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Sambá

Sambá, esperada como pocas, es la nueva película dominicana que está en las pantallas de las salas de cines del país.

Su paso por el exigente Festival de Tribeca y otros festivales, como el de Buenos Aires, ha permitido a la industria cinematográfica dominicana decir presente.

Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas se han dedicado por primera vez a hacer cine para productores ajenos.

La película es producida por Ettore D’Alessandro, un italiano radicado en el país, que además es el autor del guión y actúa en el filme, y de su esposa Carolina Encarnación.

Sambá cuenta con el respaldo de la Cervecería Nacional Dominicana. Este drama de temática deportiva, va mucho más allá de lo meramente competitivo. Como una metáfora, trata sobre la vida real, de la sobrevivencia, de las caídas y la oportunidad de levantarse.

La película tiene buena fotografía, y de vez en cuando sale esa “voz” de la pareja de directores, con secuencias lentas que se regodean en silencios.

Hay actuaciones muy logradas. Aplausos para El Cuervo, siempre convincente, siempre eficiente, que cae de pie no importa cómo lo tires al ruedo.

Me gusta Laura Gómez en su Luna Torres hecha de misterios y sorpresas, pero sobre todo de una sensualidad feraz. Cisco también está bien dibujado, y podía dar más por su pasado de extraditado.

Buenas las presencias de Mangú y Joan Guzmán. Pero falta alguien imprescindible en el boxeo, el periodista Carlos Nina Gómez, el que más sabe de eso.

Hay excelentes escenas, para mí la más memorable es cuando le dan la pateadura en sombras o siluetas al entrenador.

Pero lo malo de Sambá es que uno se lo pasa esperando que suceda algo contundente, que trascienda. Y nunca aparece la historia llamada a sostener un relato que dura una hora y media. Y la intuye en una posible tragedia latente en segundo plano entre la madre y el ¿hijo/hermano? de Cisco, el personaje de Algenis Pérez. Pero eso nunca sucede.

Ahora, hay algo que harta en esta película, y son esas tomas de espalda cuando Cisco o Nichi Valente o cualquier otro va caminando. Algo que impuso Darren Aronofsky en The Wrestler, esa película del 2008 que devolvió a Mickey Rourke al estrellato con el papel de Randy “The Ram” Robinson. Entonces Aronofsky impuso ese tipo de toma al personaje, con 9 o 10 repeticiones a lo largo de 1:49 minutos. En Sambá, este recurso está usado en más de 20 ocasiones. Y realmente llega un momento que aburre.

Si en una escena dos italianos hablan en español, cuando deben hacerlo en su idioma, uno comienza a sospechar. Pero, todavía no pasa nada cuando Nichi, el personaje de Ettore, anda vendiendo el auto.

Hay escenas poco creíbles, como esa de las peleas callejeras, que desde mi humilde punto de vista resultan poco orgánicas en su puesta en escena.

La musicalización tiene también estrellas y lodos. Hay una escena con música dramática, mientras Cisco se entrena, que crea una falsa atmósfera de que algo importante va a suceder, de ahí viene un corte a otra escena que nada dice. Y termina sin que suceda nada. Mas hay momentos más o menos felices con temas de música urbana, merengue fusionado y bachata. Esta última aporta un aire naif, sobre todo ese tipo de bachata ya gozada con el finado Ramón Cordero en Dólares de arena. Hay también un homenaje a la película de Laura e Isarel cuando el hijo o hermano de Cisco va a cometer un atraco con su pana, y van en la moto, como aquella secuencia de Geraldine Chaplin y Yanet Mojica.

A lo largo de la proyección hay problemas de sonido.

Hay un punto de giro: algo ocurre cuando matan al pana del hermano en el atraco. Y uno cree que ahora sí. Luego una pobre reacción al encontrar a la mamá en el suelo. Nada pasa.

¿El final? Juzgue Ud.

alfonsoquinones@gmail.com

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