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Rosa Duarte
Rosa Duarte

Ante un desatino histórico: algo más que un cenotafio

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Ante un desatino histórico: algo más que un cenotafio
Ilustración de Rosa Duarte. (AUTOR: RAMÓN SANDOVAL )

Ante la realidad lo primero, y más atinado, es aceptarla, luego, intentar remediar los desatinos del pasado. Los restos mortales de nuestra insigne Rosa Duarte y Díez se perdieron en una fosa común en el viejo Cementerio General del Sur, de Caracas, Venezuela. De manera cierta la información está documentada por investigaciones, desde el 2014, y referida y refrendada por artículos y personas que comprobaron el dato.

En la obra: «Juan Pablo Duarte en la Venezuela del siglo XIX. Historia y leyenda», de Cecilia Ayala Lafée, Werner Wilbert y Ariany Calles (la primera es descendiente de Vicente Celestino), publicada por el Banco Central de la República Dominicana, en 2014, se lee:

“En febrero de 1976, el Dr. A. Frías Gálvez y quien esto escribe, visitamos el Cementerio General del Sur, con el fin de ubicar el lugar exacto de la fosa Nº 1.428 del 2º Cuartel del 77, donde el registro de inhumación notificaba había sido enterrado el cadáver de Rosa Duarte. Una vez en el sitio, fuimos informados que el área del cementerio identificado como sección 77 había sido socavada y reexcavada para habilitar nuevas tumbas. Por tanto, se hacía imposible la ubicación de los restos de Rosa Duarte.”. (Página 116). –Las negritas son mías.

De esta información se hace eco el periodista Leo Herasme en el artículo ¡Los restos de la heroína Rosa Duarte Díez se perdieron en Venezuela!, publicado en Almomento.net, el 2 febrero, 2019. Luego, el 28 de junio, en mi artículo: Un Cenotafio para una Rosa en el viento. A Rosa Duarte, ante la inminencia de su Bicentenario, posteado en Facebook y luego publicado el 5 de julio, en la columna Voces y ecos, del periodista Rafael Peralta Romero, del periódico El nacional, el día escribí:

Hoy, con estupor y dolor comprobamos que si la vida le negó casi todo, en la muerte también el destino le ha negado la gloria, el reconocimiento y el esplendor merecido, y una tumba. Es que la desgracia es tan grande para ella que hasta sus restos, los remanentes del polvo que quedaba de su cuerpo se perdieron entre el resto de los huesos de personas sin nombres y sin historia en el Cementerio General del Sur, en Caracas, Venezuela. Porque la tragedia de esta mujer es tan grande que esos reclamos no lo hicieron ni familiares ni el Estado dominicano, ni ninguna institución de este, a la que tanto ella le dio; nadie fue capaz de reclamar sus restos para que descansaran en esta patria que la vio nacer, con una lápida y un nombre.

Lo único que nos queda, con vergüenza y dolor, ante la inminencia de su bicentenario, el próximo 28 de junio del año 2020, es la erección de un cenotafio para que las generaciones actuales y las futuras puedan reverenciar su nombre, su memoria y su labor. Es imposible negarle esto a Rosa Duarte; es imposible no darle esto a la familia Duarte y Díez: un cenotafio.

Luego, en una intervención mía, durante una actividad en el Instituto Duartiano, en esta capital, reiteré la certeza de esta situación, ante los reclamos y la intención de que los restos fueran reclamados a Caracas. Es llamativo y preocupante que articulistas y personalidades de la vida pública continúen en el vano empeño de “repatriar” los restos de Rosa Protomártir Duarte y Díez, hasta el colmo, de asesorar inadecuadamente al presidente de la República a emitir un muy bien intencionado decreto de exaltación a Rosa Duarte (Decreto 566-20), en el que, intentando reparar todos los anteriores desatinos, dispone en su primer artículo: “... el traslado al Panteón de la Patria de los restos mortales de Rosa Protomártir Duarte y Díez...” a una Comisión especial, encabezada por nuestra ministra de Cultura.

El viernes próximo pasado, en declaraciones a un medio radiofónico, luego recogidas por un medio digital escrito, recomendé de manera clara y directa a todos los miembros de la Comisión a “no gastar recursos en hacer una investigación inútil, los restos de Rosa Duarte y Díez se perdieron en el Cementerio general del sur en Caracas”.

Asumida la realidad, solo nos resta cumplir con el sentir de los que ya nos hemos expresado y que perfectamente dispone el señor presidente de la República, en el párrafo único del referido decreto: erigir un cenotafio en su memoria, y, adicionalmente, difundir sus ideas, su labor y el “martirio” de su vida, exaltando, permanentemente, su legado para siempre. Que donde quiera que se sepa que existe este pueblo dominicano, también se sepa de Rosa Protomártir Duarte y Díez, al igual que el de nuestro padre fundador, Juan Pablo y el resto de su familiar. Ellos lo dieron todo para que fuéramos libre, es lo menos que podemos hacer por los Duarte y Díez.

*El autor es cirujano torácico y escritor, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. Autor de varios ensayos, artículos y del poemario “Martirio de una Rosa”, sobre Rosa Duarte.

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