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Un libro y un deseo

Chocolate, libros y silencio, una propuesta para concluir el año

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Un libro y un deseo
La lectura compartida ofrece un espacio de silencio, conexión y afecto, convirtiéndose en tradiciones que se heredan y en un regalo significativo que demuestra cuánto conocemos a los demás. (SHUTTERSTOCK)

Las celebraciones de estas fechas llegan cargadas de tradición. Lo que hacemos, lo que cantamos, lo que cocinamos, se transmite de año en año, de generación en generación. Y eso que hacemos, que cantamos, que comemos, de alguna manera nos define como individuos y como sociedad.

Claro que nunca está de más introducir de vez en cuando alguna nueva costumbre. De hecho, somos muy dados a hacerlo con las costumbres foráneas, que  adoptamos y adaptamos con facilidad. Lo hemos hecho con el Viernes Negro, con la Noche de Brujas y con Acción de Gracias.

Para concluir el año les propongo una hermosa tradición islandesa. En su lengua la llaman Jólabókaflód –y se quejan ustedes de las tildes del español–. La traducción del nombre islandés a nuestra lengua sería algo así como inundación navideña de libros.

La tradición consiste en regalar libros en Nochebuena y, por supuesto, en leerlos en estas noches tan especiales del año. Una tradición con fecha de nacimiento, pues dicen que se remonta a la escasez sobrevenida durante la Segunda Guerra Mundial.

Del racionamiento de la guerra solo se salvó el papel y, por tanto, los libros. Era lo que había para regalar, y así se hizo.

La lectura puede ser en familia o en soledad y siempre se adereza con una taza de chocolate caliente. No hay duda de que las condiciones del clima islandés por estas fechas favorecen el mantenimiento de esta costumbre.

Diciembre es el mes más oscuro del año en Islandia y la nieve lo cubre todo; solo las luces de Navidad iluminan esta blanca oscuridad.

Pocas cosas se me ocurren mejores que hacer con temperaturas negativas, que llegan incluso a congelar el mar, que sujetar una taza de chocolate con una mano y un libro con la otra, y si es en compañía lectora, miel sobre hojuelas.

No sé a ustedes, pero a mí, que reconozco que soy un poco rara, me reconforta el silencio de la lectura compartida

Reconozco que una Navidad como la nuestra, en la que el calor asfixiante nos da tregua, en la que recibimos a tantos que tenemos lejos durante todo el año, en la que nunca faltan las oportunidades de compartir y festejar, se aviene mal con la lectura. Sin  embargo, todo es proponérselo.

La lectura nos ofrece opciones para todos, porque todos tenemos en los libros un universo propio por descubrir. Regalar un libro es difícil; implica pensar en quien lo va a recibir.

No hay mejor regalo que saber que piensan en nosotros, pero no olviden que escoger un libro para alguien habla claramente de la idea que tenemos de la persona que lo va a recibir.

Un libro entre los regalos. Reservar un momento, aunque sea pequeño, en el que todos abramos ese libro, hagamos silencio y leamos juntos.

Un momento muy especial que nos acerque a nosotros mismos y, al mismo tiempo, a los que nos rodean, a los que queremos, con el lazo invisible del silencio y la lectura compartida. Les animo a probarlo. Ya sé que no somos islandeses, ni falta que nos hace.

Somos dominicanos, nos gusta la fiesta, nos gusta la algarabía, pero estoy convencida de que también nos gusta alzar la cabeza y comprobar que los nuestros están con nosotros y que les hemos ofrecido el mejor regalo.

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María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.