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Festival de Cannes
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120 beats por minuto, una película desafinada

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120 beats por minuto, una película desafinada
El argentino Nahuél Pérez, en una escena del Carnaval Gay, dentro del filme.

CANNES, FRANCIA. El francés nacido en Marruecos Robin Campillo ha regresado a Cannes, cuatro años después de su aplaudida Eastern Boys (2013) y ha traído de la mano a tres jóvenes de los más destacados de la actuación francesa: Adèle Haenel y Arnaud Valois, junto al argentino Nahuel Pérez Biscayart.Todos al ritmo frenético de “120 beats por minuto”.

El tema del VIH Sida, a inicio de los años 90, a pesar de su existencia de más o menos una década, provocó que un grupo de jóvenes formara Act Up París intentara cambiar el estado de cosas de manera pacífica, sobre todo en la lucha contra la indiferencia general.

Este filme francés aborda el tema de la homosexualidad y el VIH/Sida, desde el ángulo de la necesidad de educar, a la vez que buscan apoyos para una correcta educación sexual.

Su joven director, sin embargo, trata el tema del Sida de manera superficial al ofrecer la idea -sin quererlo, seguramente- de que el Sida solo es problema de los que no

son heterosexuales.

Un grupo de jóvenes de la comunidad LGBTI conforman un combativo colectivo que basa su labor en la lucha pacífica, aunque esta se torna cada vez más fuerte, apremiada por la necesidad de que aprueben nuevos tratamientos, investigaciones y una política de educación sexual más activa frontalmente.

Si bien las actuaciones son aceptables y hay momentos bien logrados, así como la ambientación, no es menos cierto que la película es floja si piensas sobre todo en filmes como Fresa y chocolate, por ejemplo o más recientemente Viva, los que han asumido el tema de la homosexualidad mucho más profundamente desde el punto de vista humano.

Quizás sus mejores momentos son los relacionados con la irrupción en una famosa empresa de laboratorios farnacéuticos, y luego en una escena de intimidad entre dos de los más importantes integrantes del grupo.

“Hice esta pelícua para recordar lo que fue esa unión de personas que nunca se habrían conocido si no fuera por el sida, lo que les permitió forjar un discurso y una potencia política”, dijo Campillo, quien mucho pensó para hacer esta historia de la cual él mismo fue parte en un momento de su vida, de ahí, tal parece, la fidelidad que impregna a escenas de abierto homosexualismo.

Durante la conferencia de prensa afirmó que ha vivido cosas como las de la película. “A mí se me murió un amigo. Y no es un momento en que te pongas a llorar. No es una emoción así de sencilla. Quise transcribir ese sentimiento yendo hacia la frialdad. En realidad, la emoción surge de ese lado glacial”, expresó.

Para él fue “una terapia de grupo que nos familiarizó, siendo tan jóvenes, con conceptos como la muerte y el luto. Siempre lo comparo con ir al frente de batalla. Ahora vivimos como si fuéramos veteranos de guerra”, expresó.

SI bien fue aplaudida en su final, no es menos cierto que como filme, Desamor, de Zviagintsev la supera por mucho en la carrera por la Palma de Oro en este 70 Festival de Cannes. Mientras redactábamos esta nota, tuvimos que abandonar apresuradamente el Palacio del Festival por una supuesta amenaza de bomba, así andan las cosas en este mundo.

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