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Al rescate del patrimonio cultural subacuático

El país cuenta con una riqueza histórica que no aprovecha

La Oficina Nacional de Patrimonio Cultural Subacuático tiene más de cuarenta años realizando un trabajo especial desde su fundación en el 1976. Fue pionera en la región caribeña y suramericana, convirtiéndose en la primera en la zona en trabajar con la recuperación de artefactos arqueológicos a partir de naufragios y accidentes marítimos de importantes navegaciones del siglo XVI y XVII. En unión con importantes universidades, investigadores y arqueólogos de otros países, ha logrado notables aportes a la historia, la cultura y la ciencia.

En los mares que rodean República Dominicana, en especial la costa norte, existen cientos de puntos arqueológicos, algunos ya descubiertos, pero con muchos otros por descubrir. Su relevancia va más allá de lo histórico y cultural, llega hasta lo económico. El director del centro, el arquitecto Juan López, explica que los hallazgos de objetos provenientes de barcos legendarios de la época colonial tienen un valor inestimable. No sólo permiten entender mejor la forma de vida y de navegación de esos tiempos, también cuentan historias de sus tripulantes, de dónde venían y hacia dónde se dirigían, qué cargaban, la situación que provocó el accidente o naufragio, incluso, hasta las condiciones del tiempo.

“Estos tipos de hallazgos, investigaciones o rescates, nos dicen, cómo eran los instrumentos de navegación de la época, la vida en un barco y los cargamentos que iban dentro de esos barcos”, expresa López. “La mayoría de los naufragios son producto de huracanes, de guerras, accidentes, de la piratería y eso se puede determinar con la recuperación de las bitácoras”, agrega el director. Ahí reside la importancia histórica, cultural y hasta científica, pues con el registro de estos accidentes debido a huracanes o tormentas, se pueden registrar estos fenómenos meteorológicos. Y, de hecho, este ha sido el caso en muchos de estos descubrimientos.

Francis Soto, quien fue uno de los fundadores del centro, cuenta que en su registro tiene localizado al menos 160 puntos arqueológicos, de esos, unos 110 son pecios. Entre los barcos encontrados están el galeón español Nuestra Señora de la Concepción, que naufragó en 1641, que es el más documentado; el Nuestra Señora de Guadalupe, que se trabajó en los años 70 junto al Toulouse francés, y el navío de guerra también francés, el Scipion, de 74 cañones, entre otros. Unos de los últimos hallazgos apuntan a que se ha encontrado el San Miguel, pero todavía no lo han podido confirmar.

Actualmente, el centro ha terminado de hacer el inventario y la conservación de los bienes que serán expuestos en el Museo Subacuático que ha sido modernizado y será inaugurado próximamente en el edificio de las Atarazanas, construido precisamente en el siglo XVI. “Este año,sin lugar a dudas,sí se va a inaugurar el museo”, asegura López.

La dirección cuenta con cientos de miles de objetos almacenados, pero con la riqueza todavía oculta en el mar, requiere más personal, equipos y recursos para realizar los rescates. “Una inmersión en el mar sale bastante cara, las embarcaciones deben tener GPS y un buzo puede durar hasta cuatro horas bajo el agua, fotografiando y haciendo levantamientos, por lo tanto, se necesitan muchos recursos”, expresa Juan.

La gran mayoría de rescates que han realizado, lo han logrado con la colaboración de investigadores de otros países que traen los equipos. Uno de los últimos en venir al país a trabajar, y a educar sobre la importancia de mantener estos museos acuáticos y no saquearlos para el contrabando, es el Dr. Charles Beeker, arqueológo, que trabaja para la Universidad de Indiana en los Estados Unidos. Otros esfuerzos se han realizado con centros de investigación y profesionales de España, Francia y la empresa Deep Blue Marine, también estadounidense. En estos casos, el Estado sólo se queda con el 50 % de lo rescatado.

Una forma de generar mayores recursos para que el centro adquiera los equipos adecuados y pueda contratar el personal necesario es crear museos vivos en el mar, lo cual podría incentivar el turismo, pero también realizar exposiciones periódicas en los museos existentes en el país, o incluso en el extranjero.

“La idea nuestra no es que tengamos un almacén de bienes, nosotros tenemos que exponer. Y no necesariamente en Santo Domingo. Tenemos que tener intercambios porque la historia no tiene dueño, la historia es de todos”, concluye López.

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