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Avelino Stanley
Avelino Stanley

Avelino Stanley: “‘Tiempo muerto’ tiene una gran vinculación con mis orígenes”

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Avelino Stanley: “‘Tiempo muerto’ tiene una gran vinculación con mis orígenes”
Avelino Stanley, escritor

Avelino Stanley es un escritor de un prolongado ejercicio narrativo, que lo ha llevado a producir numerosas obras y a inspirarse para novelar sobre los inmigrantes cocolos, de donde surge su progenie.

En plena madurez creativa y existencial, el escritor oriundo de La Romana repasa su trayectoria, vislumbra nuevos reto y enfoca la literatura dominicana, temas de los que habla para Diario Libre en estos aciagos tiempos dominados por el coronavirus, la pandemia de repercusión planetaria que cambia vida y acciones.

¿Cuáles son sus estrategias como escritor para sobrevivir en este tiempo dominado por el COVID-19?

¡Ah! ¡Sí! ¡Claro! Hay que sobrevivir a esta pandemia del coronavirus. Estoy aprovechando la cuarentena para concluir un proyecto literario de gran interés para mí que hace tiempo tengo demorado. Además, cada noche, mi esposa y yo imploramos piedad al divino por la República Dominicana y por el mundo.

Ha publicado numerosos libros y ha obtenido reconocimientos por su trabajo literario. A estas alturas, ¿cuáles son las lecciones aprendidas?

Cada vez que voy a comenzar una obra literaria pongo un empeño igual o superior al que tenía cuando inicié mi labor de escritor. Y después que termino, al momento de la publicación, no me genero grandes expectativas. He ahí una gran lección para mí a esta edad.

¿De qué tenemos que cuidarnos especialmente los escritores dominicanos?

Sobre todo tenemos que cuidarnos de la inmediatez en las obras que vamos a entregar al público.

¿Qué espera seguir logrando en los próximos años en materia literaria?

En materia literaria espero que las letras dominicanas puedan sumar una mayor cantidad de lectores. Que sean lectores con nivel para que puedan exigir cada vez más calidad a los autores que leen. Así creceremos todos.

¿Algunos libros han sido fundamentales en su carrera? ¿Puede referirse a ellos?

Cuando tenía dieciséis años me prestaron un libro para que lo leyera durante unas vacaciones del bachillerato. Lo miré de reojo cuando me fijé en el volumen; para mí era enorme en ese momento. Cuando lo comencé no pude detenerme hasta llegar al final. Lo terminé en menos de una semana. En ese momento me dije: “Yo voy a escribir una novela”. Me levanté de la silla, fui a un colmado y compré una libreta rayada de esas que llamamos mascota para cumplir con la aspiración que me generó ese libro. Ese anhelo me lo originó Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Fue la primera novela que leí. Pasaron los años y la libreta permaneció intacta. Solo después de leer muchas novelas, cuando terminé a Rayuela, de Julio Cortázar, me di cuenta de que en ese momento podía comenzar a escribir mi primera obra de largo aliento. Leer Señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, y leer los cuentos de Juan Bosch, me ayudaron a definir la visión social por la cual encaminaría mis escritos.

¿Tiene algunos temas que le gustaría explorar?

Claro que sí. Solo que los temas sobre los que uno está escribiendo son como los secretos maritales; no se muestran hasta que no nace el fruto.

¿Qué le significó escribir Tiempo muerto, una de sus obras más apreciadas? ¿Hizo alguna investigación?

Allá en La Romana, en 1998, cuando Manuel Mora Serrano presentó la primera edición de Tiempo muerto, afirmó: “Avelino Stanley se plantó encima de la tierra y, tranquilamente, se fue abriendo las venas y escribió con su propia sangre hasta que la hemorragia de palabras cesó”. Ciertamente, Tiempo muerto tiene una gran vinculación con mis orígenes. Claro, no hubiera llegado lejos con ese tema si me circunscribo a mis vivencias. La visión panorámica de lo que yo quería encontró basamento en las investigaciones que realicé en los documentos escritos y en las entrevistas hechas a cocolos que nacieron en las Antillas Menores y llegaron como inmigrantes a la República Dominicana. Me satisface haber podido brindar al menos una idea de lo que fue la presencia de los cocolos en el país.

¿Recuerda el momento en que descubrió su vocación literaria?

