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Reflexiones bajo la lluvia

He aprovechado estas noches de lluvia para poner mi alma en orden

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Reflexiones bajo la lluvia
El sonido particular de la lluvia que cae, a veces ruidoso e hipnótico, por ratos evocador e íntimo, tiene la peculiaridad de abrir las ventanas de nuestra alma. (LUIGGY MORALES)

En estos días ha caído mucha agua. Lo suficiente para desnudar el alma y a una ciudad que no necesita más excusas para entaponarse. 

El sonido particular de la lluvia que cae, a veces ruidoso e hipnótico, por ratos evocador e íntimo, tiene la peculiaridad de abrir las ventanas de nuestra alma, de llevarse lo trivial, de silenciar la conversación interior en tanto que nos aísla y nos hace ver hacia dentro. De forma irremediable nos trae recuerdos de una infancia más feliz, de amores perdidos, de sueños rotos.

La lluvia trastoca nuestros planes y obliga a replantearlos. Cambia el menú de la casa y la ropa del día. Nos atempera el carácter y nos abre los ojos. Nos hace ver otras realidades, como lo afortunados que somos cuando podemos llegar secos a la puerta de nuestros trabajos cuando hay tantos otros, miles, que no pueden esgrimir ninguna excusa y, bajo agua, esperan por su transporte intentando proteger lo que llevan encima y poniendo al mal tiempo la mejor cara posible. 

La lluvia es amante de la familia, del cocinao caldoso, del chocolate caliente y las tisanas de hoja. De ponernos de acuerdo para ver todos juntos series kilométricas, el juego de nuestro equipo favorito,o alguna película mala, si la luz nos deja, claro. Y si no, aprovechamos para mostrar a los hijos cómo los muchachos se divertían antes de la invención del iPad y del celular.

La lluvia nos hace darnos cuenta de las cosas que damos por hecho y casi nunca agradecemos: del sol, que cuando sale, sale para todos; la ropa seca o un buen techo sin goteras. Que tenemos un colchón limpio y dónde dormir sin miedo a que se meta el río o la cañada crezca y se lo lleve todo. ¡Tantas bendiciones que damos por sentadas hasta que llega la lluvia, nos golpea y nos desnuda!

He aprovechado estas noches de lluvia para poner mi casa en orden. No la de los muebles y los tereques. Hablo de mi casa interna, la del alma. Aquella que rara vez prestamos atención por tanto ruido, tanto afán, tantas cosas. Aquella que poco a poco, por falta de atención, se va llenando de un polvillo invisible que se acumula y nos agota. ¿Qué será lo que tiene la lluvia que provoca conversaciones tan profundas con uno mismo?

Limpié gavetas de recuerdos, organicé armarios de amores, hice un inventario de momentos felices y boté todo lo que llenaba espacios innecesarios. Me deshice de rencores y amarguras, de cargas que no me pertenecían e hice las paces conmigo misma. En este proceso se vale llorar, dejando caer las lágrimas para que limpien como una buena lluvia de verano.

La lluvia en los campos siempre es señal de que algo bueno está por venir. Debajo del lodo hay una tierra mojada esperando la semilla que garantizará la próxima cosecha. Yo sé bien que las lágrimas limpian y oxigenan el alma. También preparan el corazón para algo mejor.

Bienvenida, querida lluvia. Desnudaste mi alma y te llevaste por un rato el sofocante calor de este verano que apenas inicia. Nos dejaste mucho que limpiar por dentro y por fuera. Hay que poner manos a la obra. ¿Y tú, te decidiste a limpiar bajo la lluvia?

TEMAS -

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.