memorias a Titón"; con José Antonio Rodríguez intentó "Muro"; después cantó "Tan joven y tan viejo"; "Telón de fondo"; "Foto de familia" (dedicada a Silvio y a Celia Cruz, a la familia cubana); "Cambia" (junto a Pavel); "25 000"; Habáname (dedicada a Tony y "que Dios bendiga al pueblo de Cuba y a los cubanos donde quiera que estén"). Falso final con "Como un ángel" (allí los espíritus de Sara, Noel). Ovación y regreso con "Grafiti de amor". Magia que aún vibra.