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Carpinteros

Carpinteros es el santo grial del cine dominicano. Al fin tenemos una película sin fisuras, en la cual recostar las argumentaciones salvadoras de la Ley de Cine. No por gusto fue estrenada en la Sección Oficial del Festival de Sundance.

José María Cabral demuestra con este filme que el cine es arte y es entretenimiento. Su propuesta con Carpinteros va mucho más allá de una historia de amor en un penal. Se convierte en una metáfora del amor, ese sentimiento que le da sentido a la vida, en un ambiente totalmente abrupto, rústico, zafio.

Es, a la vez, un grito justiciero en busca de la dignificación de la vida –muchas veces sub-humana y animal–, en lo que parece ser uno de los últimos círculos del Infierno de Dante. Es un llamado a la conciencia nacional acerca del urgente cambio en el sistema carcelario. La meta debe ser convertirlo en un sistema reformatorio, y no en una maestría en fechorías, ni en un doctorado del crimen.

El guión hecho a volandas sobre los acontecimientos de la realidad de tres recintos penitenciarios del país –Najayo hombres, Najayo mujer y La Victoria–, deja al descubierto, a la vez, un submundo al cual vivimos de espaldas absolutamente, como quien mete la basura debajo de la alfombra. Se trata de un guión
–¡al fin!– sólido, llevado de inicio a fin como bridas de un caballo que por momento quiere desbocarse, por la propia técnica usada: a horcajadas entre el documental y la ficción.

El equilibrio actoral entre los profesionales –de oro Ramón Emilio Candelario, Judith Rodríguez y Jean Jean, en ese órden– y la población penal, es sin dudas uno de los logros más relevantes de Carpinteros. Es digna de elogios la producción, compleja, sui géneris, donde por mucho hubo que seguir una partitura ad livitum, que imponía la vida carcelaria.

La fotografía, de Hernán Herrera, es consustancial al ambiente en que se desarrolla, turbia, sucia, confusa, nebulosa cuando tiene que ser y mucho más diáfana en los pocos momentos donde el amor preside la narración.

Los silencios, la música, y sobre todo la de percusión en determinado momento son efectivos, entre ambiente y personajes, en la mano de Freddy Ginebra.

Al final, cuando Yanelly sale de La Victoria, y dice algo ‘carpinteando’, no importa lo que diga. Pide ovación.

alfonsoquinones@gmail.com

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