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Proyecto Hombre

El Padre Domingo es un hombre marcado por la pasión de servir y transformar al mundo en que vive

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Proyecto Hombre
Proyecto Hombre es una casa que sirve para ayudar a aquellos adictos que quieren transformar sus vidas. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Al Padre Domingo lo conocí hace ya muchos años, no recuerdo cuántos ni dónde ni porqué, solo sé que le quiero y admiro mucho y que cada vez que me pide que le acompañe en algunos de sus proyectos soy incapaz de decirle que no.

Es un hombre marcado por la pasión de servir y transformar al mundo en que vive.

Una tarde llegó a mi casa a visitarme y es casi imposible que pueda evitar contarme el proyecto en el cual está trabajando en estos momentos. Su pasión y entrega le superan.

Se llama Proyecto Hombre -me dice entusiasmado.

-¿Y a qué se dedica?

 -Una casa  que sirve para ayudar a aquellos adictos que quieren transformar sus vidas y salir de su adicción. Tenemos muchas personas profesionales que nos ayudan -y rápidamente agrega-, tú podrías darnos una mano.

-¿Cómo así?

-Me gustaría que contaras la historia de Luis, uno de nuestros acogidos.

-Si me das los detalles lo hago de inmediato.

Y mi amigo comenzó a contar:

A los seis años su madre lo llevó a vivir a Estados Unidos. Desde muy pequeño la timidez le paralizaba, un día descubrió que con el alcohol lograba comunicarse con los demás.

Del alcohol pasó a la marihuana, luego a otras sustancias hasta que su vida, al llegar a los 50 años, la había perdido sumido en una espantosa rutina, donde nada importaba más que vivir escapando de la realidad que le rodeaba sumergido en las drogas.

Fue deportado a República Dominicana y al llegar descubrió que no conocía a nadie y que no tenía dinero para sobrevivir.

Se refugió en las cuevas del Malecón, aprendió a dormir en los bancos de los parques, en callejones oscuros, alimentarse del menú de zafacones y cantidad de miserias más.

Un mediodía se enteró de que un grupo de personas daba almuerzos en una calle de la ciudad y el hambre le condujo al lugar.

Aquí el sacerdote se detiene y pone énfasis cuando dice: 'era un hombre asco, sucio, apestoso'.

Sentí que quería hablarme y cuando pudo se me acercó y me preguntó si era cierto que yo dirigía una casa de recuperación.

Le miré a los ojos y espere su reacción.

-Necesito su ayuda, tengo que salir del mundo en que vivo.

Y comenzamos los trámites.

Luis poco a poco fue recuperando su autoestima, su amor por la vida, descubrió la sana alegría, el deseo de servir a otros, atisbó de lejos que podía ser feliz y logró terminar el programa siendo un hombre nuevo.

El día de la despedida me dijo al oído que no se quería ir, que él pertenecía a esa casa. Que al fin había encontrado un hogar.

La misión está cumplida -le dije- ya estás preparado para reinsertarte en el mundo laboral, por saber hablar inglés consiguió un puesto en un call center.

-Padre no quiero irme -repitió.

-¿Qué te ata aquí?

Luis me miró a los ojos  y vi lágrimas en los suyos.

Apenas podía hablar cuando me confesó:

-Es la primera vez en mi vida que me siento querido.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.