Hablemos de inclusión
La palabra “inclusión” se ha puesto de moda
La palabra “inclusión” se ha puesto de moda. Es estandarte de políticos, empresas y colectivos. Refiere a derechos, valores, responsabilidad social y sirve hasta para plataformas electorales, pero también ha traído un mundo de confusión para los ciudadanos de a pie.
Comencemos por lo primero: la inclusión es un derecho. Si usted aspira a una sociedad justa y equitativa, todos deben participar, independientemente de que se vistan, hablen, piensen o se comporten diferentes a usted.
Tengo muchos años trabajando en el área de la comunicación. Escucho, converso, veo y escribo de muchos temas. Entiendo el concepto del lenguaje inclusivo, pero a veces se hace cuesta arriba implementarlo. Me ha pasado, leyendo textos “inclusivos”, que la mención reiterada de todos los géneros que desean abarcar hace que la comunicación pierda sentido…y la causa también. Al final, el mensaje se diluye, logrando el efecto contrario al deseado.
Hay cambios sociales que no pueden imponerse por las armas. Hacer que la gente escriba “todes”, no va a conseguirse por decreto, ni a golpes, ni a insultos. Hay un tema de formas que no deja ver muy bien el fondo, aun en los que estamos a favor de la inclusión.
Quizás la mejor manera, aunque tome más tiempo y recursos, sea a través de educar para un cambio de cultura. Educar para la tolerancia y el respeto a las igualdades y a las diferencias. Educar para la empatía. ¡Que la famosa frase de Juárez, del respeto al derecho ajeno, fue dicha en 1867 y seguimos peleando!
Yo he querido poner de mi parte en los pocos lugares donde tengo influencia. El año pasado, mi hija mayor y yo nos inscribimos en un curso de lengua de señas. Por temas de pandemia, fue 100% virtual, pero 100% formativo. De plano confirmé que tengo diez pulgares en las manos, pero aprendí mucho sobre la cultura y el mundo en que se desenvuelven las personas sordas. Fue una enorme lección de humildad y de serios cuestionamientos personales.
Muchas personas sordas nunca han pisado una escuela, muchos de ellos no reciben la atención que necesitan en un centro de salud, ni practicar su fe y lo que es peor, muchos de ellos ni siquiera pueden comunicarse con su propia familia porque sufren rechazo. Eso, queridos amigos, es exclusión.
Volvemos a las señas. Es una experiencia que recomiendo completamente y que te abre a la realidad de muchas cosas. Se nos olvida, ya adultos, que las señas fueron nuestro primer lenguaje y así nos comunicamos con nuestros padres antes de que aprendiéramos a hablar.
Me alegra que muchas instituciones, sobre todo financieras, estén entrenando en lengua de señas al personal que labora en el área de negocios. El efecto sería mayor si contrataran personas sordas en otras áreas, fomentando que el resto del personal aprenda señas y todos puedan comunicarse y compartir el día a día de la oficina y los chismes del café. Ese cambio social quizás no genere ruido, ni se mencione en una memoria institucional, pero poco a poco va creando la diferencia en una sociedad que se ha vuelto sorda de escuchar tantas sandeces, pero que se quema en valores de comunicación y tolerancia.
Veamos el caso de la tecnología. Como parece que los niños de esta época nacen con un iPad debajo del brazo (ya no puede ser pan, que muchos son alérgicos al gluten), se olvida que gran parte de la población no somos nativos digitales. Hay muchos adultos mayores, perfectamente funcionales, que no saben instalar Apps para hacer sus reclamaciones de salud, menos para realizar transacciones donde les piden varios códigos y secuencias de pasos con un límite de tiempo. La tendencia es a digitalizar casi todos los servicios. ¿Qué pretenden hacer con ese segmento de clientes y sus derechos?
Ahora, ni menús encuentras en los restaurantes. Si no tienes un teléfono inteligente que escanee un código QR te quedaste sin comer. Dentro de poco habrá que escanear el dinero también.
La tecnología, esa gran salvadora y aliada, también puede ser un canal de exclusión.
Nada, que este escrito no tiene otra finalidad que ponernos a pensar y a confrontar realidades. Los escucho.