Surgió, sin dudas, cuando formaba parte de un grupo de poesía coreada en La Romana. Eso fue durante los últimos coletazos de los doce años. En ese grupo nos llegó un momento en que queríamos denunciar los males sociales de la realidad local y nacional. Así comenzamos a escribir. Claro, los escritos de ese momento no llegaron ni siquiera al repertorio del grupo de poesía coreada. Lo más importante fue que esa inquietud encendió la chispa.

¿Cómo evalúa la narrativa dominicana actual?

La narrativa dominicana actual se ha reivindicado bastante con respecto a lo que se hizo durante los primeros 80 años del siglo XX. Pero a los autores locales nos falta mayor dominio de las técnicas, más vinculación con los rejuegos del lenguaje y mayor énfasis en los temas que escogemos. Por supuesto, y más compromiso social.

¿Y el estado de la promoción cultural qué opinión le merece?

¿El trabajo y la promoción cultural? Los dominicanos seguimos en la era de la “animación cultural”. Y ya hace mucho tiempo que se evolucionó hacia la “gestión cultural”. La animación cultural es entretenimiento que se esfuma en los eventos. La gestión cultural es planificar acciones que conducen hacia el desarrollo cultural; aquí los eventos son resultado de ese desarrollo que se va logrando. Sin ese salto se sigue arando en el desierto. Hace 20 años que se creó la Secretaría de Cultura, que luego pasó a ser el Ministerio. Desde entonces las distintas gestiones lo que han hecho allí es animación cultural. La testarudez y el desconocimiento no permiten avanzar. Eso equivale a decir que en esa materia estamos en la edad media del desarrollo cultural.

¿Un libro que le gustaría escribir?

Uf, son muchos. De inmediato me viene a la mente Una sombra ya pronto serás, del argentino Eduardo Soriano.

Un libro que no volvería a leer y ¿por qué?

No volvería a leer La isla al revés, de Joaquín Balaguer. Es un libro racista, xenófobo y falsea la historia dominicana. Doy un ejemplo de muchos. El autor dice que “Antes del Tratado de Basilea (1795), la población de la colonia estaba formada por la flor de las familias que habían emigrado a América... Pero la cesión de la colonia a Francia [...] llenó la parte española de la isla de esclavos africanos...”; (quinta edición, 1989, pp. 59 y 60). En su libro Los negros, los mulatos y la nación dominicana Franklin Franco demuestra lo contrario; afirma que en 1794 la población de la parte española de la isla era de 103,000 habitantes. “La población blanca de la colonia española ascendía a 35,000; donde estaban comprendidos hateros, funcionarios de la monarquía y soldados, pequeños agricultores y sacerdotes del clero católico; los libertos a 38,000, fundamentalmente, artesanos y jornaleros mulatos, y a 30,000 los negros esclavos.” (Undécima edición, 2014, p. 92.). Esas “familias que emigraron a América” eran poco menos de un tercio en ese momento. Esta discusión está ampliada en el libro Raíces de la identidad dominicana, de Reina Rosario.

¿Hay un libro suyo que le gustaría reescribir?

Ja, ja. Lo que un autor escribió a una edad y lo entregó al publicó responde a la formación que se tiene en ese momento. Sería injusto pedirle a las primeras obras un nivel parecido al que se logra con la formación y la experiencia acumulada con el tiempo. Una evaluación justa a las obras publicadas es superarlas. Solo intento reescribir lo que he publicado en cada una de las obras nuevas que entrego al público. Y ese intento, en realidad, es un permanente esfuerzo de superar las obras anteriores.

La trayectoria literaria

Avelino Stanley es uno de los autores dominicanos más leídos en la actualidad. Tiene más de veinte libros publicados en los géneros de novela, cuento y literatura infantil y juvenil. Entre otros, obtuvo el Premio Nacional de Novela 1996, otorgado a Tiempo muerto; el Premio “Sin Fronteras” 2001 a la novela Equis, otorgado en Madrid (España), por la Asociación Mundial de Educación Especial; el Premio Ciudad de Viareggio (Italia), otorgado en el 2005 al cuento “La piel acosada”. Entre sus obras están Catedral de la libido, Por qué no he de llorar y Al fin del mundo me iré, en novela; La máscara del tiempo y La piel acosada, en cuento; Dulce esperanza de la patria y Valores en Juan Pablo Duarte, en literatura infantil y juvenil.

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