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Encuentro literario
Encuentro literario

El Ateneo Insular celebró encuentro literario en Las Terrenas

Bruno Rosario Candelier, fundador del Interiorismo, informó que la actividad se realizó en honor de tres valiosos creadores interioristas del Nordeste dominicano: Elidenia Velásquez, Leopoldo Minaya e Ingrid Gómez Natera

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El Ateneo Insular celebró encuentro literario en Las Terrenas
Alexandra Borbo´n, Bruno Rosario Candelier y Miguel Solano. (ELIDENIA VELÁSQUEZ)

En homenaje a Elidenia Velásquez y basado en su primera novela, Espíritu de sangre (2022), Bruno Rosario Candelier escribió: «En esta novela de Elidenia Velásquez, se aprecian adecuadamente los factores narrativos con las correspondientes caracterizaciones en los personajes, las oportunas descripciones de los ambientes y la relación de los intercambios verbales de sus actantes y figurantes. Entonces, cuando la autora alude al meollo de su novela, que tiene un pie en la realidad y otro pie en la imaginación, se nota porque así lo manifiestan los hechos, pues lo que cuenta la narradora está fincado en ese ámbito fabulesco, en esa vertiente a veces onírica, a veces inventada, a veces real».  

   «Tiene nuestra novelista el talento para auscultar su propia conciencia, desarrollar su capacidad de fabulación, internarse en la realidad trascendente y concebir historias fabulosas que articula a su experiencia de vida, a su comarca cibaeña y a diversas manifestaciones socioculturales con la narración de historias, ambientes y personajes a los cuales vivifica con los recursos técnicos de la literatura, auscultando el interior de sus personajes, caracterizando a sus criaturas imaginarias o describiendo el ambiente donde ubica las actuaciones a la luz de historias que atraen por la originalidad de su ocurrencia y la propiedad de su formalización». Uno de los textos que citó el maestro es el siguiente:

   «Su madre decía que había nacido para algo oscuro en la vida, porque nació de pie y con el cordón umbilical doblemente enredado en su cuello. Cuando se presentó la hora del parto ella se encontraba visitando a un familiar en el campo, por Jamao al Norte, y no le dio tiempo ni de bajar la loma para llegar al doctor. Cuando la partera llegó ya la niña había nacido, y esta solo tuvo que cortar el cordón y ayudar a la madre. Luego salió al patio a verle los ojos a la criatura con la luz de la luna llena, pues había nacido con un ojo verde y el otro gris.  -Esa niña será grande. Es una elegida del tiempo –vociferó la partera mientras la presentaba a la luna y reía a carcajadas–. Aquí está, señora de la noche, te la entrego».

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Infografía
Ingrid Gómez Natera. (ELIDENIA VELÁSQUEZ)

   En su ponencia en honor de Ingrid Gómez Natera, Rosario Candelier manifestó que «esta impresionante novela es una recreación histórica y sociocultural del siglo XVII, es decir, se ubica en los años de 1600 en adelante y se centra en la época de las devastaciones de la banda norte de esta isla, conforme las despoblaciones que ocurrieron en 1605-1606; pero antes de las devastaciones la autora traza una ubicación histórica, un marco social y algunos rasgos de sus vividores, con sus atuendos, sus perfiles y sus costumbres, respecto a la realidad histórica y social, que se ubica en plena etapa colonial; sus habitantes vivían de las reses, la agricultura y la cacería y se alude a dos villas importantes de la época, como fueron La Yaguana y Bayajá». Señaló que «cada novela es única, singular y peculiar, como lo es cada historia, cada persona, cada paisaje y cada una de las cosas que tienen existencia individual, de manera que el concepto de individuación se aplica también a una obra literaria: «El Cristo de los milagros, de Ingrid Gómez Natera, tiene una historia distintiva, personajes peculiares, hechos singulares y, desde luego, un ambiente diferente».

   Expuso «la muchacha en torno a la cual gira esta novela, que tiene una función protagónica, María Mirari o María del Milagro la Cieguita de Usedia, experimenta el milagro de la visión ante el madero del Cristo que sorpresivamente aparece en las aguas del Mar Caribe en cuyo litoral se encuentra justamente esa cieguita de nacimiento y que no veía nada, y durante un paseo por las orillas de las aguas con su lacaya Chayna que la cuida y acompaña, vive una sorprendente experiencia cósmica, cardinal y mágica». Dijo que «la narradora relata esa experiencia y subraya el arrebato emocional, sicológico y espiritual que experimenta la joven protagonista, y describe la realización de un milagro, una sorpresiva alteración de la realidad, el milagro en la Yaguana, y, al divulgarse la noticia, llega todo el gentío de la villa al correr la voz de que hubo un milagro con la cieguita María Mirari, la hija del potentado de La Yaguana: 

   “Afirmaba que veía algo que venía hacia nosotras, como si me llamara, como si dijera ven hacia mí. Ella me sostuvo firmemente, me sacudió, pero yo quité sus manos de mis hombros y corrí torpemente a encontrarme con el mar. Me lancé en sus aguas y batallé con las olas. Me arrastraron con fuerza. Chayna se desesperó con gritos fuertes, aterrada por mi actitud, mientras me escapaba en mi locura de alcanzar lo que juraba que veía… hasta alcanzarlo. Me abracé a esa cosa extraña que mis ojos rozaban a la claridad de la luz. Los gritos de Chayna y el parloteo de las aguas me sumieron en una confusión indescriptible. Me sentía girar, girar, alrededor de todo, o todo giraba en torno a mí con ráfagas de luces y sombras. Frente a mí se amontonaban colores desconocidos. Los pescadores que estaban en la cercanía se lanzaron en ayuda de Chayna. Lograron sacarme de allí con todo y el madero al que yo me aferraba. Lo arrastraron hasta la arena y fue allí cuando todos vieron claramente lo primero que mis ojos ciegos divisaron. Era un Cristo sin cruz. Los hombres se persignaron, y Chayna cayó de rodillas y se abrazó a mi sayal”».    

