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Noche de Karaoke

Un karaoke al año no hace daño y la amistad bien merece un gallo o dos

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Noche de Karaoke
Un karaoke al año no hace “tanto” daño y bien merece un gallo o dos. (SHUTTERSTOCK)

No sé cómo se me ocurrió, teniendo un par de oídos tan sensibles, coger para un bar de karaoke mal llamado “el ladrido”. El nombre debió haberme dado la pista y pasadas experiencias también, pero mi querida amiga Yadira, cumpliendo casi 50, valía la pena todo el rato.

Yo no medí los decibeles que me golpearon en la puerta, que seguro excedían el límite recomendable, pero tomé aire y entré de un brinco, como el que se tira a una trinchera en una guerra.

El DJ anunció al poco tiempo que iniciaba el set. Di un vistazo rápido y encontré gente de todas las edades, incluso algunas damas mayores que yo, lo que me dio esperanza hasta que comenzó la primera pista.

Con un sentido “Ya te olvidé” comenzó el amargue y las ganas de limpiar.

Hay canciones que son populares en karaokes y los sábados por la mañana, cuando suape en mano y una emisora de baladas a todo volumen, no parábamos hasta dejar todo reluciente. El cerebro tiene sus conexiones emocionales, porque inmediatamente comenzó Marisela con su voz de borrego a medio morir me llegó un olor a mistolín que pensaba que era parte de la producción y de la “experiencia” del lugar, 

Siguieron clásicos de José José, Ana Gabriel, Rocío Dúrcal, el Buki, la Jurado, Luis Miguel, Nino Bravo con sus “Cartas Amarillas” que me hicieron cuestionar la edad promedio de los asistentes y mi paz mental. Tarareé algunas, no lo voy a negar. Además, hay videos.

Un par de merenguitos acompasados, dos o tres en inglés para creernos “popis” y llenarnos de confianza para prepararnos para lo peor. Alguien pidió una canción de esas que merecen cierto seniority, el mayor respeto y una garganta prodigiosa. Pocas personas pueden llegar a las notas altas de “Mi mayor venganza” interpretada por la India sin pasar vergüenza. La chica que seleccionó la canción debía estar pasando una fase poderosa del duelo y decidió vengarse de todos nosotros. No hay una explicación coherente para ese asesinato a mansalva de una pieza musical tan bella.

Nuestro grupo de cantantes hizo una fina selección de canciones para bañera, limpieza de gavetas y domingo en rolos. Cantamos de todo y en grupo para disimular los fallos y los gallos. A pesar de que no servimos para un coro, nos defendimos bastante bien con “Pégame tu vicio” de Eddy Herrera y un par de piezas de Daddy Yankee que no requieren gran afinación. “Entre tu cuerpo y el mío”, de Milly Quezada mereció un “encore”.

A estas alturas, en el lugar no cabía un alma y el ruido de las conversaciones amortiguaba un poco el sonido de la música. El cariño de los viejos amigos arropaba a la cumpleañera que estaba feliz con sus 49 recién cumplidos, en sus aguas y negada a soltar el micrófono. Ya había pedido media docena de canciones más.

Cuando me despedí, dejé un grupo de viejos amigos vibrantes de alegría, con las mismas pilas de la juventud y con ganas de seguir cantando. A pesar de la bulla, confieso que la pasé divinamente, y que terminé cantando a todo volumen, aunque para el lunes estaba buscando un otorrino de emergencia para que me quitara el zumbido que me había quedado en el oído y la reverberación de la pobre y mutilada canción de la India en el recuerdo.

¡Total! Un karaoke al año no hace “tanto” daño y mi querida Yadira bien merece un gallo o dos.

TEMAS -

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.