Comiendo fuera... sin que se note

Cada vez con mayor frecuencia, por necesidad, gusto o por exigencias de nuestro trabajo, salimos a comer fuera de casa. Las variables del establecimiento son incontrolables, pero nosotras podemos marcar la pauta, escogiendo lo que podemos comer sin perder la línea y sin sentirnos culpables después.
¿Te reconoces?
Vamos a presentarte algunos casos, selecciona el que más se parece a ti.
Se te antoja todo el menú y sientes algo de culpabilidad si sólo ordenaste una entrada y el plato fuerte.
Comes todos los panecillos con mantequilla antes de la llegada de los aperitivos.
Te quedas mirando fijamente lo que no se comió tu compañero de mesa, luego que has acabado todo lo tuyo.
Escoges la mesa más alejada posible del bar de ensaladas, porque esa comida por sana, puede enfermarte.
Siempre escoges (¡ni cuenta te das, lo juras!) aperitivos fritos, carnes empanizadas y el postre con más caramelo del menú.
Sufres un ataque disimulado si al llegar los platos, te fijas que el tuyo es más pequeño que los otros.
Si te relacionas con alguno de los anteriores, tus frecuentes salidas gastronómicas facturarán más caro de lo que planificaste... tu cuerpo te lo cobrará.
Para comer fuera sin que se note, estos son consejos sencillos de los que puedes llevarte no importa la categoría del restaurante al que vayas.
Ordena sólo lo que necesitas: en muchos casos nuestros ojos son mayores que nuestro apetito y terminamos comidas a pesar de que ya estábamos realmente satisfechas.
Trata de comer la misma porción que cuando estás en casa: evita todo lo que comience con "jumbo", "deluxe", "supergrande" "gigante". Esa cantidad de comida "extra", también aporta calorías "a lo grande". Piénsalo bien.
Come despacio: así disfrutas más los alimentos y le das a tu cuerpo el tiempo de avisarte cuando está lleno. Esto ayuda incluso con la digestión posterior.
Pide las salsas y aderezos aparte. Así limitas conscientemente la cantidad que consumes, si no puedes controlar nada más.
No mires lo frito o empanizado: si negarte este gusto puede matarte, escoge la porción pequeña y comparte.
Dile no a las papas fritas: para acompañar un plato hay docenas de guarniciones. O pásate por el bar de ensaladas. Pero ojo, que ahí también hay tentaciones escondidas: ¿de qué vale el plato de lechuga si le agregaste aderezo de mayonesa, croutones, tocineta y algo de queso curado para "darle sabor"?
Buena comida, conversación agradable... trato cerrado. ¿Quién dijo que no se puede?
¿Te reconoces?
Vamos a presentarte algunos casos, selecciona el que más se parece a ti.
Se te antoja todo el menú y sientes algo de culpabilidad si sólo ordenaste una entrada y el plato fuerte.
Comes todos los panecillos con mantequilla antes de la llegada de los aperitivos.
Te quedas mirando fijamente lo que no se comió tu compañero de mesa, luego que has acabado todo lo tuyo.
Escoges la mesa más alejada posible del bar de ensaladas, porque esa comida por sana, puede enfermarte.
Siempre escoges (¡ni cuenta te das, lo juras!) aperitivos fritos, carnes empanizadas y el postre con más caramelo del menú.
Sufres un ataque disimulado si al llegar los platos, te fijas que el tuyo es más pequeño que los otros.
Si te relacionas con alguno de los anteriores, tus frecuentes salidas gastronómicas facturarán más caro de lo que planificaste... tu cuerpo te lo cobrará.
Para comer fuera sin que se note, estos son consejos sencillos de los que puedes llevarte no importa la categoría del restaurante al que vayas.
Ordena sólo lo que necesitas: en muchos casos nuestros ojos son mayores que nuestro apetito y terminamos comidas a pesar de que ya estábamos realmente satisfechas.
Trata de comer la misma porción que cuando estás en casa: evita todo lo que comience con "jumbo", "deluxe", "supergrande" "gigante". Esa cantidad de comida "extra", también aporta calorías "a lo grande". Piénsalo bien.
Come despacio: así disfrutas más los alimentos y le das a tu cuerpo el tiempo de avisarte cuando está lleno. Esto ayuda incluso con la digestión posterior.
Pide las salsas y aderezos aparte. Así limitas conscientemente la cantidad que consumes, si no puedes controlar nada más.
No mires lo frito o empanizado: si negarte este gusto puede matarte, escoge la porción pequeña y comparte.
Dile no a las papas fritas: para acompañar un plato hay docenas de guarniciones. O pásate por el bar de ensaladas. Pero ojo, que ahí también hay tentaciones escondidas: ¿de qué vale el plato de lechuga si le agregaste aderezo de mayonesa, croutones, tocineta y algo de queso curado para "darle sabor"?
Buena comida, conversación agradable... trato cerrado. ¿Quién dijo que no se puede?
Diario Libre
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