Contigo, pan y cebolla
Antiguas expresiones que alimentan nuestra curiosidad

«Contigo, pan y cebolla» reza un antiguo dicho que celebra el amor generoso, el que alimenta más allá de las privaciones. Dice el Diccionario de la lengua española que «lo usan los enamorados para ponderar su desinterés material», y que a veces tiene su zurrapita.
Como en este dicho, el sustantivo pan tiene un protagonismo muy especial en algunas expresiones y locuciones de nuestra lengua que nos hablan del sustento del cuerpo y también del sustento del alma.
Si la dieta a pan y cebolla resulta sin duda exigente, sin duda la supera aquella que te tiene a pan y agua.
Esta resuena no tanto a amor desinteresado como a castigo y penitencia. Infinitamente más ventajoso es estar a pan y mantel, o a pan y manteles, una situación parecida a lo que por aquí llamamos arrimarse; es decir, disfrutar de alojamiento y comida gratuitos en casa ajena.
Ya ha caído en desuso, pero antiguamente se le llamaba pan perdido a quien dejaba su casa por una vida de vagabundeo y holgazanería. Detrás de ese pan perdido había toda una carga de desprecio y decepción.
A veces nos toca estar a pan y manteles, y otras sentimos cómo nos niegan el pan y la sal. En esta dolorosa expresión se esconde una tradición ancestral. Ofrecer un pedazo de pan y un puñado de sal, en representación de los alimentos esenciales, era señal de hospitalidad y acogida en la antigua Roma.
Negarlos significaba rechazo y desprecio. Con el tiempo, negarle el pan y la sal a alguien significa no reconocerle lo que en justicia o por sus propios méritos le pertenece.
Por más doloroso que resulte, siempre podremos hacer gala de indiferencia y responder con un con su pan se lo coma, haciendo gala de desapego y desdén por la actitud de quien no sabe apreciarnos o valorarnos.
Desde la Antigua Roma nos llega también la expresión panem et circenses, pan y circo para nosotros. Nos habla de la práctica clientelista establecida por los emperadores romanos de repartir raciones de trigo o pan y promover la asistencia gratuita a espectáculos circenses como forma de mantener al pueblo entretenido y lejos de la política.
Palabras con historia
Se quejaba el poeta Juvenal, por allá por los albores de nuestra era, de que el pueblo romano había perdido su interés por la política y que solo anhelaba dos cosas: pan y circo. Adaptado a nuestros tiempos, como la propia estrategia populista, sobrevive la expresión en pan y fútbol.
Hay quienes son fáciles de conformar; para ellos a falta de pan, buenas son tortas; y, para los que son de esta orilla, a falta de pan, cazabe.
Siempre aparece esa buena gente de la que nos hablaba Machado, que «...no conocen la prisa / ni aun en los días de fiesta. / Donde hay vino, beben vino; / donde no hay vino, agua fresca».
Buena gente, esa a quien la tradición popular llama un pan, un pan bendito, un pan de Dios o un pedazo de pan.
Disfrutar de la riqueza de expresiones de nuestra lengua es pan comido. Solo necesita de nosotros curiosidad y sensibilidad para las palabras; y, por descontado, propiedad para usarlas. Siempre se agradece que se llamen las cosas por su nombre, haciendo honor a aquello de al pan, pan, y al vino, vino.

María José Rincón