Tratamientos y ortografía
El valor de las mayúsculas en los tratamientos protocolarios
Cuando hace un par de semanas empezamos a fijarnos en unas palabritas tan chiquitas como don y doña, no imaginábamos que las acompañaríamos en un camino tan largo. Las hemos visto funcionando como marcador de rango social y también como tratamiento de cortesía. Todavía las veremos desplegar otros sentidos irónicos o despectivos. Pero antes, hagamos un alto en el camino para aprender, como nos gusta, sobre su ortografía.
Cuando usen por escrito don y doña háganlo siempre en minúscula, a menos que encabecen el texto o vayan detrás de punto. Así la Ortografía de la lengua española nos recuerda que a estas palabras se les aplica la misma regla que la que rige para todos los antenombres, los tratamientos que preceden al nombre propio, ya sea este de pila (don Juan, doña Ana, fray Pedro, san Isidoro, santo Tomás, santa Eulalia, sor Leonor) o apellido (doctor Chaljub, doctora Fernández, licenciado Núñez, licenciada Jiménez). Incluso, cuando los antenombres se refieren a tratamientos protocolarios que expresan altas dignidades, debemos escribirlos en minúsculas siempre que aparezcan seguidos del nombre propio: su santidad Francisco o su majestad Felipe VI.
Si, en cambio, se deciden por escribir estos tratamientos en abreviatura, no olviden que la mayúscula es obligatoria. La Ortografía explica que son formas que han quedado fijadas así, como si se tratara de pequeños fósiles de la lengua. Nos referiremos por tanto a D. Lorenzo y a D.ª Fátima, y también mantendremos las mayúsculas en otras abreviaturas de antenombres: Dr. Chaljub, Dra. Fernández, Lic./Lcdo./Ldo. Núñez, Lic./Lda. Jiménez, Fr. Pedro, Sto. Tomás, S. Juan, Sta. Eulalia, S. S. Francisco, S. M. Felipe VI, etc.
Por supuesto, cuando el tratamiento forma parte de un nombre propio, siempre se mantendrá la mayúscula. La denominación de nuestra capital nos lo recuerda: Santo Domingo de Guzmán.