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Ángela Hernández Núñez: “La literatura ayuda en todas las circunstancias”

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Ángela Hernández Núñez: “La literatura ayuda en todas las circunstancias”
Ángela Hernández Núñez

Es una de las escritoras más sobresalientes dominicanas de las últimas décadas, y además de seguir seducida por el oficio que la lleva a crear y a escribir constantemente, Angela Hernández se empeña recordarle a la sociedad la necesidad de que la lectura sea parte esencial en el sistema de enseñanza del país, sin lo cual no ve posible que se haga realidad la mencionada “revolución educativa” promovida por el gobierno.

Reconocida con el Premio Nacional de Literatura 2016, esta autora de poemas, ensayos, cuentos y novelas continúa ejerciendo su escritura, siguiendo la ruta de la libertad, como norte esencial.

Con la amabilidad propia de su temperamento, ella respondió varias preguntas en relación con la literatura, sus perspectivas y, por supuesto, acerca la promoción de la lectura en las escuelas.

En estos tiempos aciagos dominados por la pandemia y la incertidumbre, ¿en qué puede ayudar la literatura a las personas?

Un libro puede deleitarte, enriquecer tu visión de la vida y el mundo. Estremecer tus raíces, sacudir las alas de tu espíritu. Calar en tus emociones. Inspirarte reflexión. Interesantes ideas.Un buen libro puede fortificar tu moral. Sensibilizarte. Puede ser un espejo en el que te observas relacionado con los demás, de antes y después.Cuando te identificas a fondo con un libro, este se convierte en amigo, como bien señalaba Camila Henríquez Ureña. La literatura ayuda en todas las circunstancias. Puede darle sonoridad a la soledad. Encender el valor. Enseñarte la condición humana. Salvar de la desesperación. Mitigar el abatimiento. Abrir ventanas, iniciar caminos. Relativizar los problemas que te abruman.Se han documentado historias maravillosas de obras circulando en campos de concentración, en cárceles comunes, en celdas de místicos, en ciudades en guerra, en hospitales. No todos los libros son para todas las personas. En edades tempranas, la orientación es imprescindible.

Cada cierto tiempo insiste en la necesidad de que se promueva la lectura. ¿Por qué en los niveles de toma de decisiones no lo toman en cuenta?

No habrá “revolución educativa” sin un cambio esencial respecto a la lectura. Es algo que veo con claridad desde hace tiempo, una claridad que a veces me hiere. (Por supuesto, no soy la única que así lo entiende). Me desconcierta el sistemático descuido de este asunto. Un plan (o sistema) nacional de lectura en las escuelas públicas es menos costoso de lo que se podría creer. Hay un alto número de instituciones y personas en disposición de apoyarlo. Me consta. La barrera no es económica, es mental, de visión. La voluntad del Gobierno, sobre todo de las autoridades en Educación y en Cultura, es determinante. Les toca la responsabilidad fundamental, la obligación, la dirección. Debe involucrar a docentes, a madres, padre y comunidad. Hace un par de años estuve en la ciudad de Cali, Colombia. Me asombró la existencia de 61 bibliotecas y la amplia red de animadores de lectura. La presidenta de la Fundación Biblioteca me explicó que un factor decisivo fue la presión de las comunidades, que exigían una biblioteca en su área. Una niña de nueve años, en un país de nuestro continente, me contó que los viernes en su escuela se dedicaban a lectura. Ese día, se trasladaban a un salón donde tenían “su libro”. “Su libro” se guardaba en una cajita decorada. Cada niña o niña había elegido el suyo de un anaquel colocado en el aula (un repertorio apropiado). Además, podían llevarse a su casa libros de la biblioteca del plantel. La niña me dijo que “su libro” sobrepasaba las 400 páginas. Lo había leído completo, estaba orgullosa. Con ojos brillantes, mientras caminábamos por un parque, me habló también de la caja de zapato que había transformado en el hogar de “su libro”, con dibujos y su propio nombre.

Por último, debo decir que me he encontrado con docentes dominicanos que comprenden como pocos el valor de la lectura. Aplican sus criterios con notorios resultados. Pero componen solo un puñado. (Una parte de los colegios privados llevan la delantera).

Después mucho tiempo de práctica literaria, ¿cuál es su norte cuando va a escribir?

La libertad.

