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Delante del papel

Tal vez sea esta la única carta que seguimos escribiendo. Su condición de ejemplar único y en riesgo de extinción la ha colmado de magia y de misterio.

Delante del papel, lapicero en mano, nos disponemos a escribirles una carta a los Reyes Magos. Tal vez sea esta la única carta que seguimos escribiendo. Su condición de ejemplar único y en riesgo de extinción la ha colmado de magia y de misterio. Tomamos el lápiz, inspiramos, y nos disponemos a dibujar sobre el papel unos trazos que llevan prendidos nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras esperanzas y, ¿cómo no?, muchos de nuestros miedos. Escribía el gran Antonio de Nebrija, hace más de quinientos años, que «Entre todas las cosas que por experiencia los hombres hallaron para pulir y adornar la vida humana, ninguna otra fue tan necesaria ni que mayores provechos nos acarrease que la invención de las letras». 

Escribir a mano marca un ritmo distinto al pensamiento, lo reposa, lo remansa y, a veces, parece que lo alumbra (caben aquí algunas de las acepciones del verbo alumbrar). La falta de práctica –¿quién nos lo iba a decir?– hace que los dedos se tensen, que la tinta no corra, que emborronemos el papel. ¡Cuidado! Lo que escribimos nos lleva a nosotros a la zaga, y no está bien que vayamos emborronados por la vida. Despacito y buena letra, nos decían; buena letra, buena ortografía, buena redacción. Y por si no tuviéramos bastante, hay que tener claro qué es lo que les vamos a pedir a sus majestades de Oriente. Pidan libros, libros cargados de palabras; pidan ensayos sesudos o ligeros para poner los pies en la tierra; pidan novelas clásicas, transguesoras, románticas y empalagosas, terroríficas por la invención o por la realidad; antiguas o modernas; pidan poemas alados, narrativos, incendiarios o íntimos, o todo a la vez, como pueden serlo los poemas. Yo pido libros para mí y para los que quiero, y los que me quieren piden libros para mí. Pidan libros: demuestren que quieren. 

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María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.