   En su ponencia en honor de Leopoldo Minaya, Rosario Candelier manifestó: «Los poemas sagrados, título del poemario de Leopoldo Minaya, tienen la hermosa y edificante virtud estética y espiritual de la profundización trascendente, desde la cual el poeta dominicano aporta un mensaje de iluminación espiritual, con la sabiduría de su sensibilidad mística y las verdades de su conciencia sutil, tres categorías de la creación poética: sus poemas son fruto de su poder intuitivo, del dictado de la inspiración y la gracia de la revelación». Explicó que «la revelación es una donación de lo Alto que reciben los elegidos del Espíritu, los santos, profetas, místicos, iluminados y teopoetas mediante cuyos mensajes reciben la sabiduría sagrada de la fuente de la Divinidad».

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Infografía
Leopoldo Minaya, Luis Quezada, Víctor Escarramán, Marielena de Escarramán-y Carmen Pérez Valerio. (ELIDENIA VELÁSQUEZ)

   «En tal virtud, nos transmiten verdades profundas, mensajes de esencias milenarias y enseñanzas que elevan la conciencia —dijo—, razón por la cual Leopoldo Minaya acude a la Biblia, el libro sagrado de los cristianos, en cuya virtud fluye el aliento bíblico de su creación, desde el punto de vista del contenido y también desde la perspectiva, la dimensión formal, como el uso de la técnica del paralelismo, que combina con el recurso del versolibrismo para darle forma y sentido a su concepción espiritual, su talento literario y su sabiduría mística».  

   Uno de los poemas que ponderó el crítico fue «Tócame y sálvame». Argumentó que en él «Leopoldo Minaya asume el tema del amor, que puede ser el amor humano y el amor divino, porque habla en su voz y en él mora y de él fluye, y en tal virtud acude a vocablos que aluden al sentimiento de la carne (“entra en mi piel, sedúceme”); alude a manifestaciones de la naturaleza con su visión empática de lo viviente (“el ardor de la lluvia, el amor, el abrazo”); y se vale de unos cuantos verbos en imperativo (“úsame, tómame, sacrifícame, sálvame”, etc.), una manera de enfatizar ese poderoso sentimiento que desmaya los sentidos para concitar, desde el hondón de la conciencia, los sentimientos que motivan, arrebatan y enaltecen, a la luz del amor, a la luz del más poderoso sentimiento que subyuga la sensibilidad y encandila la conciencia, concitando acciones y pasiones cuando la dolencia divina embruja a los humanos, como se aprecia en estos dolientes, cautivadores y subyugantes versos: “Habla en mi voz, en mí / dormita. / Roja el alma, / entra en mi piel: sedúceme. / Sintamos / el ardor de la lluvia, el amor, el abrazo. // ¡Úsame, tómame, sacrifícame, sálvame, / posa en mí la pasión sin igual, desmedida! / ¡Lléname, llévame, aromatízame, embriágame, / siénteme, hiéreme, pulverízame, sálvame!”». 

    Otra de las ponencias la presentó Elidenia Velásquez, y fue también sobre El Cristo de los milagros, de Ingrid Gómez Natera: «Quedé maravillada al leer su producción, ganadora del Premio Funglode de Novela Federico García Godoy 2019, El Cristo de los milagros. Es una obra sorprendente, con una narrativa clara, precisa y exquisita, la cual se desarrolla en el contexto de hechos históricos de nuestra isla de principios del siglo XVII». Expresó que Gómez Natera, «con su bien estructurada trama y su fascinante narrativa, nos lleva a pasear por la historia y geografía de nuestro país al tiempo que nos ofrece una idea de cómo posiblemente eran las cosas y la vida de ese entonces». Valoró que «cada episodio es enriquecido con magníficas descripciones del ambiente y la caracterización de los personajes a través de una prosa limpia y llana, y la misma denota la gran inteligencia, la fluidez emocional y literaria de la autora, además del gran trabajo de investigación sobre el tema y la época tratada».

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Vista de una de las sesiones. (ELIDENIA VELÁSQUEZ)

   «Esta novela es una obra que perdurará en el tiempo —afirmó Vélásquez— y quedará en la historia de nuestro país al tiempo que dará luz a las futuras generaciones sobre hechos y acontecimientos trascendentales de nuestra historia». Agregó que «durante el desarrollo de la trama, se aprecia el cambio en la vida de María Mirari, en su mente, en los sucesos cotidianos y generales: pasa de ser una niña feliz que vive en el paraíso en el seno de una familia trabajadora, pero acomodada, a una joven enamorada, a ser parte de un pueblo errante y empobrecido por situaciones sociales y circunstanciales»: «Con un final inesperado e impactante la novela El Cristo de los milagros te deja un sabor a nostalgia e impotencia, pero también de regocijo ante la magnificencia del Altísimo. Es una obra con valor histórico, cultural, religioso y romántico», puntualizó.  

    En el evento, que tuvo lugar el 4 de marzo de 2023, la narradora Alexandra Borbón leyó su cuento «Tobogán»; y los poetas Juan Santos, Ingrid Gómez Natera, Elidenia Velásquez y Leopoldo Minaya, leyeron sus poemas. En la opinión del distinguido interiorista Luis Quezada Pérez, quien hizo la presentación del poemario La hora llena, de Leopoldo Minaya, «¡El encuentro fue excelente!».   

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