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Eduardo Gautreau de Windt: “Muchos consideraban que era un médico jugando a la literatura”

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Eduardo Gautreau de Windt: “Muchos consideraban que era un médico jugando a la literatura”
Eduardo Gautreau de Windt

Médico a tiempo completo, pero también poeta, ensayista y narrador y dramaturgo, quien ha llegado a los linderos literarios después de destacarse en los derroteros de la ciencia, y desde entonces no ha cejado de ejercer plenamente su vocación por las letras.

Eduardo Gautreau de Windt finalmente se aventuró a entrar en el campo literario, tras caer en un “vacío”, luego de finalizar sus gestiones como presidente de dos importantes entidades médicas y de darse cuenta de que había llegado el momento.

Así, poco a poco y sin desmayar, comenzó a actuar en la escena literaria dominicana, donde se le reconoce por su trabajo y su activismo por la difusión cultural.

Sus tormentos como médico durante de la pandemia del coronavirus, ¿lo han motivado a escribir algún texto literario?

Sí, claro, pues mi vocación literaria es tan intrínseca a mí como la vocación médica. Ambas las considero como un servicio a los demás.

¿Se puede ser médico en ejercicio y escritor tenaz y no morir en el intento? ¿Cómo se logra esa “magia”?

Se puede. Muchos, antes que yo lo han hecho, de ejemplos, buenos ejemplos, está llena la literatura, y precisamente, en muchos de nosotros, médicos y escritores, la literatura, en mi caso, el arte, en general, sirve para eso: para no “morir” en ese intento diario... o, al menos, morir menos, más lento... Considerando ese “morir” como secarse, padecer por las impotencias frente a las adversidades por las enfermedades, por la muerte, por el dolor y el sufrimiento que uno no puede aliviar. Por las injusticias del sistema, de la vida, y de la misma muerte. Y eso se logra, siendo cada vez más humano. Dejando a un lado la ciencia pura, fría, y reflexionando sobre el sentir de los demás.

¿Cómo pudo relegar por tanto tiempo su vocación literaria?

Porque mi padre me hizo elegir a los 18 años: o el arte, en aquel tiempo era el teatro, o la medicina. Mas, paradójicamente, siempre me alentó a no olvidar por completo mi vocación literaria, al contrario, me estimuló, con su ejemplo, era poeta, además de abogado y estudioso de teología, y de manera directa y clara en una carta inmensa, que me mandó a Caracas, donde estudiaba las especialidades: donde me aconsejó sobre todo lo que un padre puede aconsejar a un hijo hombre: las mujeres, el amor, la vida, los hijos, la familia... y mi vocación literaria. En esa carta me confesó que me consideraba mejor poeta que él, y me estimuló a que ahondara en la literatura, para que no me quedara como un diletante, igual que él.

¿En qué momento se dijo “ya es la hora del escritor”? ¿Cuál fue el detonante?

Al terminar mis mandatos como presidente de la Federación Centroamericana y del Caribe, y de la sociedad Dominicana de Neumología y Cirugía de tórax, diciembre del 2007, caí en un “vacío”; me sobraba tiempo, después de un largo y agitado período profesional y gremial y político. Entonces, me propuse acercarme al ensayo. Un género literario al que le temía, pero me atraía enormemente. Asistí a una conferencia que dictó Basilio Belliard, en la Academia Dominicana de la Lengua: “El ensayo. El centauro de los géneros”, y salí enganchado, para siempre. Luego vino la valiosa ayuda de mi gran maestro, el Dr. Bruno Rosario Candelier, a través de la Academia y del Movimiento interiorista.

Es poeta, ensayista y gestor cultural. ¿Qué le aporta cada faceta?

Todas son ramas de un mismo tronco: comunicar. La de poeta es la base de todo; no me imagino abandonando la poesía. Por medio del ensayo convino perfectamente mi dos vetas: la racional y lógica, la del hombre de estudios y de ciencias que soy, formado en inquirir, buscar la verdad y las razones, y ejercer, una de mis pasiones más inagotables: el analizar, desconstruyendo y reconstruyendo la realidad, las verdades a las que tengo acceso. Me encanta ejercitar mis condiciones analíticas y críticas.

Y la de gestor cultural me da la oportunidad de hacer. De realizar aquellas cosas que ideo, que forjo en mis labores literarias y de pensamiento, con cierta libertad. Es decir, sin depender tanto de los otros.

¿Cómo ha logrado hacerse un espacio en la literatura después de descollar como médico?

Haciendo, haciendo y haciendo. Sin temor al qué dirán (al principio muchos consideraban que era un médico jugando a la literatura). Y, sobre todo, aplicando todo mi bagaje intelectual, vivencial y experiencial.

¿Ha tenido mentores literarios?

Muchos: ya mencioné a don Bruno, y tangencialmente a Basilio Belliard. También, en poesía a Tulio Cordero, como ejemplo; Carmen Pérez Valerio y Carmen Comprés B., consejeras y correctoras. Al filólogo español José Nicás Montoto. En cuentos a Juan Manuel Prida. En dramaturgia, mi papá teatral Iván García. Y otros como Don José Alcántara Almánzar, Juan Carlos Mieses, Rafael Peralta Romero, Valentín Amaro, tú misma, Emilia, permitiendo que mi voz llegue a los demás, que me han facilitado el avance, me han dado la mano, me han abierto puertas, demostrándome que mi trabajo sirve para algo.

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