"Ciudad dormida", un poema visionario de Víctor Escarramán
1
La ciudad tendió su ira
sobre la piel de su sombra,
la noche ocultaba sus piedras
sus despojos
como gusano en caracol.
encadenada a la estrechez de su manto
al límite de su sordera
a la sangre de sus cruces
al aroma de su hastío.
2
La noche seguía la misma línea de sus demonios
en la emoción de sus designios
atormentada,
pariendo silencio
vomitando sus resortes
rendida sobre un corpiño luctuoso
que se impregnó de fuego.
3
La ciudad escrutaba en su acento
la suciedad de sus pasiones soñadas
arañando acuarelas
en cines proféticos
en huellas rabiosas
mientras la noche anhelaba una festejo
alejada de su monólogo
virtuosa en la lluvia
noble en sus ansias y melodías
vibrante en su lenguaje insondable.
4
La ciudad seguía hilvanando sus alas
domesticando su aliento
olfateando su ataúd
tirando al parque sus cartas,
al inodoro su ilusión,
rascando migajas de tiempo
como la ola domina el confín
la ciudad se arrodilla en sus miedos
planea su éxtasis
como el verbo a la carne
borracha en la nada
agobiada en su amor.
5
La noche aún huidiza,
lánguida
acurrucó su hipnosis sobre los bríos del alma
la ciudad guardó en sus ruedas
la esencia de su ego
dibujada en su plumaje de asombro
y en su ronquido estéril
donde el pedigüeño cubre su muerte
y la paloma replica
Cuando la nostalgia encubría sus velas
la noche pestañeó mundana
lúgubre
esquizofrénica
clamando el reflejo de peatones sordos
satisfechos en cálculos suicidas
en ser o no ser
soñando en ser rayos que mueren sin nacer
en los límites del vacío
en la circunferencia de un latido.
6
La ciudad arrimó sus raíces al umbral del reloj
metida en centrífuga de horas imprecisas
deshilachando lágrimas bajo lámparas fundidas
como apurando su abismo
sin espanto ni herencia.
7
La noche ahogó su cosecha de quejas
cabalgando en sus luces ocultas
en el vacío de sus huellas
en la mortaja de callejones inermes,
calles huecas
puro remanso de horror , ola perdida.
8
La ciudad escribió su leyenda
asediada por los pujos de la luna
vagando en desventura,
reescribiendo sus noches fatigosas
y sus horas sin anclas.
9
La noche acomodó su aroma sedicioso,
en la quietud de su cara bohemia
derramó quejidos baratos
y su esperma comprado
esparció suspiros impropios
en la fragua del contén de aquel barrio
en el esqueleto de la vida.
10
La ciudad que dormía patas arriba
guarecida en su remanso hermético.
Como gato muerto
azotada por una luctuosa corte de nubes
estacionadas frente al atrio y su corona
intentando descifrar su alucinación apocalíptica
y su estela viral.
11
La noche guardó su ego
en el respiro de un jardín inexistente
incinerada en sus límites por un sol dudoso
irradiaba su enojo sobre retazos de sueños
calles desbordadas de mudez
a merced de su propio espanto.
12
En su despertar
la ciudad se confesó afónica
ciega
supuesta
calcada en vinos, sin almas
en volteretas frívolas
preñada de adictos felices
de sexo a la carta
de sombras fúnebres mimetizando el tiempo
de pordioseros que sueñan sin Dioses, sin épocas, ni espacio
borracha en su festín de ilusiones mustias
ahogada en la esencia de un semáforo irreal
la ciudad se ha hecho un torrente de mierda suave
como la raíz perdida en su propio límite
agonía de un virus nervioso
que migra sin visa ni sello
mientras la ciudad no existe,
la noche lloró conmigo.
(Texto inédito, abril del 2018)