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Alicia Alonso deja un indiscutible legado: sus discípulos

La leyenda de la danza cubana falleció este jueves a los 98 años de edad

Su técnica es impecable, su pasión inigualable. Muchos se han destacado en grandes compañías de danza en Estados Unidos, desde el American Ballet Theatre en Nueva York hasta el Ballet de Boston o el de San Francisco. Son bailarines cubanos y tienen algo en común: pasaron por la escuela de Alicia Alonso.

“Yo creo que lo que Alicia ha creado en Cuba es un verdadero milagro, se pudiera decir”, dijo a The Associated Press en 2010 José Manuel Carreño, por entonces bailarín principal del American Ballet Theatre (ABT) en Nueva York. “Un bailarín en Cuba es tan reconocido como cualquier deportista en Estados Unidos y eso sinceramente no se ve en otra parte”, agregó el astro cubano.

En el extranjero, expertos e íconos tan prominentes como Mijaíl Baryshnikov se han jactado de reconocer a los bailarines cubanos de inmediato por su gracia y su técnica.

“Es imposible no darse cuenta cuando un bailarín cubano entra en el estudio”, escribió el más grande de los bailarines rusos en el prólogo del libro “Cuban Ballet” de Octavio Roca, un crítico de artes cubano-estadounidense. “Se dice que nadie nace siendo bailarín, tienes que querer serlo más que nada en el mundo. Estos cubanos quieren y se sienten privilegiados de ser parte de esto. Se entregan por completo”, añadió.

En el libro de 2010, cuya portada decoraban las hermanas Lorna y Lorena Feijóo -dos de las principales exponentes del ballet isleño en Estados Unidos-, Roca exploró la historia del ballet cubano enfocándose en la vida de Alonso, la emblemática fundadora del Ballet Nacional de Cuba, fallecida el jueves en La Habana a los 98 años.

“Los cubanos son gente que baila. La danza nos importa y nos importa profundamente”, afirmó la prima ballerina assoluta de la isla, que bailó en la Unión Soviética en 1957 y 1958, en un prólogo que escribió para el libro de Roca.

“Regresé a La Habana a compartir mis experiencias de Moscú, Leningrado y Riga con nuestros bailarines y maestros. Pero siempre nos mantuvimos atentos, cautelosos de las imitaciones; usamos nuestro criterio para determinar qué funcionaba y qué no en los cuerpos de nuestros bailarines... para conseguir nuestro propio concepto de belleza, de elegancia y de gracia”, añadió la también coreógrafa, que se mantuvo al frente de la compañía aún como nonagenaria y estando casi ciega.

Lea: Muere a los 98 años Alicia Alonso, la leyenda de la danza cubana

Para el autor lo interesante es cómo una pequeña isla ha logrado influir tanto en las artes, y sobre todo en la danza. “La historia del ballet cubano es una historia de esperanza y triunfo, pero la historia de Cuba es una historia muy triste... y el ballet sigue triunfando contra viento y marea. Es una cosa conmovedora”, dijo a AP al publicar su libro.

La influencia que tuvo la Unión Soviética en el ballet internacional es evidente incluso en el ballet cubano. Lo que diferencia a los bailarines de la isla parece ser una combinación de una estricta formación integral desde temprana edad, una exposición a un público muy particular y una promoción del arte comparable con la del deporte en otros países.

“Las dictaduras suelen generar grandes artistas; la gente necesita una manera de expresarse y el arte es el medio mayor para lograr esa expresión en cualquier manifestación”, dijo en 2010 a AP Pedro Pablo Peña, director artístico del Festival Internacional de Ballet en Miami fallecido el año pasado.

“Lógicamente, influyen hasta las dificultades del sistema. No damos nada por sentado... La gente se vuelca con más ganas a lo que se dedica”, expresó también en 2010 Lorena Feijóo, entonces bailarina principal del Ballet de San Francisco.

La artista explicó que al no tener tantas opciones, uno “se dedica 150% a lo que ama”. Además, “es una manera de expresar lo que sientes libremente (bajo este tipo de régimen), de ser un individuo pensante por ti mismo”.

Suki John, escritora y profesora de danza basada en Fort Worth, Texas, que ha trabajado con bailarines cubanos desde 1992 y ha colaborado con la escuela de Alonso, opina que “los bailarines cubanos son extraordinariamente bien preparados y educados como artistas, no como máquinas danzantes”.

“Están expuestos a muchos aspectos culturales: estudian danza cubana moderna, danza social... son muy bien versados en el lenguaje corporal, lo que les da una increíble sensibilidad que transmite calidez al público”, dijo a AP el mismo año que los demás entrevistados. Añadió que a ella misma la técnica de la danza moderna cubana la “transformó” como bailarina y que en Cuba encontró “una clase de profesionalismo y sed en los bailarines de aprender y de crecer muy entusiasta y refrescante”.

“La diferencia es que la escuela cubana de ballet es muy buena desde los inicios... Si no tienes una buena base no puedes crear todo lo demás”, dijo Lorna Feijóo, quien fue primera bailarina del Ballet de Boston y es hermana de Lorena. “La educación es completamente integral: te dan francés porque los pasos son en francés, te dan piano, te dan historia... y si no apruebas una asignatura no pasas al siguiente nivel. Es una escuela bien estricta”.

Lorna, quien comenzó a bailar a los 10 años en su país y llegó a ser primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba alrededor de 1993, contó que de 500 niños que acuden a hacer la prueba cada año apenas escogen a unos 15. Todas las escuelas de ballet de su país comparten la misma metodología, añadió: cinco años de nivel elemental y después tres años de nivel medio en los que “uno baila casi todos los ballets que existen... hasta que te gradúas y llegas a la compañía”.

Lewis Segal, otrora crítico de danza del LA Times y conocedor del ballet de Cuba, destacó que en ese país las entradas para ir al ballet son accesibles para todo el público y que la juventud los sigue y ovaciona cual si fueran estrellas de rock.

“La gente que puede darse el lujo de ir al ballet en Estados Unidos es de mayor edad, mientras que en Cuba todos pueden ir. La energía del público es diferente”, dijo en 2010. “Un bailarín criado en ese ambiente es alegre” y el hecho de que esta forma de arte sea ampliamente promovida en la isla atrae a más y más jóvenes “a ver la danza como una posible profesión”.

Roca señaló que en un país “estalinista” como Cuba el ballet es una de las pocas cosas que funciona en parte porque el Ballet Nacional de Cuba es una compañía “muy conservadora y reaccionaria... una compañía apolítica”.

Sin embargo, Alonso enfrentó constantemente una fuga de talentos que decidieron abandonar la isla, ya sea para escapar del régimen o, según la mayoría de los entrevistados, para aprender otras formas de danza que no llegaban a la isla.

“La escuela ha producido muchos buenos bailarines; debe ser triste para ellos que se les vaya la gente”, dijo Lorena Feijóo, quien se expresó agradecida por la formación que recibió de manera gratuita. “Yo cuando me fui pedí entrar y salir (del país), pero Alicia no me lo permitió. Las palabras fueron: ‘Lorena, adentro o afuera’”.

“A pesar de que la escuela es muy buena... quieres conocer lo que está pasando en otras partes del mundo... tener la libertad de manejar tu carrera como un adulto e incursionar en otros estilos”, agregó.

Para Alonso, ver la fuga de sus talentos fue “doloroso”, según ella misma dijo a AP en una entrevista en 2008: “Han recibido una educación de más de nueve años, enseñándoles sin costo”.

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