¿Qué le gustaría que percibieran las generaciones emergentes sobre su obra literaria?

Un sentido de esperanza pulido mediante arduo trabajo.

Poeta, ensayista, narradora, fotógrafa, etc. ¿Cómo se las ha arreglado para destacarse en varias facetas?Le concedo espacio vital a la imaginación. Dejo que transcurra por los medios predilectos. Escribir es lúdico, laborioso. “Un juego serio” dijo Cortázar. Poesía, ficción, fotografía es placer, aventura, labores que pueden dejarme exhausta y, sin embargo, nunca las siento “trabajo”, “oficio”. Fluyen. Tal vez sea, la creación, sangre que unifica espíritu y materia e integra los tiempos.

Las diferencias de género, ¿siguen pesando a la hora de evaluar a escritores o escritoras?

Si. Y seguirán influyendo al menos por un siglo. Es así.

¿Recuerda el momento en que se dijo seré escritora? ¿Qué significó esa decisión?

Lo recuerdo bien. Una decisión difícil. Se impuso con terrible lentitud, con un toque de ferocidad. Significó cambiar casi todo. Ahí lo dejo.

¿Esperaba que le concedieran el Premio Nacional de Literatura o la tomó por sorpresa?

Sabía que vendría en algún momento. Me despertaron a las cinco de la mañana (hora de Canadá) con la sorpresa. Siento una enorme gratitud por esa distinción. Debo decir, por igual, que pienso muy poco en galardones. El premio gordo se esconde en la página en blanco.

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Ángela Hernández Núñez.

Cada día, me reta a ganármelo.

Durante su desarrollo, ¿quiénes han sido figuras inspiradoras?

Mujeres de mi familia. Mi madre, Yrene Núñez; una tía, Bertilia Hernández; una prima, Melania Vargas, hermanas.

Y los autores que más la han acompañado, ¿quiénes son?

Ah, una pequeña multitud. Hay escritores cuya lucidez no deja de deslumbrarme: Octavio Paz, J. L. Borges. En otros, admiro el hechizo que son capaces de cuajar con palabras: M. G. Le Clézio, Clarice Lispector, Miguel Ángel Asturias... En otros: su talento para sumergirnos en fantásticas (y convincentes) versiones de la historia, del poder: García Márquez, Vargas Llosa, John Steinbeck... En otros, su colosal maestría narrativa: William Faulkner, Joseph Conrad... La singularidad de ciertas plumas se me ha grabado en la memoria: María Zambrano, Maurice Maeterlinck. Parte de los que permanecen, aun si no suscribo todo su pensar, tienen en común una característica: pudieron ser disminuidos, adocenados por las circunstancias o pudieron abismarse en el cráter abierto en sus sentimientos, ocurrió lo contrario: se elevaron. Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral, Marguerite Yourcenar, Céline, Nietzsche, Cervantes, Mary Shelley, Dostoievski, Rosario Castellano, por ejemplo.

No puedo dejar de mencionar a esos espíritus revolucionarios de la literatura: Rubén Darío, José Martí, André Bretón, Federico García Lorca... Ellos y ellas, y muchos más, componen el vivo concierto de letras que me acompaña.

¿Qué se debe hacer para que la literatura dominicana se proyecte mejor en el exterior?

Es tarea del Estado: a) trabajo pendiente de los numerosos agregados culturales en embajadas por todo el mundo, b) traducción de obras fundamentales, c) promoción de a premios internacionales (Marcio Veloz Maggiolo es un candidato idóneo al Cervantes .D) Presencia de obras, autores y autoras, incluidos los de la diáspora, en las principales ferias internacionales del libro, con un programa atractivo (ya hay un referente: la Feria del Libro de Madrid, el desempeño de la embajada, el pluralista programa ejecutado). E) Establecer bibliotecas públicas en municipios y barrios que incentiven la lectura y posibiliten la sólida formación de los potenciales escritores.

Es tarea de nosotros: escribir cada vez mejor. Organizarnos. Privilegiar la solidaridad sobre la competencia. Emplear con sabiduría nuestros talentos. No malgastarlos. ¿Qué se está forjando en su taller de escritura en estos tiempos? Un libro titulado: Himnos a los días del amor.

¿Alguna recomendación para los que se inician como escritores?

Leer al menos veinte horas por cada hora empleada en escribir.

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