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Con el ejemplo enseñamos a nuestros hijos a ser auténticos

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Con el ejemplo enseñamos a nuestros hijos a ser auténticos

Toda obra original es valiosa, sobre todo si pensamos en algunas esculturas y pinturas, cualquier copia tendrá algunos rasgos que la hacen diferente e imperfecta de acuerdo al original. Por el hecho de existir y poseer unas características y cualidades propias, todos somos "originales", pero no quiere decir que somos personas "de una pieza", íntegros, es decir, auténticos.

Cada individuo es distinto de los demás y tiene derecho a ser respetado en su originalidad. Existe una especie de fobia a ser considerado diferente, como si fuéramos un "bicho raro". Por eso muchos se empeñan en pasar desapercibidos, en no destacar, no autorrealizarse, sólo por no significarse.

El valor de la autenticidad le da a la persona autoridad sobre sí mismo ante sus gustos y caprichos, iniciativa para proponerse y alcanzar metas altas, carácter estable y sinceridad a toda prueba, lo que le hace tener una coherencia de vida. Es siempre una correspondencia entre lo que digo y lo que practico; entre lo que queremos ser y el para dónde vamos. Pero con frecuencia gastamos más tiempo en la forma que en el fondo y toda buena pintura hay un equilibrio armónico entre colores, textura, simbología, autor y sentimiento, otros dirán fondo y figura.

Para ser auténticos hace falta algo más que copiar partes de un modelo, como si quisiéramos adueñarnos de una personalidad que no nos pertenece, o peor aún, pasar la vida esperando "la gran oportunidad" para demostrar lo que somos y lo que podemos lograr. Las experiencias, el conocimiento y la lucha por concretar propósitos de mejora, hacen que con el tiempo se vaya conformando una personalidad propia. Una persona congruente reacciona, opina y actúa siempre de acuerdo a sus convicciones y su formación.

En este sentido, en nuestro ambiente familiar hemos aprendido muchos de nuestros valores; la experiencia familiar con su dimensión afectiva nos lleva a captar y a privilegiar ciertos valores, como el de la autenticidad. En esto, nuestros padres tienen una de las mayores responsabilidades en el proceso de formación de los hijos, ya que en la medida que como padres sean auténticos con su hijo, en esa misma medida crecerá en ellos el don de ser ellos mismos.

Con frecuencia en la escuela vemos que al enseñar algunos valores y principios morales, solemos exponerlos como cualquier otro conocimiento y no como pautas de actuación, como estilos idóneos de vida que hagan crecer a nuestros futuros hombres y mujeres del mañana como personas verdaderamente auténticas.

Para ser auténticos debemos ser nosotros mismos siempre, independientemente de las circunstancias. Luchar contra la vanidad. Que nos lleva a elevarnos por encima de lo que somos para cubrir nuestras flaquezas o exaltar nuestras cualidades.

Prepararnos para adquirir aquellas destrezas o habilidades que nos hacen falta para el trabajo o para sacar adelante a la familia. Cooperación y comprensión para evitar el deseo de dominio sobre los demás, respetando sus derechos y opiniones.

Ser fieles a las promesas que hemos hecho, de esta manera, somos fieles con nosotros mismos. Cumplir responsablemente con las obligaciones que hemos adquirido en la familia o el trabajo.

Hacer a un lado simpatías e intereses propios, para poder juzgar y obrar justamente. Esforzarnos por vivir las leyes, normas y costumbres de nuestra sociedad.

La autenticidad da a la persona una natural confianza, pues con el paso del tiempo ha sabido cumplir con los deberes que le son propios en el estudio, la familia y el trabajo, procurando perfeccionar el ejercicio de estas labores superando la apatía y la superficialidad, sin quejas ni lamentaciones. Por la integridad que da el cultivo de este valor, nos convertimos en personas dignas de confianza y honorables, poniendo nuestras cualidades y aptitudes al servicio de los demás, pues nuestras miras van más allá de nuestra persona e intereses. Además, no tener miedo a que "me vean como soy".

www.nuestroshijos.com.do